En estos últimos días dos noticias relacionadas con nuestra Santa Madre Iglesia, vienen a reforzar la importancia que tiene esta milenaria y sagrada institución en la formación de una sociedad más justa, más sana, más avanzada. La primera noticia viene de un país hermano, Chile, y se refiere a la petición de misericordia y perdón para los militares que, bajo el mando de Augusto Pinochet, fueron traviesos con unos cuantos miles de militantes izquierdistas. Es cierto que la tortura, asesinato, separación de los hijos, o violación de las mujeres, no son actividades que estén en absoluta concordancia con las ideas que Jesucristo divulgó, pero también lo es que el hijo del único Dios verdadero siempre estuvo en contra de la venganza, y promulgó el perdón incluso para los peores criminales, así que como aboga la jerarquía eclesiástica (que no debemos olvidar es una y única) pelillos a la mar, olvido y perdón.
Pero una cosa es el perdón para esos pobres militares y otra muy distinta el convertir a nuestros niños en un pendón, que es lo que el Gobierno intenta con las clases de sexualidad en los colegios. Por eso, y esto nos lleva a la segunda noticia, el Arzobispado de Valencia propone que los colegios de la Comunidad que preside nuestro querido y honesto Paco Camps, sigan el manual SABE (Saber Amar Básico Escolar), creado por la supernumeraria del Opus Dei, Concepción Medialdea. SABE educa a los niños de entre 5 y 14 años en la idea de que el sexo es, como todos sabemos, una tentación con la que el diablo intenta llevarnos por el camino del pecado y la perdición.
Lejos de enseñar a nuestros benditos hijos, como promulga el Gobierno, el uso del preservativo, la exploración del propio cuerpo (para luego hacerlo con el de los demás) y otras porquerías que prefiero no detallar aquí, entre otras cosas porque no he conseguido pasar de las primeras páginas del libro de sexualidad escolar, la Iglesia promueve la abstención sexual y la castidad hasta que encontremos a la persona con la que hemos de compartir el resto de nuestra vida (no olvidemos que el divorcio es pecado mortal) o hasta que nos hagamos sacerdotes.
Ojalá otras comunidades autónomas tomen ejemplo de la valenciana y dejen que sean quienes más saben de niños y sexualidad, sin duda alguna los sacerdotes católicos, quienes se ocupen de su educación. Si fuera así estaríamos dando un paso más a favor de una sociedad mejor en la que no haría falta que algunos militares y la Iglesia, como ocurrió en Chile y España, se vieran en la obligación de hacer cosas por el bien de la patria, por las que luego tuvieran que ser perdonados.