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«Hablar del aborto como si fuera un tema debatible en 2024 no solo es anacrónico, sino una falta de respeto a todas nosotras».
Año 2024 d.c . El 2 de diciembre el Senado, que debe ser la casa y ejemplo de la democracia y el estado de derecho, fue escenario de un encuentro que evoca épocas que creíamos superadas. Una cumbre antiabortista respaldada por el Partido Popular y la ultraderecha y que ha convertido a la Cámara Alta en altavoz de una visión de la sociedad profundamente reaccionaria. Allí, no solo se cuestionó el derecho al aborto, sino que se proyectó una agenda que pretende socavar los derechos y libertades de las mujeres.
Hablar del aborto como si fuera un tema debatible en 2024 no solo es anacrónico, sino una falta de respeto a todas nosotras. El aborto no es un capricho ni una elección sencilla, las mujeres que hemos sufrido una pérdida gestacional involuntaria y aquellas que han tomado la decisión de interrumpir un embarazo de manera voluntaria sabemos que ninguna de estas situaciones es fácil. Implica un dolor físico, emocional y social, a veces casi insoportable, que se extiende más allá de lo tangible, tocando fibras emocionales que perduran mucho tiempo. No, no es un camino de indiferencia y no, no es una moda como ha dicho el exministro Popular Mayor Oreja en la inauguración de este tribunal inquisidor como presidente de honor, sino una elección que transforma la vida. Y no, por supuesto no es un dolor que debe ser juzgado ni minimizado por quienes jamás han tenido que enfrentarse a algo similar, ni instrumentalizado por nadie, mucho menos por una élite política que ignora por completo los derechos de las mujeres y que habita en un espacio profundamente alejado de la realidad.
Cuando me enfrento al discurso de esta horda de señores medievales que pretenden darnos lecciones desde una supuesta autoridad moral, no puedo evitar pensar en lo lejos que estamos aún de una igualdad real. Ellos no solo buscan controlar nuestros cuerpos, sino que pretenden imponer una visión única del mundo, una en la que las mujeres debemos obedecer, callar y aceptar.
Pero lo que quedó claro en esta cumbre es que el aborto es solo un pretexto porque su objetivo real es más amplio: hacernos retroceder en derechos, recuperar un control que perdieron con décadas de lucha feminista y avances sociales; pero que no se confundan, no vamos a permitirlo, no vamos a dar ni un paso atrás y seguiremos avanzando en defensa de la justicia reproductiva y vital de las mujeres.
Desde lo personal y lo político, me siento orgullosa de pertenecer a un partido que defiende que el aborto debe ser reconocido y blindado como un derecho constitucional, porque no basta con protegerlo legalmente; debemos garantizar que las mujeres tengamos acceso a esta libre elección sin estigmas, sin obstáculos y sin el constante ruido de quienes pretenden convertirnos en ciudadanas de segunda.
A las mujeres que hoy se sienten atacadas, juzgadas o cuestionadas, les decimos: no estáis solas, estamos con vosotras. Sólo nosotras sabemos lo que implica tomar decisiones difíciles, pero también sabemos lo que significa amar nuestra libertad y sabemos, sobre todo, cómo luchar para que nadie nos la arrebate.
El aborto no es un debate, es un derecho y las mujeres de hoy, las de ayer y las de mañana vamos a seguir defendiendo cada centímetro del terreno que hemos ganado. En nuestras manos, ni la democracia ni nuestros cuerpos serán nunca más un terreno de disputa.
Paula Somalo es senadora del PSE-EE por Álava – Araba