A algunos nos sorprende cómo tanta gente se está cayendo de un guindo. Y todavía a medio camino de la caída están no pocos opinadores públicos. Y es que se vuelve a descubrir ahora un nuevo retorno religioso. Lo que nos venían diciendo desde hace décadas ciertos filósofos franceses con su engoladas frases del retorno de Dios o de los Brujos.
Y ya en nuestros días, la aparición, especialmente entre los jóvenes, de movimientos protestantes y católicos. El aldabonazo de estos últimos está sonando fuerte, una canción y un film lo han resonado. Rápidamente surgen intentos por explicar este fenómeno. Y rápidamente nace la idea de que todo se debe al vacío existencial que ha dejado la desaparición de los grandes relatos. Además del negocio de aprovechar las necesidades de los humanos, desvalidos como somos.
Convendría, sin embargo, colocar todo ello en un contexto que respira por muchos huecos. Por ejemplo, el auge de la muy extendida autoayuda, apoyada en una psicología a bajo precio; un espiritualismo que se nutre del hartazgo del materialismo consumista; una política que se percibe como religión disfrazada y a la que habría que quitar el disfraz, y unos individuos anestesiados en un mundo ultracapitalista que, desanimados, dan el salto al Más Allá. Todo esto y mucho más se viene señalando desde Europa Laica. Poco caso nos hacen. Tal vez porque no da votos.
Pero una mirada más profunda descubriría que un laicismo serio y comprometido no ceja en insistir en la necesidad de defender la razón contra la superstición. Una tarea democrática que a todos incumbe. Aunque de momento, no dé votos.
Javier Sádaba Garay es miembro del Grupo de Pensamiento Laico.





