Asóciate
Participa

¿Quieres participar?

Estas son algunas maneras para colaborar con el movimiento laicista:

  1. Difundiendo nuestras campañas.
  2. Asociándote a Europa Laica.
  3. Compartiendo contenido relevante.
  4. Formando parte de la red de observadores.
  5. Colaborando económicamente.

La desternillante historia de la «Inmaculada Concepción» en España

Un pueblo burlón frente al dogma según el cual la Virgen Maria no tuvo «contacto carnal» antes de quedar embarazada

 El «dogma de la Inmaculada Concepción» fue proclamado por Pío IX en 1854.  Como no pocos lectores recordarán todavía, un dogma es, según la Iglesia católica, una verdad de fe revelada por Dios que la Iglesia declara como definitiva y obligatoria para todos los creyentes.

    Los dogmas son, pues, inmutables y deben ser aceptados sin ningún tipo de cuestionamiento por parte de los creyentes, ya que son considerados principios esenciales de la fe católica. La categoría de «dogma» puede ser proclamada por el Papa o por un Concilio ecuménico, y se refiere a aspectos fundamentales de la doctrina, como son la naturaleza de Dios, Jesucristo, la Virgen María o la salvación.  

        El «dogma de la Inmaculada Concepción» básicamente nos dice que la Virgen María fue concebida sin mancha de pecado original, algo así como si la humanidad entera hubiera caído en el barro del pecado gracias a Adán y Eva, pero alguien en los cielos decidió que María se quedaría con los zapatos limpios. Dicho en roman paladino, con la críptica expresión «ser concebida» se hace referencia al momento en que comienza la vida de una persona tras la unión del óvulo de la madre con el espermatozoide del padre.

       O sea que, en términos teológicos, la expresión «concebida sin pecado original» significa que desde el instante mismo de su creación, la Virgen María fue preservada por Dios de la mancha del pecado original que afecta a toda la humanidad. O para decirlo aún más claro y sin rodeos: en el caso del nacimiento de Jesús no hubo aportación alguna de espermatozoides por parte de José, el carpintero, esposo de María y presunto padre del futuro Mesías.

    ¿De quién fueron, entonces, los espermatozoides que terminarían dando lugar al embarazo de María? Ese es, precisamente, el irresoluble misterio que tantos chistes como quebraderos de cabeza ha provocado en la comunidad católica.

    El 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX, más conocido como Pío Nono, decidió terminar de una vez por todas con una intensísima discusión teológica que llevaba siglos enfrentando a franciscanos y dominicos. Ese día proclamó como dogma obligatorio para los católicos la creencia en la Inmaculada Concepción de María. O sea, que la «virgen» María fue concebida libre de pecado original, sin pasar por la terrible mancha del pecado carnal que, al parecer, todos los mortales habíamos heredado de Adán y Eva.

   Lo que jamás pudo imaginar el Papa Pío Nono es que al definir este dogma no solo cerraría una guerra teológica interna, sino que abriría la puerta a uno de los debates más desternillantes que la fe cristiana ha conocido.

PERO… ¿CÓMO FUE REALMENTE ESTO DE LA «INMACULADA»?
 

    Imagínese el lector la escena: la discusión empieza en la Edad Media, donde los franciscanos, – los buenos de la historia-, defendían que María había nacido inmaculada, mientras los dominicos, siempre más serios, consideraban aquella idea como una auténtica «gilipollez». Para los dominicos, el único ser humano libre de pecado original era Jesús, y darle ese mismo estatus a su madre causaba todo un lío teológico de proporciones bíblicas. Uno de los argumentos era tan sencillo como devastador: «si María también nació sin pecado, ¿entonces de qué la redimió Jesús

     El debate se fue complicando hasta llegar a un punto en el que ya no se discutía con argumentos, sino con insultos. ¡Todo un espectáculo! Los dominicos no solo tildaban a sus oponentes de ignorantes, sino que se dedicaban a señalar a la «plebe indocta»que seguía esta idea como ovejas que no sabían lo que hacían.

