La Conferencia Episcopal y la diócesis de Tortosa se contradicen respecto a las restituciones de bienes culturales. Nadie sabe cuántas piezas quedan del botín de oro y plata que llegó a Cenicero (La Rioja).
Los números no cuadran. El inventario oficial depositado en la iglesia de san Martín de Cenicero (La Rioja) por orden de Baldomero Espartero en 1840 describe con precisión y claridad diez «alhajas»: una custodia, una bandeja, un incensario, una naveta [recipiente para depositar el incienso] con su cuchara, tres cálices, una patena con cucharilla, un copón y una caja labrada. La más relevante es la custodia de oro y plata.
A preguntas de Público sobre el paradero del botín, la parroquia de Cenicero delega en la diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño. Allí apuntan que sólo tienen tres —o dos— objetos (el incensario, la naveta y una bandeja de plata del siglo XVII), sin citar la custodia, de la que hay numerosas pruebas de que estaba en su posesión hasta el pasado verano.
El diario La Rioja publicó en octubre que en la sacristía del citado templo se guardan, al menos, cinco o seis de las diez piezas del botín: las tres —o dos— que reconoce el obispado en un inventario de la década de 1970, si la bandeja del siglo XVII es la procedente de Morella, más la custodia y dos cálices. La información está firmada por el periodista Marcelino Izquierdo, quien constata a Público que «mis fuentes son solventes y muy conocidas en La Rioja, no obstante, quieren mantener el anonimato». Con la Iglesia hemos topado, repiten casi todos los no eclesiásticos implicados en el embrollo.
La opacidad informativa del obispado de Calahorra infunde sospechas. No enseñan fotos, ni las dos o tres piezas que reconocen poseer, con una inscripción en el incensario y la naveta dedicada a la Virgen de Vallivana y al Arciprestazgo de Morella. Tampoco acceden a una visita ni confirman la propiedad de la custodia y los dos cálices. David Castroviejo, secretario del Consejo Diocesano de Patrimonio, es tajante: «Es todo lo que podemos ofrecerle».
El papa Francisco llamó a capítulo en 2023 a sus subordinados para que empezasen a estudiar, caso por caso, las restituciones patrimoniales. Él y los museos del Vaticano predican con el ejemplo al devolver obras a Grecia, Perú y Ecuador y al estudiar con Canadá lo que este país pide para su devolución. Sin embargo, Roma deja al libre albedrío de las diócesis qué hacer con sus bienes. Un portavoz del Vaticano ha declarado a Público: «La responsabilidad del patrimonio cultural y artístico recae en las diócesis y las Órdenes Religiosas individuales».
En España, la Conferencia Episcopal aduce, por correo electrónico a Público, lo siguiente: «El patrimonio es de cada diócesis, y el cuidado y gestión de ese patrimonio depende de la diócesis». Esta afirmación contradice al obispado de Tortosa, que ha encomendado a la parroquia de Morella la responsabilidad de reclamar la orfebrería incautada por Espartero y regalada a Cenicero por haber vencido a los carlistas en la guerra de 1833. Morella forma parte de la provincia de Castelló y de la diócesis catalana de Tortosa.
El mutismo del obispado de Calahorra sobre la posesión de la custodia —y dos cálices— rebate a varios testimonios que han visto y fotografiado la famosa custodia. Las fotos de la pieza que acompañan este reportaje son una prueba de ello. Si reconocen tener dos o tres obras (la naveta, el incensario y quizás la bandeja de plata) y, según el diario La Rioja y otros testigos, tienen también la custodia y dos cálices, ¿dónde están las cuatro o cinco piezas que faltan?
El profesor de la Universitat de Lleida Alberto Velasco, conocedor del patrimonio de la Iglesia católica, conjetura qué ha podido pasar con las alhajas presuntamente perdidas: «Podrían haber desaparecido de Cenicero por diferentes motivos, o bien por su venta a principios del siglo XX, o bien durante la guerra civil». La venta de patrimonio artístico para pagar a albañiles ha sido el origen del conocido como «litigio de Sijena» (Huesca) entre Aragón y Catalunya, distinto al conocido como del «arte sacro de la Franja». Fuentes anónimas apuntan a que en 1965 unas reformas del templo de Cenicero se financiaron con la venta de piezas de orfebrería. No obstante, esta probabilidad no está avalada públicamente.
Aunque el lance entre Morella y Cenicero se remonta al siglo XIX, los expolios de la guerra civil se han sumado a las prácticas acumuladas en la Iglesia española en lo que respecta a su patrimonio artístico. El profesor de la Universidad Complutense de Madrid Arturo Colorado, experto en el tema, argumenta que «la Iglesia no ha devuelto los bienes artísticos que se le entregaron en la posguerra, que alcanzan más de 2.000 en el grado actual de la investigación».
El profesor Colorado explica a Público que «destacan incluso los casos de instituciones eclesiásticas de la zona franquista, que no habían sufrido los estragos de la guerra, que recibieron bienes, como el monasterio de Silos (24 pinturas, tapices y orfebrería) o el palacio episcopal de León (ocho pinturas)». Con motivo de la devolución de pinturas incautadas a Pedro Rico, alcalde republicano de Madrid, el académico ha manifestado a RTVE que «hay cierta resistencia a aceptar la posesión de obras de arte confiscadas y a suministrar información de ellas». Si bien el experto alude al siglo XX, la reacción de instituciones religiosas y civiles es un calco del expolio cultural del XIX y anteriores.
La llamada del papa Francisco a estudiar caso por caso abarca desde la restitución a Perú de momias incas, devueltas por los museos del Vaticano, hasta la reposición de los robos de Erik el Belga en la década de 1980, pasando por la etapa en la que el general Baldomero Espartero sentó sus reales en Logroño y premió a Cenicero con un tesoro de Morella. Si la llamada del papa no tiene efecto en sus obispados y parroquias, habrá predicado en el desierto.