Gijón le debe a este hombre el haberla hecho una ciudad un poco más humana nutriéndose de esa humanidad que le desbordaba y por ello ha de estar inmensamente agradecida
Ha muerto Santa Clara. La muerte, sobre todo de alguien próximo, de alguien que forma parte de tu realidad vital, te empuja a pensar. Te obliga a mirar lo qué haces y tratar de entender por qué lo haces.
Conocí a Santa Clara tarde. Tarde para lo que eran nuestras respectivas edades. Y veníamos de orillas distantes.
Santa Clara fue (ya es pasado y lo siento) un cristiano firmemente creyente. Un cristiano para el que su religión no era una forma de incluirse en una comunidad amparadora (a veces justificadora), sino que era una forma de interpretar el mundo para luchar por hacerlo mejor. Y en esa línea dirigió su acción hacia los más desfavorecidos, hacia aquellos a los que la Sociedad marginaba, ignoraba o perseguía. Su proyecto vital fue la organización de estructuras (necesariamente privadas) que ayudasen a amortiguar ese desprecio social. Su realidad diaria era luchar por los desfavorecidos.
Yo, en lo personal, soy lo que Puente Ojea calificaría de irreligioso. Cartesiano en lo metodológico hace tiempo que rompí con el dualismo por él establecido separando la res extensa de la res cogitans. Mi forma de entender y actuar sobre el mundo sólo precisa de la res extensa. Y mi acción va dirigida a construir unas estructuras sociales (necesariamente públicas) que reduzcan las diferencias entre las personas.
En algún momento, en alguna acción, nos encontramos Santa Clara y yo. Nos damos cuenta que tenemos objetivos comunes. Él muy directo, actuando inmediatamente sobre quien lo necesita. Yo más genéricos (y posiblemente menos eficientes) intentando actuar sobre la sociedad que nos incluye.
Nos vemos con frecuencia en las luchas diarias. La paz, la causa de Palestina, los despidos laborales, los abusos de poder, etc.
Y en esos encuentros descubrimos dos cosas: la enorme diferencia de nuestra interpretación del mundo y la cantidad de puntos comunes que tienen nuestros objetivos. También encontramos un cauce común: la construcción de unas estructuras para la sociedad, de un Estado, según los principios de la Laicidad.
Santa Clara era un ejemplo viviente de respeto a las ideas de los demás. Él identificaba problemas (solía elegir los más desatendidos) y trataba de construir soluciones. Sus ideas, su religión, eran la estructura de su mente desde la que partían las motivaciones de búsqueda y las soluciones. Pero no trataba de utilizarlas para excluir a aquellas personas que abordasen el mismo problema desde ideas notoriamente diferentes. Practicaba un verdadero respeto por las ideas de los demás, no esa tolerancia formal del que las desprecia pero le resulta útil tolerarlas.
Santa Clara, la ciudad de Gijón te debe el haberla hecho un poco más humana nutriéndose de esa humanidad que te desbordaba y por ello ha de estar inmensamente agradecida (por encima de esos pequeños núcleos reaccionarios que te acusaban de estropearles su barrio).
Asturias Laica, y los que luchamos por unas estructuras sociales donde no haya religiones privilegiadas te agradecemos tu limpia lección de laicidad.





