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Convento de las Clarisas de Belorado (Burgos). EFE/Santi Otero

El obispo excomulgado, las monjas del chocolate y una trama de compraventa de conventos

Las 16 religiosas clarisas de la comunidad, guiadas por su misteriosa abadesa, siguen los dictados de Pablo de Rojas Sánchez-Franco, que considera al dictador con el que comparte apellido “nuestro invicto caudillo”, y se rige bajo las normas del Opus Dei previo al Concilio

Duque imperial, príncipe elector del Sacro Imperio Romano Germánico y cinco veces Grande de España. Así se presenta Pablo de Rojas Sánchez-Franco, el obispo cismático –fue excomulgado en 2019– que se ha convertido en el ‘Papa’ de las clarisas de Belorado. Unas monjas que, por cierto, se arriesgan a la excomunión si siguen adelante con una deriva con una importante vertiente económica y que ha pillado por sorpresa a todos. O a casi todos, porque en abril la Iglesia ya había abierto un expediente a las religiosas. Por el momento, las religiosas no abrieron sus puertas al representante del Obispado, pero tampoco a los pocos fieles (y algún que otro medio de comunicación) que a las seis de la tarde se presentaron en el convento de Belorado para asistir a una misa que se llevó a cabo en privado, con la presencia de un oficiante vestido de obispo, a tenor de las imágenes publicadas por el convento.

Sánchez-Franco es el fundador de la Pía Unión de San Pablo Apóstol, un grupo que se considera “una suerte de Milicia Guerrera predestinada a sobresalir sobre todo lo existente”, tal y como resalta el experto Luis Santamaría del Río en A las afueras de la cruz. Las sectas de origen cristiano en España (BAC), y que se considera a sí misma la verdadera Iglesia de Cristo. Por eso, su líder se presenta siempre como “obispo católico, apostólico y romano”.

Las tesis que ahora asumen las 16 clarisas de Belorado, aun a riesgo de ser excomulgadas, son –según el libro de Santamaría– radicalmente contrarias al Concilio Vaticano II, al que se refieren como “la secta del conciliábulo”, y que niega la legitimidad de todos los Papas a partir de Juan XXIII. No es un sedevacantista al uso, pues no solo no admite la validez de los sacramentos postconciliares, sino que tampoco los administrados por otros grupos cismáticos, como los lefebvrianos. ¿Por qué? Porque monseñor Lefebvre fue ordenado obispo, supuestamente, por un obispo masón.

El obispo Sánchez-Franco fue relacionado con la secta del Palmar de Troya, aunque él lo niega. Y considera a su organización como la “verdadera Iglesia de Cristo”. En la Pía Unión “seguimos los estatutos dados por Monseñor Escrivá de Balaguer a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y al Opus Dei”, describe. Unos estatutos escritos antes de que fueran reconocidos por Juan Pablo II, papa al que denominan “hereje”.

Una asociación inscrita en Interior

Por muy secta que parezca, lo cierto es que la Pía Unión está incluida, desde 2021, en el Registro Nacional de Asociaciones del Ministerio del Interior, con el número 622.513. Su sede está en Bilbao, y en sus redes sociales se pueden encontrar infinidad de sermones a los fieles, en los que, por ejemplo, les prohíbe vacunarse contra la Covid-19 “bajo pena de pecado mortal”.

Sánchez-Franco se refiere al otro Franco (Francisco) como “nuestro invicto caudillo”, y considera rey legítimo de España a Sixto Enrique de Borbón-Parma (pretendiente carlista al trono). En 2021, asegura Santamaría, “Pablo de Rojas hizo pública la convocatoria de un cónclave –que se celebraría en España, con la asistencia de otros obispos cismáticos y sedevacantistas– para elegir un papa legítimo, pero no ha vuelto a haber noticias sobre el acontecimiento”.

