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La promesa salesiana y el atodacostismo · por José Enebral Fernández

​Descargo de responsabilidad

Esta publicación expresa la posición de su autor o del medio del que la recolectamos, sin que suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan lo expresado en la misma. Europa Laica expresa sus posiciones a través de sus:

El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.

Aunque el asturiano Ángel Fernández Artime dejó el cargo de Rector Mayor de los salesianos recientemente, observamos todavía vigente en 2024 el estatuto mundial de los antiguos alumnos que él presentó y aprobó en 2015. Cabe traer el tema porque el estatuto introdujo entonces el solemne compromiso de defender valores que el Rector señalaba como “no negociables”, tales como la vida, la libertad, la familia, la verdad… Incluso se hablaba de defenderlos “a toda costa”. Quizá la promesa se puede estar recitando en las asociaciones locales —en algunas al menos—, sin embargo cuesta imaginar exalumnos salesianos militando, por ejemplo, en Hazte Oír, que dice defender los mismos valores. Exactamente se lee así en el estatuto mundial, como parte de una oración-promesa prevista para los asociados:

TE PROMETEMOS

– COMBATIR la injusticia, el chantaje, la superficialidad y la indiferencia;

– DEFENDER A TODA COSTA, con un compromiso social, político y económico, los valores aprendidos en una presencia salesiana, en particular: la vida, la libertad y la verdad; y SER sal de la tierra y luz del mundo con una fuerte incidencia en la sociedad y en la Iglesia”.

Al parecer y dentro de lo que se llama educación en valores, los salesianos enseñan a sus alumnos el valor de la vida, de la verdad, de la familia, de la libertad, etc., esperando que se comprometan a defender estos elementos fundamentales —aunque seguramente leídos en clave particular y confesional— cuando dejen los centros, y que asimismo se hallen en condición de combatir la injusticia, el chantaje, etc. Aquí parece haber ciertamente contenido entre líneas —especiales significados en los significantes— aunque quizá, quién sabe, cada promitente se quede sobre todo con lo de defender su propia libertad; su libertad de asumir, o no asumir, su recitado “compromiso social, político y económico”.

Claro, no siempre podemos estar seguros de lo que es verdad y lo que es falso, de los que es justo y lo que es injusto. Uno diría que brilla aquí la grandilocuencia clerical, porque también resulta algo inconcreto lo de “sal de la tierra y luz del mundo”. Y para lo de la “fuerte incidencia en la sociedad”, uno recuerda aquello de “un hombre, un voto”, con independencia del sexo, el credo, etc. En fin, resulta curiosa la solemnidad promisoria estatutaria y desde luego llama la atención lo de “a toda costa”. Sin duda los padres envían a sus hijos a la salesianidad para su evangelización, para que sean —así se decía en mis tiempos— “buenos cristianos y honrados ciudadanos”; pero quizá no todos los padres desean que sus hijos se conviertan en defensores atodacostistas, es decir, a ultranza, de sus particulares convicciones, creencias, ideas, posiciones.

La promesa suena muy católica, pero lo de “a toda costa”, salvo ligereza dialéctica, salvo mero exceso adverbial, impacta; aun diríase que más bien parece augurar un fracaso, un ir a contracorriente. A toda costa defiende la Iglesia la vida, pero parece olvidar las cruzadas o la persecución de herejes. A toda costa se ha maldecido la ideología de género, pero la realidad trans se ha impuesto en la sociedad. A toda costa se luchaba contra la ley del aborto, que ha resultado ser constitucional y no obliga a pecar. A toda costa se encubría y luego relativizaba la pederastia clerical, pero se ha ido sabiendo bastante al respecto. A toda costa se ha condenado la homosexualidad, hoy reconocida e igualmente presente en el seno de la Iglesia.

También saliéndonos de lo confesional genera prevención el atodacostismo. A toda costa se rechazó aquella llamada ley Celáa (por no decir lo mismo de la reciente de amnistía), hasta que se aprobó y ahora simplemente se la trata de sortear en lo posible. A toda costa defendió Feijóo su victoria y su derecho a ser presidente, y al final (eso dijo él) no lo fue porque no quiso. A toda costa se responsabilizaba a Pablo Iglesias de las residencias de mayores durante la pandemia y luego supimos lo del protocolo. No, no parece augurar éxito lo de “a toda costa”.

Incluso aunque se eduque en universales valores éticos y morales, aunque se eduque en el respecto a otras convicciones legítimas, a otros credos, a otras opiniones, a otros modelos de familia, a las leyes generadas en democracia, incluso entonces, lo de “a toda costa” sonaría fuerte porque parece conllevar un aroma de cerrazón mental, de sinrazón, de ofuscamiento, de pertinacia. Sin ánimo de poseer la verdad o la razón, uno se ha expresado libre y espontáneamente aquí sobre el referido atodacostismo salesiano. Véalo cada lector a su manera con la información que posea, sin perder de vista que la condición de persona desarrollada parece alinearse con el alcance de nuestras reflexiones, con la calidad de nuestro pensamiento crítico.


José Enebral Fernández, antiguo alumno salesiano

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