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La actriz Lubna Azabal es la protagonista de la película. — (Festival Films)

Jawad Rhalib advierte en ‘Amal’ de la radicalización de los jóvenes musulmanes en las escuelas

El asesinato de Samuel Paty, un profesor asesinado por mostrar en clase una caricatura de Mahoma de ‘Charlie Hebdo’, está detrás del desarrollo de esta película que plantea el debate de la religión en los colegios.

El profesor de secundaria Samuel Paty fue asesinado y decapitado el 16 de octubre de 2020 a las cinco de la tarde en una calle de Éragny, en la periferia de París. Fue un acto terrorista islamista. Su crimen fue haber enseñado, en una clase sobre libertad de expresión y tras invitar a los alumnos musulmanes a irse del aula si querían, una caricatura de Charlie Hebdo que representaba al profeta Mahoma. Ocurrió poco después de que el cineasta Jawad Rhalib hubiera empezado a trabajar en un proyecto sobre la radicalización de los jóvenes musulmanes en las escuelas belgas.

Con la experiencia de su película anterior, el documental Au temps où les Arabes dansaient (Cuando los árabes bailan), en la que hablaba de la libertad artística y de lo que significaba ser musulmán, y con la que pudo escuchar a miles de estudiantes, el director decidió pasarse a la ficción para mostrar al mundo lo que estaba ocurriendo con los jóvenes en su país. Amal, protagonizada por la magnífica actriz Lubna Azabal, es el resultado, una película valiente y profunda que abre la puerta a debates urgentes hoy en Europa.

En el filme, una profesora de origen árabe en un instituto de Bruselas anima a sus alumnos a defender la libertad de expresión y, ante las agresiones a una estudiante lesbiana, les muestra los escritos de Abu Nawas, un poeta musulmán del siglo VIII. Todo ello molesta a algunos alumnos y a los círculos religiosos en los que viven.

«Leer y abrirse al mundo es primordial para avanzar, hacerse preguntas, formar un pensamiento crítico», les dice Amal, que lee con ellos El último día de un condenado a muerte, de Víctor Hugo, intentando que vean en el otro a un ser humano, sin detenerse ante su color de piel, su religión o su sexo. La apropiación de la palabra ‘libertad’ por parte de grupos radicales, las consecuencias de una educación lastrada por las presiones y el miedo, el acoso en redes sociales o la necesidad de la cultura son temas de esta película, que llega con una potente carga política y con una clarísima advertencia.

El director Jawad Rhalib.
El director Jawad Rhalib. — (Festival de cinéma de la ville de Québec)

¿El asesinato de Samuel Paty influyó en su decisión de hacer la película?

Sí. Aunque debo decir que la realidad ha ido por delante de nosotros, porque la idea empezó en el 2019 con un documental que había hecho que se llama Au temps où les Arabes dansaient, que habla de la libertad de expresión artística y de ser en el mundo musulmán. Lo presentamos en festivales, salas de cine, hicimos muchas proyecciones en colegios aquí en Bruselas… y ahí se confirmó la radicalización de ciertos jóvenes. También hubo encuentros con profesores y directores de colegios, y entendí que hoy en día es muy difícil enseñar en Europa, sobre todo para los profesores que tienen ganas de abordar temas un poco sensibles, porque automáticamente hay resistencia, incluso por parte de los profesores.

¿Los profesores europeos no pueden hoy enseñar en libertad?

No. A los profesores no les apoyan y se sienten presionados, sobre todo respecto de ciertos temas como la homosexualidad, la libertad de expresión… los acusan y son amenazados. Así que había que hacer una película para volver a dar cierta dignidad a los profesionales. Los profesores pretenden abrirnos la mente y no reconfortaros en nuestras convicciones religiosas.

