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Los elementos clave de este control social incluyen: mecanismos de coerción, una red de vigilancia y represión, la instrumentación política de la delación, la creación de un ambiente de miedo.
El control social durante el franquismo fue un sistema complejo y multifacético diseñado para moldear el comportamiento de la población y asegurar su conformidad con el régimen. Los elementos clave de este control social incluyen: mecanismos de coerción, una red de vigilancia y represión, la instrumentación política de la delación, la creación de un ambiente de miedo, y el adoctrinamiento ideológico de la población en todos los ámbitos de acción social.
El control social se ejercía a través de un sistema de coerción empleado desde el poder para lograr una «conformidad sumisa» de la población con los valores ideológicos que justificaban y sostenían ese poder. Esto implicaba la sistematización de mecanismos para inducir conductas de cumplimiento, castigos y penalizaciones por su incumplimiento y el consiguiente empleo de refuerzos positivos y negativos.
Se estableció una extensa red de vigilancia y represión que abarcaba múltiples ámbitos. Multiplicidad de instancias judiciales y represivas coordinadas con organismos específicos como juzgados especiales, comisiones de depuración, estructuras informativas estatales y la participación de vecinos, porteros de edificios, alcaldes de barrio y párrocos en la vigilancia. La delación jugó un papel crucial como fuente de información para ejecutar castigos, como forma de implicar a la sociedad civil en la represión y como mecanismo para crear lazos entre la población y el régimen. El control social se basaba en gran medida en generar un clima de miedo generalizado: para así conseguir quebrar los lazos afectivos, laborales y de solidaridad básicos, crear un «estado de in vigilancia» permanente hasta los años 60 y conseguir disolver los resortes éticos básicos.