      El conflicto se encendió aún más, especialmente en Sevilla, donde la defensa de la «pura concepción» se convirtió casi en una guerra de pancartas, literalmente. Hubo procesiones diariasresponsos – (que hoy llamaríamos mítines) – y hasta se pegaron carteles por la ciudad con lemas tan claros como «María, sin pecado original».

    El asunto alcanzó niveles dignos de una campaña electoral, con franciscanos y dominicos a la greña, tratando de ganarse el favor del pueblo. Los alborotos sevillanos, por supuesto, no defraudaron, y todos aquellos follones terminarían convirtiéndose una devoción popular que empujaría aPío Nono, siglos después, a darle la razón a los franciscanos.

ANÉCDOTAS Y CHIRIGOTAS

     Se cuenta que en algunos pueblos españoles los teólogos llegaron a recibir bromas de los mismos campesinos que, con su picardía, se burlaban de la dificultad de entender cómo alguien podía ser «concebido sin pecado». Las parodias sobre la concepción de María se mezclaban con la incredulidad sobre la posibilidad de algo tan alucinante como extraordinario. En una ocasión, un predicador intentó explicar en términos sencillos el dogma y un aldeano socarrón le preguntó en tono sarcástico:

    – «Oiga, padre. Y si ella nació sin pecado, ¿no será que todos los machos estábamos equivocados desde Adán?».

     La risa del público no se hizo esperar, y el predicador, un poco desconcertado, tuvo que continuar su sermón ante una audiencia ya mucho más distraída y desmotivada.

      Durante las intensas disputas teológicas en Sevilla en defensa de la Inmaculada Concepción un grupo de fervorosos devotos franciscanos decidió hacer una procesión en la que, además de la imagen de la Virgen, incluyeron una efigie del diablo, encadenado y humillado, como si ya hubiese perdido la batalla contra la pureza de María.

    Esto, claro está, no cayó muy bien entre los opositores dominicos, que se sintieron ridiculizados. La imagen del diablo humillado pasó a ser una representación de cómo los defensores de la Inmaculada veían a sus rivales en la polémica: derrotados por la “plebe indocta”​.

EL DÍA DE LA PROCLAMACIÓN DEL DOGMA
 

[Img #80440]

    Y, por fin, llegó el día glorioso: el 8 de diciembre de 1854. En la mañana de ese día, Pío IX, emocionado hasta las lágrimas, declaró oficialmente que la Virgen María había sido concebida sin pecado original, cerrando así de un portazo la discusión que había enardecido a tantos teólogos a lo largo de los siglos.

    Según se permitió contar el mismo Papa Pío Nono, al llegar al punto culminante de su dogmático discurso consagrador, sintió una fuerza sobrenatural que casi lo hace desmayar de la emoción.  Tanto fue así que tuvo que interrumpir la lectura unos instantes para «dar rienda suelta a sus lágrimas». En términos más coloquiales, podemos imaginarnos a Pío Nono respirando hondo, mientras pensaba:

«Esto es lo más grandioso que he hecho en mi papado.«

        Pero el pueblo, con su habitual sentido del humor, no tardó en bromear sobre el asunto. Las elucubraciones sobre cómo pudo haberse dado aquella concepción inmaculada volaban de boca en boca. Para muchos, la idea de que María hubiera sido concebida sin pecado, pero de forma humana, parecía una especie de atajo divino, casi como si la Virgen hubiera nacido en una suerte de «fast track» hacia la santidad. Se comentaba con cierta sorna sobre cómo los teólogos complicaban tanto algo tan sencillo: “Si fue concebida, ¿cómo pudo no ser concebida como el resto?”. Las chirigotas y chistes sobre la cuestión circularon como siempre lo hacen: entre risitas, risitas y carcajadas.     

