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El incendio de la Mezquita de Córdoba y la polémica de la identidad española · por Waleed Saleh (GPL)

En menos de dos semanas han tenido lugar en España dos acontecimientos que afectan a la religión islámica en este país, sin olvidarnos de los disturbios xenófobos y violentos de Torre Pacheco. El primero se refiere a la moción aprobada por el Ayuntamiento de Jumilla (Murcia) el 28 de julio que pretende impedir la celebración de festividades musulmanas en instalaciones públicas, presentada por el partido Vox y apoyada por el Partido Popular. La citada moción justifica esta medida alegando que las celebraciones religiosas de los musulmanes “son ajenas a nuestras tradiciones y costumbres que deben ser protegidas”. Y el segundo tiene que ver con el incendio parcial que sufrió la Mezquita de Córdoba el 8 de agosto, el cual fue por suerte apagado rápidamente.

De nuevo estamos ante la eterna polémica que tiene que ver con la identidad del ser español. Es de sobra conocido el debate-discusión o la dialéctica mantenida a mediados del pasado siglo entre dos personalidades españolas, Américo Castro (1885-1972) y Claudio Sánchez Albornoz (1893-1984), reflejada especialmente en dos obras, España en su Historia: cristianos, moros y judíos (1948), de Castro, y España, un enigma histórico (1957), de Albornoz. Castro fue diplomático, académico e historiador y Albornoz fue académico y presidente de la República en el exilio.

Castro defendía que al-Andalus formaba parte integral de la identidad española. La singularidad histórica y cultural de lo hispánico solo es explicable, según él, porque en la Península Ibérica fraguó un sistema de vida determinado por la convivencia de tres culturas-religiones. Para Castro, lo más original y universal del genio hispánico toma su origen en las formas de vida fraguadas en los 900 años de contextura cristiano-islámica-judaica.

Según Albornoz, la teoría de Castro se desmorona como castillos de arena soplados por el viento. Una tesis que también fue criticada por historiadores y académicos como Menéndez Pidal, Ortega y Gasset y García Gómez. La idea principal de Albornoz es que los árabes no habían sido “ingrediente” en la historia de los españoles. Señalaba en su libro que España no era fruto de la mezcla medieval de las tres culturas, sino que ya existía como realidad a partir del molde romano-visigodo. Su principal réplica a Castro se basaba en que la teoría de este no se correspondía con la verdad histórica y el debate sobre la “realidad”, o que el “enigma” de la historia de España había de devolverse por entero al terreno de la Historia con mayúsculas. No admite la tesis de Castro que afirma que la forma “violenta y teocrática” del ser español sea producto de las experiencias medievales de los tres componentes, cristianos, moros y judíos. Albornoz responde argumentando que las instituciones medievales no cambiaron durante la invasión musulmana, lo cual impidió la arabización de la contextura vital de los españoles. Albornoz reprochaba a Castro su exageración de la influencia de elementos no cristianos en la evolución histórica española y desmontaba sus métodos empleados en la construcción de sus esquemas sobre el pasado. Criticó que las fuentes de Castro mayoritariamente fueran literarias y no históricas.

De forma más concreta, Castro señalaba la presencia árabe y su influencia en la cultura de la Península Ibérica en ámbitos ya no solo literarios, sino también en la agricultura, arquitectura, ciencia, filosofía, gastronomía, modo de vida y en la lengua española que cuenta con miles de palabras de origen árabe. Y a modo de ejemplo podemos referirnos a la polémica surgida entre nuestros dos historiadores acerca del paralelismo que existe entre el libro El Collar de la Paloma de Ibn Hazm (994-1064) y el Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita (1283-1350). Criado del Val, un estudioso de la obra del Arcipreste opina que “tanto mozarabismo como mudejarismo actúan en primerísimo lugar durante todo el periodo de formación del Libro de Buen Amor”.

La opinión de Castro es que este libro había dado un contenido cristiano a lo que está expresado en el Collar de la Paloma. La combinación de lo alegre y lo moralizante en el Libro de Buen Amor, la atribuye a la familiaridad del Arcipreste con la vida islámica. Califica también la obra de Juan Ruiz como didáctica, al igual que la literatura islámica. La combinación de lo narrativo y lo lírico en el Libro de Buen Amor para Castro no es más que el eco de obras árabes que alternan verso y prosa, como el caso de Las Mil y Una Noches. Por lo tanto, el libro se mueve, según Castro, de una manera clara en un ambiente moruno o mudéjar.

En cambio, Albornoz adopta una postura totalmente opuesta a la de Castro, negando muchas de las posibles influencias árabes en el Libro del Buen Amor señaladas por Castro. Pone en duda el enraizamiento de esta obra en la tradición hispano-islámica y la frecuente aparición del tema de la tercería amorosa, punto que todos los estudiosos resaltaron y vieron en él una influencia clara de la vida popular y la tradición islámica. En resumen, el libro del Arcipreste, en opinión de Albornoz, es una auténtica creación, con contenido popular y significación de lo social de España.

