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“Despierta Jahvé para castigar a todas las gentes, no tengas piedad de los que obran pérfidamente. No los mates, para que mi pueblo no olvide; hazlos andar vagabundos por tu poder y abátelos, oh, señor, escudo nuestro”. (Salmos, 59, 6,12).
Condena general sin efectos
Son muchas las ocasiones en las que quien escribe sobre el genocidio de Palestina repara escandalizado en las muertes de ancianos, mujeres y niños. Son los llamados efectos colaterales de la guerra como dice ese eufemismo cabrón. En ocasiones, hay, también, quien se pregunta cuándo se va a hacer oír la voz de Yahvé en la que anuncie a los gerifaltes de Israel que ya les vale.
La palabra de Jahvé es palabra incontaminada y eterna. Tiene el mismo valor conminatorio que cuando el profeta correspondiente estampó por primera vez su firma como interlocutor divino. Y esta palabra está por encima de cualquier consideración ética, cívica o humanitaria o tratado jurídico, derechos universales y declaraciones de parecido jaez. Jahvé está con Israel y no hay vuelta de hoja. Claro que, en ocasiones, a uno le da por pensar si este Jahvé no será en realidad un holograma de EE.UU.
Las Escrituras como amnistía
Las Escrituras contienen versículos que amnistían a Netanyahu de su bárbaro proceder. Se limita a cumplir la voz de Jahvé, lo que le exime de la consideración de ser tenido como genocida, asesino o criminal de guerra. Aplica literalmente lo que dicen esos textos, convirtiéndolos en “actos de habla” que, no solo incitan al odio, sino que desean la muerte de sus enemigos. Con la finura penal que gastamos por estos pagos con los “delitos de odio”, no se entiende que las instituciones públicas europeas y mundiales no declaren una búsqueda y captura universal de este individuo con apariencia de no haber roto un plato en su vida y declare como lectura non grata esos capítulos bíblicos. Por cierto, ¿dónde están esos censores que piden expurgar el capítulo que narra el incesto de las hijas de Lot, pero nada dicen de esos textos que exigen a Jahvé la muerte de sus enemigos y de sus hijos?
Las Escrituras contienen versículos que amnistían a Netanyahu de su bárbaro proceder. Se limita a cumplir la voz de Jahvé, lo que le exime de la consideración de ser tenido como genocida, asesino o criminal de guerra
Uno entiende que Jahvé tenga como pueblo elegido a Israel -lo que ya no sé si tal predilección cuestiona su gusto político-, pero que este pueblo pida masacrar a sus enemigos podría entenderse en los tiempos de Hammurabi y de Moisés. Pero, ¿hoy? Hay algo que supera la capacidad del intelecto y de la sensibilidad ética y moral.
Lo del diente por diente es poco
La imagen del diente por diente y ojo por ojo se queda corta ante el espectáculo que ofrecen algunas peticiones del salmista del libro de los Salmos, que, una y otra vez, los actuales líderes de Israel siguen concitado en sus apariciones públicas.
En el Nuevo Testamento, el crucificado dijo “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”(Lucas, 23, 35), pero no es eso lo que pasa con Netanyahu y su cuadrilla de tablajeros. Son muy conscientes de lo que hacen y no tienen propósito de la enmienda. Como suele decirse “no tienen perdón de Dios”,
Algunos se preguntan si este Jahvé de la Biblia es el mismo Dios al que Jesucristo llamaba Padre en los evangelios. Bueno, es Jesucristo quien dice que su “Dios es el Dios de Israel” (Marcos, 12,19). Sea como sea, uno se pregunta cómo puede cambiar tanto el Jahvé de la Biblia para convertirse en el Dios Padre del Nuevo Testamento. Hay textos bíblicos donde este Jahvé inspira más terror que Terminator y Godzilla enloquecidos al unísono feroz. Jahvé es un ogro devorador, vengativo y sediento de sangre, lo que convierte a sus seguidores en sanguinarios.
Inquieta que se diga que la esencia de este Jahvé es inmutable y haya podido cambiar tanto desde el Génesis hasta convertirse en ese otro Dios, lleno de Misericordia y de Amor como dice el papa Francisco, un Dios tan misericordioso que incluso ama a los gay. No era ese, desde luego, el talante del Jahvé del Antiguo Testamento. Es una contradicción teológica que, incluso, pone en entredicho su existencia.