La otra protagonista del escándalo es sor Isabel de la Trinidad, la ‘eterna’ abadesa (lleva varias décadas) de la comunidad de clarisas de Belorado-Orduña (los dos conventos se fusionaron en una sola comunidad por falta de vocaciones, y cuyo mandato tenía que expirar, como fecha tope, el próximo 29 de mayo. Pese a ello, desde la diócesis de Burgos descartan que este hecho tenga que ver con la inusitada decisión de abandonar la Iglesia católica y declarar herejes a todos los papas después de Pío XII.

Una abadesa desaparecida

Sin embargo, tal y como apuntan algunos de los pocos conocedores del escándalo que ha estallado este lunes, desde hacía meses sor Isabel evitaba cualquier encuentro personal con el obispo Iceta o sus representantes eclesiásticos. Así, todas las reuniones se hacían por persona interpuesta o, a lo sumo, a través del torno del convento. Tanto es así que algunos han llegado a pensar que la religiosa ya no está viva.

Ni siquiera hoy la abadesa ha atendido al teléfono al arzobispo de Burgos, que ha tenido que conformarse con hablar con la vicaria, quien le ha confirmado que la comunidad, de manera unánime, tomó la decisión de separarse de Roma.

Detrás de este cisma hay un elemento económico de peso: la frustrada compraventa del convento de las clarisas en Orduña. Este edificio fue abandonado en 2002 por las pocas religiosas que quedaban en él, que se mudaron a Burgos para unirse a las de Belorado, por lo que el inmueble pasaba a manos de la orden, con sede en Vitoria. Pero las clarisas reposteras no querían renunciar a él, así que pactaron en 2020 la compra del convento de Orduña, por el que la comunidad de Belorado pagaría 1,2 millones de euros.

En el acto de compraventa aportaron 100.000 euros y se fijaron pagos semestrales de 75.000 euros. Se entendía que las religiosas, gestoras de un próspero negocio de fabricación de trufas y chocolate, no tendrían problema en afrontar esas cuotas. El primer vencimiento era el 1 de noviembre de 2022, pero nunca llegó a hacerse. Ni ese ni ningún pago.

El impago obligó a convocar a las monjas de Belorado ante un notario para rescindir el contrato, pero las religiosas rebeldes no lo aceptaron y denunciaron judicialmente a sus –hasta hoy– hermanas de congregación. Este fue el hecho que alertó al Arzobispado de Burgos, que junto al de Bilbao (del que depende el convento de Orduña) emitió un comunicado en el que explicaban que el edificio estaba vacío y suprimido canónicamente, por lo que la propiedad pertenece a la congregación y no a la comunidad de Belorado.

En marzo de 2024, indican fuentes diocesales, Sor Isabel manifestó tener un benefactor que compraría y pondría a su nombre el Monasterio, para después revendérselo a las monjas de Belorado, que a su vez pensaban financiar la compra con la venta de otro monasterio en desuso situado en Derio. Ante las sospechas de que esa persona era ajena a la Iglesia católica, el obispo de Vitoria y su vicario para la vida consagrada se desplazaron para hablar con la abadesa, que se negó a recibirles. El resto de las monjas capitaneadas por Sor Isabel aseguraron desconocer el nombre del misterioso comprador.

“Ante esta situación, el 7 de mayo, la comunidad de Belorado es convocada por la comunidad de clarisas de Vitoria ante un notario para rescindir el contrato de compraventa a instancias de esta última comunidad. En la notaría, Sor Isabel, acompañada por Sor Paz y Sor Sión, entregó un pliego reclamando 1,6 millones de euros como pago por el importe de las obras realizadas por su comunidad en el Monasterio de Orduña y daños y perjuicios. Al no aceptar Sor Isabel la rescisión del contrato, lleva el asunto a instancias judiciales”, detalla la archidiócesis de Burgos en su comunicado.

Hasta ahí había llegado el folletín religioso-inmobiliario, hasta las 5.30 de la mañana de este lunes, cuando el vicario de la diócesis se encontró un mensaje de Whatsapp con la decisión de las religiosas de abandonar la Iglesia católica.

El cisma está servido. Y muchos interrogantes, por responder.

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