Descargo de responsabilidad
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Qué cerca tenemos a los portadores de la oscuridad y del miedo: nos ciñen sus cadenas y poco a poco quieren ir apretándolas, destruyendo anímicamente a los miembros más desamparados de la sociedad
En días señalados en su web, las voluntarias y voluntarios de ’40 días por la vida’ se colocan en la entrada de la clínica que practica las IVE en Murcia, dizque “rezando”. Su presencia, disimulada entre las hierbas y las buenas intenciones, sirve para eso tan importante en la opinión pública y en los depredadores: marcar la agenda/ marcar el territorio. Para las mujeres que pasan el mal trago de un aborto, el murmullo de sus oraciones son los crótalos con que las sierpes persiguen a sus presas, recórdandoles que están ahí, firmes en su inhumanidad, vigilantes siempre.
Sucede cada cierto tiempo y no es exclusivo de Murcia: las organizaciones pro-vida (la definición es suya), se plantan delante de las clínicas que practican IVE de todo el mundo y rezan. A este fin, disponen de una web completa con instrucciones para acosar sin que se note y formularios para obtener defensa legal pagada. En países más conservadores —y en España hasta abril 2022*—, se permitían el lujo de increpar a las empleadas de las clínicas o a las mujeres que acudían a la interrupción del embarazo. Sibilinamente invitaban a un café a las mujeres —resultado: la mujer ya no podía practicarse la intervención quirúrgica pues el inocente cafetito cortaba el ayuno necesario para cualquier operación—.
En la clínica de Murcia, apostados en las sombras de las moreras, rezan mirando fijamente a quienes pasamos por allí, como animalillos del pantano. A su lado, varios carteles grandes muy bien estampados a todo color. Uno es el logotipo de ’40 días por la vida’ y las asociaciones que lo soportan, como Red Madre; todas ellas entidades bien regadas con dinero de nuestros impuestos, incluidas dentro de las entidades sin ánimo de lucro que colaboran en el Plan de Empleo y Promoción Económica del Ayuntamiento de Murcia. El segundo cartel que portan es una imagen de la Virgen de Guadalupe, la patrona mejicana.
Este segundo cartel ilustrado con la virgen guadalupana es… curioso, no solo porque podría simbolizar su conexión con la ultraderecha internacional —aunque Red Madre y otras asociaciones han mostrado su separación de El Yunque de manera explícita y eso les honra—, sino por lo siguiente: es obvio que, si una mujer de tradición española pasa por allí para interrumpir su embarazo, no sentirá nada: la Virgen de Guadalupe, aunque conocida, no nos atañe; a nosotras nos emociona la Fuensanta o la muy popular de los Peligros; pero a las mujeres migrantes de América sí les afecta, son sus raíces. Se trata de un cartel para impresionar adrede a las mujeres más vulnerables: las migrantes de países latinos, las que están lejos de familiares, las que más sufren por la circunstancia compleja, dificilísima, que es siempre un aborto.
Y así, cada día, sin que nadie se lo pueda impedir porque las caras impávidas, silentes, su boca fruncida, su observancia de la norma y sus movimientos sinuosos pero exactos, no constituyen delito sino “marcaje” del territorio. Esta gente permanece delante de la clínica, acechando, listos para descargar su veneno, llenando el aire de crótalos, silbidos, rumores de frondas aplastadas.
Qué cerca tenemos a los portadores de la oscuridad y del miedo: nos ciñen sus cadenas y poco a poco quieren ir apretándolas, destruyendo anímicamente a los miembros más desamparados de la sociedad. Son como esas grandes boas constrictor que acechan desde el marjal y envuelven a sus presas cada vez más fuerte hasta quebrarles el aliento. Se las tragan después sin dilación, sin temor de ser estorbadas porque no hacen ruido, no molestan, no importan. Solo están ahí, digiriendo lentamente los derechos civiles, con “mucho más infierno en digestión”**.
Notas:
* La última modificación de la Ley española de salud sexual ha establecido todas esas prácticas como delictivas, dentro del epígrafe del acoso:
“1. El que para obstaculizar el ejercicio del derecho a la interrupción voluntaria del embarazo acosare a una mujer mediante actos molestos, ofensivos, intimidatorios o coactivos que menoscaben su libertad, será castigado con la pena de prisión de tres meses a un año o de trabajos en beneficio de la comunidad de treinta y uno a ochenta días.
2. Las mismas penas se impondrán a quien, en la forma descrita en el apartado anterior, acosare a los trabajadores del ámbito sanitario en su ejercicio profesional o función pública y al personal facultativo o directivo de los centros habilitados para interrumpir el embarazo con el objetivo de obstaculizar el ejercicio de su profesión o cargo“. (Ley Orgánica 4/2022, de 12 de abril: Artículo 172 quater).
** Silvio Rodríguez “Sueño con serpientes”.