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Nada que celebrar. El 15 de agosto de 1936 fascismo y religión católica se dan la mano en España · por Lucio Martínez Pereda

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La elección del 15 de agosto buscaba reforzar la conexión entre la causa nacional y la fe católica.

El 15 de agosto de 1936 se oficializó en la España franquista la adopción de la bandera nacional fascista rojigualda. Esta fecha no fue elegida al azar: coincidió con la festividad religiosa del Día de la Asunción de la Virgen María que formaba parte de la iconografía y simbología del nacionalcatolicismo vinculada al franquismo.

Durante ese día, en Sevilla, Francisco Franco y Queipo de Llano anunciaron oficialmente que la enseña monárquica de colores rojo y amarillo, antigua bandera de la flota de guerra española, sería restablecida como la bandera de la nación en el territorio controlado por las tropas franquistas.

La elección del 15 de agosto buscaba reforzar la conexión entre la causa nacional y la fe católica, ya que la Virgen de los Reyes era una advocación muy importante dentro del nacionalcatolicismo franquista, representando protección y legitimidad divina a la lucha de los sublevados contra los enemigos de la Fe católica.

En palabras de Franco ese día, el restablecimiento de la bandera bicolor “selló un clamoroso anhelo popular” y se presentó como símbolo de la patria y la fe cristiana defendida por sus soldados del ataque de los “Sin Dios” el 15 de agosto de 1936 fue elegido para simbolizar la restauración bélica de la identidad nacional tradicional bajo el signo de la “Cruzada” y la bandera rojigualda en la España franquista. Posteriormente, el restablecimiento oficial quedó formalizado por Decreto nº 77 de la Junta de Defensa Nacional el 29 de agosto de 1936, pero el anuncio y la presentación pública ocurrieron ese 15 de agosto en Sevilla.

En los abundantes textos y discursos nacionalcatólicos de la época -no es cuestión de reproducirlos aquí- el 15 de agosto de 1936 se presentó como una jornada de reafirmación de lucha “por Dios, por España y por la Fe de Cristo”. Se utilizó la figura de la Virgen para legitimar la causa del bando fascista, considerando la guerra como una cruzada providencial contra el “invasor rojo” y los “bárbaros” comunistas, presentando la contienda como la continuación histórica de la defensa cristiana frente a enemigos antiguos -musulmanes, franceses e ilustrados, y modernos: comunistas, liberales é independentistas. Este enfoque unía la idea religiosa de martirio cristiano con la defensa de la Patria como un mandato sagrado depositado por Dios en manos del Ejército Nacional.

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