«Vivimos formas de agresión por la ciencia y la tecnología», cuentan que dijo el cardenal Antonio Cañizares en su discurso de ingreso como miembro honorario en la Academia de Medicina y Cirugía de Andalucía Oriental, con sede en Granada. Con frases como esa ante un foro científico aún parece poco que se haya marchado de la entidad uno solo de sus miembros, el catedrático Guilermo Olagüe, alegando que «la Academia está para el cultivo de la ciencia médica» y que el purpurado valenciano «carece de méritos médicos y científicos», añadiendo que «su único bagaje cultural es un conjunto de creencias religiosas, básicamente dogmáticas, reñidas con la ciencia». Los proponentes del título de académico destacaban del cardenal su «pasión por la defensa de la vida», y quien había sido obispo de Granada seis años lo confirmó, extendiéndose en su discurso contra el aborto, la eutanasia, el suicidio, las torturas, la esclavitud o la prostitución. Cosechó división de opiniones, como en los toros.
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