Algunos se preguntan si este Jahvé de la Biblia es el mismo Dios al que Jesucristo llamaba Padre en los evangelios. Bueno, es Jesucristo quien dice que su “Dios es el Dios de Israel”
Ideas criminales y asesinas
Albergar en el cerebro ideas perversas, ideas criminales y asesinas, sentimientos, más que negativos, sádicos, forma parte de la partitura sentimental con que se afrontan ciertos actos en la vida. ¿Quién no ha deseado que a Trump, a Putin y a Netanyahu les entre al unísono democrático una diarrea sine die dejándolos para el arrastre for ever? Claro que lo de desear su muerte lo dejamos para la Divina Providencia, que, como decía el filósofo de Könisberg, sabe bien lo que se trae entre manos. Y no hace falta que le pidamos esto o aquello. Tal petición pondría en cuestión su Omnisciencia.
En la Biblia hay infinidad de versículos donde el salmista pide a Jahvé, que pulverice a los que “nos hacen mal”, porque “son infieles y no siguen el espíritu de Jahvé”. Y Netanyahu no tiene ningún escrúpulo en ocupar el puesto de ese salmista y su recitar de memoria su mensaje trasladándolo literalmente a la actualidad. Y se queda tan ancho. Si antaño eran los amalecitas quienes hacían mal a Israel, ahora son los terroristas de Hamás. Lo tiene fácil. Sólo con cambiar los nombres de los enemigos del pueblo elegido y voilá.
Son todos los que están
Son todos los versículos que cito, pero no están todos los que son. Los he tomado del libro de los Salmos conjunto de oraciones y de himnos; el Levítico y el Deuteronomio. El de los salmos se califica como “literatura sapiencial”, cosa de sabios, lo que tiene su retranca. Dicen que sus características textuales son la brevedad y la elipsis, lo que dificulta su interpretación. Pero ya se verá que los casos que traigo a colación no necesitan mucha exégesis para comprenderlos a la primera.
Son las mismas citas con que los actuales líderes del genocidio palestino han pretendido justificar su barbarie. El salmista se dirige a Jahvé a quien tutea como si se tratara de un amigo de toda la vida. Le pide reiteradamente que haga desaparecer de la faz de la tierra a quienes se oponen al pueblo elegido de Israel, a ellos y a sus descendientes.
a) “¡Quiébrales, oh, Dios, los dientes en la boca; rompe, oh Jahvé, las quijadas de estos leoncillos! Desaparezcan como agua que se va, que se marchiten como musgo que se pisa. Sean como el caracol que se deslíe caminando; como aborto de mujer, que no ve el sol. Antes de vuestras calderas sientan el fuego de las espinas, verdes o secas lléveselas el torbellino. Se alegrará el justo al ver el castigo, bañará sus pies en la sangre del impío” (Sal, 58,7-11).
b) “Oración contra el enemigo. Despierta Jahvé para castigar a todas las gentes, no tengas piedad de los que obran pérfidamente. No los mates, para que mi pueblo no olvide; hazlos andar vagabundos por tu poder y abátelos, oh, señor, escudo nuestro. Acábalos en tu furor, acábalos y dejen de ser, y sepan que hay un Dios que domina en Jacob” (Sal, 59, 6,12-14).
El salmista se dirige a Jahvé a quien tutea como si se tratara de un amigo de toda la vida. Le pide reiteradamente que haga desaparecer de la faz de la tierra a quienes se oponen al pueblo elegido de Israel, a ellos y a sus descendientes
c) “Que sus días sean pocos y otro ocupe su empleo. Queden huérfanos sus hijos y viuda su mujer. Vayan errantes sus hijos y mendiguen y sean expulsados de sus casas arruinadas. Que el acreedor se apodere de sus bienes y los extraños se adueñen del fruto de su trabajo. ¡Jamás le brinde nadie su favor, ni se apiade de sus huérfanos! Sea dada su posteridad al exterminio, bórrese su nombre en una generación (Sal, 109, 8-13).
d) “En la tierra que Yahvé, tu Elohim te da por heredad para que la poseas, borrarás la memoria de Amalec de debajo del cielo, no lo olvides” (Deuteronomio, 25,19).
En 2024, Netanyahu recordaba a sus correligionarios los mismos versículos: “Debéis recordar lo que Amalek os ha hecho”, dice nuestra santa Biblia. Nosotros lo recordamos y estamos luchando”. Ni que decir tiene que los amalecitas de ayer son los palestinos de hoy.