La película explica cómo se infiltran radicales en las clases de religión… Yo nací y me crié en Marruecos, en la escuela yo tenía una sala donde estudiaba religión musulmana. La educación religiosa se daba en el sentido de qué se habla, cómo comportarse con la gente, cómo ser, etcétera. Y en la sala de al lado había unas clases de Filosofía, de Poesía, de Literatura árabe musulmana, muy ricas, muy buenas. Ahí descubrí a Abu Nawas, que cambió completamente mi visión de las cosas. Entonces no había ningún problema entre los cursos. Los profesores estaban ahí juntos. Cada uno enseñaba lo suyo. Al pensar en esta película me dije que con ella había que ir hasta el final, no acariciar el tema ni ablandar las cosas. Hay que contraponer el islam y el islamismo.

Pero, ¿la película ha provocado discusiones acerca de las clases de religión en las escuelas?

Ha habido mucha repercusión con esta película en ciertos políticos. La película también se ve en los colegios en Francia, además de en Bélgica. Ha habido muchas discusiones en las escuelas y a nivel político en Bélgica ya hay un debate sobre si se deben quitar o no los cursos de religión y sustituirlos por cursos de Ciudadanía. En Canadá, hay un debate muy interesante sobre todo este tema de laicidad. Con la película se ha animado allí el debate, en Quebec lo entienden muy bien, porque durante muchos años han sufrido la religión cristiana en el colegio. Tienen mucho que decidir, porque ellos han tardado mucho en sacar a los curas de las aulas y ahora tienen otra religión que llega y que quiere imponerse.

¿Esta película puede significar un peligro para usted y para el equipo que la ha hecho?

La gente que está detrás no sé, pero la actriz principal y yo somos los rostros más visibles. No me hice esa pregunta a principio porque si no, no hubiera hecho la película, pero ahora si me pregunto cómo se ha recibido y si algunos políticos van a escuchar. La ventaja de ser director de cine árabe musulmán y de tener a una actriz también de origen musulmán es que tenemos legitimidad, no nos pueden llamar racistas o islamófobos, aunque algunas personas sí que lo han hecho. Es sorprendente, pero la película lleva 18 semanas en Bélgica y no ha habido ni insultos en las redes sociales. En las salas de cine no ha pasado nada, las proyecciones se han pasado muy bien, seguimos en la cabeza del box office en Bélgica… quizá después, cuando haya difusión en televisión, pero de momento no ha pasado nada. También he tenido mucho cuidado en mi escritura de ceñirme a la realidad y no caer en tópicos porque es un tema muy sensible. El cien por cien de lo que está dicho en la película es real.

Usted viene de una tradición de cine documental y aunque aquí se ha pasado a la ficción, ¿el proceso de investigación ha sido lo más importante?

Sí. Este proyecto nos ha llevado cuatro años por un motivo muy sencillo, había que documentarse muy bien. Tuve encuentros con muchísimos profesores y entrevisté a directores y directoras de colegio y a jóvenes alumnos. Todo lo que has visto en la película son cosas que han sucedido. Con la película documental anterior, que para mí fue un laboratorio porque tenía a muchos jóvenes, 5.000 jóvenes, debatiendo, estudiantes hablando de libertades artísticas y hablando claramente de esos temas, pude conocer y recibir sus puntos de vista, su manera de hablar, su manera de reaccionar… que ahora he podido reproducir en Amal.

Usted, además de estrenar en cines, lleva la película a escuelas, ¿puede el cine ayudar a desradicalizar a los jóvenes?

Creo sinceramente que sí. El final de la película es triste, es real. No se va a arreglar todo para los personajes, pero hay un lado optimista, esos jóvenes que gritan al final que eso no es su religión. Desgraciadamente, otros realizadores no se atreven a ir hasta ahí con el cine. Pero en mi caso, el hecho de mostrar esta película a esos jóvenes en colegios, institutos y en las salas de cine o en la televisión yo creo que va a ayudar, a crear algo, que algo va a mover. Algunos se van a reconocer en la película, y ésta les ayudará a intentar comprender.

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