Volviendo a nuestros días, hablando de la cultura árabe en España, encontramos también dos opiniones opuestas. Parte de la sociedad española se siente superior a los árabes y a su cultura. Este sector se ve asistido por políticos y algunos académicos y periodistas sobre todo de la derecha y la extrema derecha, además de ciertos medios de información que explotan temas como la inmigración para lesionar más esa imagen. Con frecuencia expresan su deprecio hacia lo árabe y lo musulmán o al menos lo ignoran, como hace el expresidente Aznar, que señala una y otra vez las raíces judeocristianas del pueblo español y pasa por alto la aportación árabe e islámica de ocho largos siglos. No debemos olvidar que esta imagen negativa se potencia también por razones ideológicas que tienen que ver con la religión islámica. Es fundamentalmente un rechazo al islam, convertido en el supuesto enemigo de Occidente. Son muchos siglos de roces y enfrentamiento. La otra parte de la sociedad mira con aprecio a los pueblos árabes y valora la convivencia histórica de al-Andalus entre las dos culturas. Académicos y especialistas suelen estar mayoritariamente con este segundo grupo.

Puede resultar interesante conocer el reflejo de la presencia árabe y musulmana en España y los conflictos surgidos recientemente al respecto en la prensa árabe reciente. La tónica general de las referencias periodísticas expresa malestar y rechazo hacia casos como los de Torre Pacheco y Jumilla y la falta de respeto hacia la memoria (la pasada convivencia) y los derechos culturales de los emigrantes. Piensan que no son casos aislados, sino una estrategia más amplia que pretende minimizar la presencia islámica. Una especie de islamofobia institucionalizada que forma parte estructural que procura excluir y aislar a las minorías del espacio público. El caso de Jumilla para dicha prensa representa una catástrofe cultural en una ciudad donde reinaba la pluralidad y la convivencia. Recurren también a la historia de al-Andalus, que no es un simple pasado que se estudia en los libros de historia, sino un acervo vivo que puede inspirar convivencia y respeto mutuo en la sociedad actual. Insisten en que las festividades religiosas son ritos que forman parte de la identidad cultural y espiritual. Impedir a los musulmanes que las practiquen en los lugares públicos amenaza el tejido social e incrementa el aislamiento. La islamofobia ha aparecido en las dos últimas décadas en los medios de información y en el ámbito político para describir la discriminación contra los musulmanes. Una actitud que no solamente afecta a las personas de forma individual, un discurso informativo, sino que ha abarcado las políticas oficiales y los comportamientos gubernamentales. Es una tendencia alimentada por los partidos políticos de extrema derecha que intenta imponer una identidad religiosa y cultural única. La prensa árabe destaca también la reacción de los propios árabes y musulmanes en España, de la comunidad musulmana que considera que prohibirle celebrar sus festividades la margina cultural y espiritualmente y reduce sus derechos a expresar su identidad. El enfrentamiento entre la derecha y la izquierda también tiene su espacio en la información periodística árabe. Una derecha conservadora que pretende fortificar la identidad católica y excluir a los símbolos islámicos del espacio público. En cambio, la izquierda junto a organizaciones civiles, piensa que es de justicia reconocer la pluralidad histórica y cultural de los musulmanes, lo cual sería el único camino para la construcción de una identidad nacional común.

El incendio de la Mezquita de Córdoba ha abierto de nuevo este asunto para hablar de una relación compleja y entrelazada que aborda ese monumento histórico, su función y su memoria. Conforme a la prensa árabe, el incendio supera los daños materiales, porque indica la ausencia de una concordancia cultural y social en cuanto al modo de proteger la memoria y pone de relieve la falta de una visión que reconozca la pluralidad cultural e histórica que representa este monumento. La profunda crisis consiste en el modo de manejar el patrimonio cultural en Córdoba: dominio absoluto de elementos católicos en la Mezquita-Catedral en detrimento del elemento musulmán que forma parte esencial del lugar. No se trata solo de un control religioso, porque refleja una práctica política y cultural que busca la marginación de la pluralidad e ignora importantes capítulos de la historia. Discriminar lo islámico produce un conflicto simbólico que refleja una lucha mayor por el poder cultural e histórico. Y así la Mezquita-Catedral se convierte en un frente de guerra entre el pasado y el presente, entre el deseo de unificación y la necesidad de reconocimiento de la pluralidad histórica y la identidad compuesta de este lugar emblemático.

Resumiendo, podemos afirmar que la identidad árabe-islámica en España ha sufrido a lo largo de la historia marginación y olvido, aunque en los últimos tiempos algunas autoridades administrativas y académicas intentan incluir la tradición andalusí en la narrativa nacional española, con el fin de construir una comprensión más amplia de la experiencia andalusí como fuente de riqueza civilizacional y cultural y no como un pasado muerto y desaparecido. Estos intentos encuentran una resistencia de ciertas fuerzas políticas y religiosas que temen reconocer como propia la tradición árabe y musulmana al considerar que debilitaría el carácter católico de la sociedad y del Estado. De allí la pregunta obligatoria: ¿será una nación capaz de reconocer sus diversos orígenes sin excluir o ignorar? La respuesta dependerá de si las autoridades políticas y religiosas seguirán la actitud actual o serán más receptivos con otras culturas que han aportado grandes valores materiales, científicos y humanos en la formación de esta nación.


Waleed Saleh es miembro del Grupo de Pensamiento Laico y miembro de la Junta Directiva de Europa Laica

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