“Cuando Jeová tu Dios te haya introducido en la tierra a la cual entrarás para tomarla en posesión y haya expulsado delante de ti a muchas naciones destrúyelas por completo. No harás alianza con ellas ni tendrás de ella misericordia” (Deuteronomio, 7.1.2
“No dejarás con vida a ninguna persona. Los destruirás completamente, como Jeová tu Dios te ha mandado” (Deuteronomio, 20:16).
e) “Perseguiréis a vuestros enemigos, quienes caerán a espada delante de vosotros. Cinco de vosotros perseguiréis a cien y cien de vosotros a diez mil Vuestros enemigos caerán a filo de espada ante vosotros” (Levítico, 26, 7-9).
Versículos parecidos se pueden encontrar en el Corán: “¡Oh, profeta! Dios es tu apoyo y los verdaderos creyentes que te siguen. Alentad los fieles a la guerra; si veinte de vosotros perseveran constantes destruirán a doscientos; si cientos, ellos derrotarán a mil infieles”.
Según estudiosos, en la Biblia hay alrededor de 600 pasajes bíblicos de incitación a la violencia y alrededor de cien donde se ordena explícitamente matar al enemigo. Como contrapartida, también hay otros cientos de textos donde se ofrecen mensajes de paz, de justicia y de misericordia, pero ninguno de estos conceptos interesan al gobierno israelí. No parecen formar parte de su vocabulario, menos aún de su sensibilidad y de su sentido de la moral.
Bien sabemos que el genocidio de Israel no se realiza en nombre de un mandato divino. Sería aceptar una superstición tan criminal como engañosa. Pero sí es verdad que el gobierno israelita ha convertido la Biblia en pretexto para justificar su delirio criminal, lo que debería ser denunciado por el resto de las religiones del mundo, pero no lo han hecho. Roma tampoco.
Según estudiosos, en la Biblia hay alrededor de 600 pasajes bíblicos de incitación a la violencia y alrededor de cien donde se ordena explícitamente matar al enemigo
Los Netanyahu de antaño
En este contexto, es bueno saber que lo que está haciendo Netanyahu no es nuevo en la historia. Antes que él cayeron muchos más en el estupro de abusar de la religión convirtiéndola en mercancía para azuzar a la población en nombre de un Dios guerrero contra los llamados enemigos de la Patria. Sin ir más lejos, en España no hubo guerra en que la invocación a la Divina Providencia no estuviera a la orden del día. Y no sólo. En realidad, no ha habido en Europa nación que se haya privado de apelar a esa intervención divina para que actuara en su favor. Desgraciadamente, tal poso providencialista sigue en pie en todos los países actuales, sea cual sea su religión. En todas ellas, se invoca a Dios para salvar un patriotismo de mierda frente a otro patriotismo de igual naturaleza sintética. La religión ha sido, lo sigue siendo, el medio más barato de los existentes para manipular la inteligencia y la voluntad de la buena gente que sigue creyendo en este providencialismo de cartón piedra.
En un manual escolar alemán de primeros del siglo XX, haciendo referencia a la Gran Guerra de 1914, se lee: “La patria está cercada, pero Dios ha derribado siempre a los enemigos de Alemania. Dios castigó a Napoleón en 1812…” (Marc Ferro, La gran Guerra, Alianza, Madrid, 1970).
Con relación al caso de España, me situaré en el contexto de la guerra contra las “hordas salvajes” (sic) de Marruecos en 1909. La jerarquía eclesiástica, junto con la derecha conservadora y reaccionaria de España, movilizará sus parroquias para que la población rezase al “Señor de los Ejércitos y aplastara a los infieles rifeños”, como si estos no rezaran al mismo Dios aunque con distinto apodo.
La religión ha sido, lo sigue siendo, el medio más barato de los existentes para manipular la inteligencia y la voluntad de la buena gente que sigue creyendo en este providencialismo de cartón piedra
En los sermones que se despepitaron en las iglesias de España durante el mes de agosto, los predicadores caerán en idéntico conductismo religioso. Limitándome a los que se oficiaron en Navarra, en uno de ellos dijo el “orador sagrado”: “Nunca España fue más grande, sino cuando ha ido a la guerra animada por la que siempre ha sido en esta nación la que más ruidosas y señaladas victorias nos ha proporcionado”. Y la bomba informativa del momento: “Pelayo alcanzó su victoria sobre la morisma por intercesión de María Santísima. Y la Virgen del Perpetuo Socorro está ahora en Melilla con nuestro ejercito y con él pelea para confundir a los rifeños” (Diario de Navarra, 24.8.1909). ¡Pobre Virgen y pensar que era pacifista!