LA «INMACULADA» EN TIEMPOS DE FRANCO
 

     La proclamación del dogma trajo muchas consecuencias, pero en España el asunto alcanzó niveles surrealistas bajo la dictadura de Franco. El nacionalcatolicismo, que había hecho del catolicismo su marca personal, tomó a la Inmaculada Concepción como un símbolo casi propagandístico. En plena era de los sermones y discursos patrióticos, María pasó a representar no solo a la madre de Cristo, sino a la madre de España. Bajo el lema no oficial de «España, pura y sin mancha, como la Virgen», el dogma fue instrumentalizado para construir un relato de nación inmaculada, destinada por el dedo de Dios a una misión especial en la historia.​

      Las procesiones por la Inmaculada eran eventos grandilocuentes, donde se mezclaba la devoción con la política, como si uno no supiera muy bien si estaba asistiendo a una misa o a un mitin. El propio Franco aprovechaba cada oportunidad para recordar que España, como la Virgen, había sido elegida para ser pura, una especie de «Nación sin pecado original». Era, en palabras sencillas, la perfecta justificación divina para sus pretensiones autoritarias. Por supuesto, esto también dio pie a innumerables chistes de salón, en los que se decía que el propio dictador creía en la inmaculada concepción, pero no en la de María, sino la de su propia dictadura.

   ESPAÑA: LA FRIOLERA DE 500 VÍRGENES INMACULADAS

       En España, el culto a la Virgen María terminó generando una auténtica vorágine de advocaciones, es decir, representaciones específicas de la Virgen que reciben devoción en distintas regiones y geografías españolas. Aunque el número exacto varía según las fuentes, se estima que actualmente en España hay más de 500 vírgenes diferentes, cada una de ellas con su propio nombre, historia y festividades. Algunas de las más conocidas incluyen:

    Virgen del Pilar (Zaragoza) Virgen de Montserrat (Cataluña), Vigen del Pino, (Gran Canaria), Virgen de Candelaria (Tenerife), Virgen de la Macarena (Sevilla)Virgen del Rocío (Huelva)Virgen de Covadonga (Asturias)Virgen de Guadalupe (Extremadura) Virgen de los Desamparados (Valencia)Virgen del Carmen (patrona de los marineros), etc, etc., etc

    Cada región, e incluso muchas ciudades, tienen su propia Virgen que juega un papel central en las festividades locales, en el patronazgo de las diferentes profesiones, en los nombres de las instituciones, en los equipos de futbol, en la nominación de las calles. Todo ello ha convertido a España en una suerte de país intensamente «santificado» por alusiones marianas. Este gran número advocaciones refleja un «culto mariano», que tiene mucho más que ver con formas de veneración fetichistaque con una concepción que pueda considerarse como netamente religiosa. 

    Hoy en día, el 8 de diciembre continúa siendo festivo en muchos países, incluida, claro, España. Gracias a la proclamación de Pío IX, no solo fue sellada una de las discusiones más intensas de la historia teológica del catolicismo, sino que, además, los trabajadores y los estudiantes ganaron un día libre, que bien han podido aprovechar para despelotarse de los teólogos que se pasaron siglos lanzándose improperios sobre algo que hoy es obligatoriamente aceptado por los católicos como un dogma y un  críptico  «misterio de fe».

FUENTES CONSULTADAS:

Catholic.net: Historia del dogma de la Inmaculada Concepción (Catholic.net)
Aleteia: Lo que Pío IX sintió al proclamar el dogma de la Inmaculada Concepción (Aleteia)
ReL: ¿Qué es la Inmaculada Concepción  ¿Por qué tardó en ser dogma? (Religión en Libertad)
Gaudium Press: El dogma de la Inmaculada Concepción: histórico (Gaudium Press)
Gaudium Press: La Inmaculada Concepción: historia de un dogma?(Gaudium Press)

(*) Manuel Medina es profesor de Historia y divulgador de temas relacionados con esa misma materia

Total
0
Shares
Artículos relacionados
Total
0
Share