El 23 de agosto de este año, los obispados españoles publicaron una circular en sus Boletines Eclesiásticos sobre “la guerra en el Rif, debido a la intervención de las tribus rifeñas contra los trabajadores españoles de las minas de hierro del Rif , cerca de Melilla”.
La guerra entraba en los planes de Dios, porque como se decía: “Dios en sus juicios inescrutables ha sometido a esta desdichada nación a estas azarosas circunstancias y pruebas dolorosas derivadas de la guerra del Rif”. A pesar de tal inescrutabilidad, los obispos gozaban de la ubicua habilidad para penetrar en tales juicios y exponerlos a la población con absoluta nitidez. Y, luego, hablaban de las supersticiones de los hechiceros del África negra. ¡Qué peña de zamalandruquis!
La verdad es que el nivel de este paranormal conductismo religioso de aquellos obispos nada tenían que envidiar al del actual Netanyahu. Así cloqueaban “La defensa del honor nacional, atrozmente vilipendiado, ha compelido a nuestra amada nación a lanzarse a una sangrienta lucha con los enemigos perpetuos de nuestra Fe y de nuestra Patria”. Una frase que, cambiando lo que haya que cambiarse, podría decirla Netanyahu referida a los palestinos y a Hamás: “El honor nacional de Israel ha sido vilmente vilipendiado por los terroristas de Hamás, en consecuencia…”.
La circular evitaba el lenguaje belicoso y agresivo, limitándose a señalar a la feligresía aquellos medios necesarios para “desagraviar a Dios”, aunque ignoramos en qué medida los rifeños, por el hecho de reivindicar para su pueblo las minas de hierro de la zona, agraviaban a Dios y no los intereses económicos de la burguesía española que explotaba esas minas desde sus despachos. La circular decía que para limpiar este desagravio había que rezar y ejercer la caridad. Claro que, difícilmente con estas “armas” se conseguiría “de su inefable misericordia el auxilio y triunfo y victoria de las armas españolas”. Y ¿si el ejército español salía derrotado? ¿Significaba eso que Dios quedaba sin desagraviar? Menudo galimatías teológico.
Posteriores consideraciones matizaban un poco más el fondo doctrinal del que partía la circular: “Teniendo en cuenta que no hay para Dios diferencia en librar con muchos o con pocos y que del cielo ha de descender la victoria más que de la fortaleza de los hombres, exhortamos encarecidamente a todos a que redoblen sus plegarias ante el Señor de los Ejércitospara que bendiga los esfuerzos de las armas españolas contra los enemigos inveterados de nuestra religión de España”. Y contra los enemigos inveterados de la religión era evidente que Dios no se podía hacer el remolón, aunque en esta ocasión, de forma inescrutable, se lo hizo. Y Dios quedó sin desagravio.
Hay que exterminarlos
Lo más curioso de esta circular es contrastar sus caracterizaciones con las que la prensa del momento endilgó a quienes en Barcelona se habían manifestado contra la guerra del Rif y del embarque de los soldados con destino a Marruecos y que dieron origen a la llamada Semana Trágica de Barcelona, teniendo como colofón el fusilamiento del inocente Francisco Ferrer i Guardia, fundador de la Escuela Moderna.
Diario de Navarra diría que “estos momentos los han aprovechado elementos degenerados, turbando la paz interior del reino, cometiendo los más horrendos crímenes y sacrílegas profanaciones en la hermosa ciudad de Barcelona, con una barbarie más criminal todavía que las salvajes hordas del Rif” (26.8.1909).
Palabras relativamente suaves si se comparan con las que suscribió la revista integrista navarra, intitulada La Avalancha. No sé si supera el nivel de odio de los textos bíblicos, pero lo intenta. He aquí el fragmento que, bien mirado se anticipaba en veintisiete años a los textos que escribieron los golpistas al rebelarse contra la II República:
“Esa canalla mal nacida no reconoce más ley que el exterminio y la destrucción, y con esa misma ley hay que tratarlos. Hay que exterminarlos sin dejar la menor semilla de tal maldecida planta, rayendo del honrado suelo español hasta el último átomo de la revolución francesa, de donde dimanan todas estas infamias. El hombre que se atreva a tan heroico remedio, no dude que merecerá el bien de la Patria y un puesto de honor en la Historia”. Parece que estuviera preconizando la llegada del Dictador.
Luego seguía: “Los que se aprovechan de los aprietos de la Patria, metida en grave lucha con los rifeños, los que no tienen ni ante el respeto debido a la virtud heroica (…), esos malvados ni son españoles, ni son seres humanos, son hienas cobardes, a las que hay que exterminar a todo trance. (La Avalancha, 9.8.1909).
Con un par. Sin pedir permiso al señor de los Ejércitos, ni su mediación. Ni oraciones, ni salmos. Por las bravas.
Al comentario anterior se sumó Diario de Navarra que redujo de un plumazo la causa de la existencia de esos malvados españoles a una sola palabra: “El anticlericalismo es el enemigo de Dios, de la Patria, del Ejército que tan gloriosamente se está conduciendo; de las instituciones, de la ciencia, de las artes y el enemigo hasta de todos los seres humanos aunque sean niños, aunque sean ancianos. He aquí el enemigo: el anticlericalismo el que en 24 horas destruye veinte siglos de civilización, convirtiendo al hombre en fiera” (11.8.1909). Y contra las fieras todo estaba permitido.
La historia se repite a pesar de conocerla
Octubre de 1924. Mismo escenario: guerra en Marruecos. Y los obispos y familia clerical sin variar una coma, soltando las mismas andanadas teológicas providencialistas.
Volviendo a la ciudad de Pamplona y, según la prensa local, en la Catedral, “el obispo con textos de las sagradas escrituras demostró que no valen máquinas de guerra y ejércitos numerosos sin la asistencia del Dios de los ejércitos”. Para fundamentar esta afirmación, “citó, además, hechos de la historia de España como el triunfo de Lepanto para demostrar que cuando los pueblos son religiosos y fieles a Dios este los eleva y les da el triunfo”. O los dejaba abandonados a su suerte en el piélago como en la batalla de Trafalgar. Quizás, en estos momentos la línea de comunicación con Dios no tenía cobertura o, mucho más doloroso aún para la autoestima católica vaticanista, las oraciones de los protestantes de la pérfida Albión fueron más intensas que las suyas y así pasó.
En cuanto al Dictador ahí están sus palabras reproducidas mil veces en la prensa golpista: “Nosotros somos católicos. ¡En España se es católico o no se es nada!
Y, si nos colocamos en el contexto de la guerra civil, no es que la intervención del aprendiz de teólogo de Netanyahu quede ensombrecida por la avalancha de citas de la Biblia y del Nuevo Testamento para justificar dicha “epopeya católica”, pero son tal para cual. En un número extraordinario de la revista “Reinaré en España” (1937), publicada por el arzobispado de Valladolid con el título “El Ejército, La Iglesia y el Pueblo” , los golpistas atribuirán, ahí es nada, a la víscera sagrada del Sagrado Corazón de Jesús “el inmediato triunfo del Glorioso Movimiento Nacional, (…) porque nuestro ideal es santo y es justo, Dios bendice nuestra causa y la victoria total, sin duda alguna no se hará esperar”.
En dicha revista, se reproducirán artículos de la plana mayor de la jerarquía eclesiástica (Gomá, Ilundain, Tomás Muñiz, Eijo Garay, etc.); de generales y capitanes y almirantes del ejército golpista (Mola, Queipo Llano, Saliquet, Orgaz, Gil Yuste, Kindelán, Moscardó, Aranda, Varela, Millán Astray, Martínez Anido, Dávila, Jordana, etc.), y de quienes se decía “representaban” al pueblo español (Esteban Bilbao, Suñer, Pemán, María Echarri, Juan Tusquets, etc.). Todos ellos competirán a ver quién la decía “más gorda” en el terreno de la melonada teológica y providencialista.
Aunque pocos superarán al “fino intelectual” Millán Astray que calificará a Franco como “el designado por Dios para salvar a España” y, en una segunda versión, como “enviado de Dios como conductor para la liberación de y engrandecimiento de España”.
El editorial de la Revista abundará en la misma imagen recurriendo esta vez a una cita bíblica: “El ejército, encarnado en el caudillo providencial con su cortejo de Generales invictos, para quien parecen proferidas de nuevo las palabras del Libro sagrado: “toma esta santa espada y con ella derribarás a los enemigos de mi pueblo” (II Macabeos, 15, 16). Y ya se sabe cómo la tomó.
Lo extraño del texto es que esa espada no la asociara con la Tizona del Cid Campeador, y que, según la leyenda, pertenecía al rey Búcar de Marruecos, y que el Cid se la ganó en Valencia.
En cuanto al Dictador ahí están sus palabras reproducidas mil veces en la prensa golpista: “Nosotros somos católicos. ¡En España se es católico o no se es nada! (…) Nuestra unidad, nuestra fraternidad, la encontramos dentro del catolicismo… Allí encontramos también nuestra concepción del mundo y de la vida. Este carácter católico bastaría para distinguir del estadismo mussoliniano o del racismo hitleriano, nuestra Revolución española que es una vuelta integral a la verdadera España, una reconquista total (…) Nuestra lucha rebasa las fronteras nacionales; ha tomado la forma de una Cruzada en la cual se juega la suerte de Europa y es a España a quien vuelve a corresponder el honor de defender una fe, una civilización y que el bolchevismo pretende destruir”.
Teócratas camuflados
Desgraciadamente, hay gente de sacristía que sigue practicando este sistema ahistórico y anticientífico como es la utilización de textos bíblicos descontextualizada para arremeter contra leyes aprobadas en el Parlamento. Netanyahu lo hace sin rubor alguno, porque es un teócrata convencido, pero en el Estado español hay muchos teócratas camuflados que, en el fondo, piensan y sienten como el dirigente israelí y, si no citan la Biblia, para justificar sus desvaríos providencialistas es porque la ignoran. Y, porque, muy probablemente, harían el ridículo si para debelar a sus enemigos políticos fundamentaran dicha persecución en el profeta Isaías o Jeremías.
Pero esta ignorancia de las “sagradas escrituras” no impide echar mano de la manipulación de la fe de la gente, en beneficio de políticas que no se sostienen en valores democráticos. Y, aunque se ignore el libro de los Salmos o el Levítico, hay políticos que se comportan igual de providencialistas que Netanyahu. O peor, porque el israelí, al menos, no oculta su fanatismo religioso.
Pero esta ignorancia de las “sagradas escrituras” no impide echar mano de la manipulación de la fe de la gente, en beneficio de políticas que no se sostienen en valores democráticos
Quede claro que a nadie se le impide creer en Dios -es una esclavitud a la que cada cual puede libremente someter su inteligencia y su racionalidad-, pero, si este creyente, seguro que buena persona, se mete en política, desengañémonos, no tardará en convertirse en un peligro potencial del Estado Laico o aconfesional. Porque, lo digan o no, no dudarán en poner a Dios por encima de Todo, sea este todo el poder civil, la soberanía popular, la constitución, la democracia, el estado de derecho, el Estado Laico… ¿Que no? Repasen las hemerotecas y comprobarán cientos de actos protagonizados por políticos que asisten “en cuerpo de ciudad” a procesiones, a misas y celebraciones religiosas y siguen prometiendo y jurando sus cargos públicos ante crucifijos… conculcando el principio de aconfesionalidad del Estado que dicta la Constitución. Y lo mismo podría decirse de la monarquía y de su familia y ciertos militares del Ejército y la Legión… donde su presencia en celebraciones, ofrendas y homenajes religiosos siempre se salda con el mismo precio: el vasallaje de una institución pública del Estado aconfesional ante una teocracia nada camuflada.
Para terminar, la pregunta
Y volviendo a la cuestión acerca de querer el mal y la muerte del enemigo que tanto se prodiga en la Biblia, repito la pregunta: “¿Nos alegraríamos al saber que un tipo como Netanyahu, Putin o Trump la palmaran “de súbito prono”, como decía uno? ¿Echaríamos cohetes de alegría sabiendo que cualquiera de ellos muriese de repente?
En una ocasión, alguien dijo que “Franco se había de morir en día de fiesta”. La gente que le escuchaba, preguntó: “¿Y qué día de fiesta es ese?”. La respuesta del “pitoniso” fue: “Cualquier día que muera será día de fiesta para las izquierdas de este país”. Y así fue. Las botellas de cava que se consumieron fueron testigo. Nunca se alegraron tanto de la muerte de alguien… como ese día.