Comentarios del Observatorio
«Café para todos». Esta expresión se suele utilizar para referirse a la extensión de los privilegios de unos a otros. Pero que más religiones tengan privilegios, no deja de ser una discriminación al resto de religiones y a las ideologías no religiosas. Al contrario, extender los privilegios significa extender la vulneración de la laicidad y el principio básico de igualdad que forma parte de la misma. La única manera de respetar el principio de igualdad es eliminar todo privilegio.
«Las administraciones aún no están preparadas para ladiversidad religiosaen nuestro país», señala Mohamed Chaib, responsable de la comunidad islámica Amigos de la Paz, en Trinitat Vella. Se refiere a la cola incesante de personas que, durante dos horas, desfilan ante la mezquita para acceder al reparto de comida que realiza la entidad durante los días de Ramadán. «La mayoría son personas que viven en la calle o sin recursos y los servicios sociales ni se adaptan ni piensan en el Ramadán», sigue Chaib, que también es educador social.
«Nos hemos dado cuenta de que las personas que dependen de la administración –los que viven en albergues o quienes duermen en la calle o en asentamientos y asisten a comedores sociales– no pueden hacer el Ramadán«, apunta Chaib. Ni los horarios ni el tipo de comida se adapta a los usuarios que siguen el ayuno. «Si no pudieran venir aquí comerían mal, cualquier cosa, y esto es un riesgo para la salud: si comes poco y haces ayuno durante 30 días, en las horas de comer hay que hacerlo bien», insiste.
Mezquitas y repartos de comida
No es de extrañar que, durante los días del Ramadán, todas las mezquitas que organizan repartos de comida estén llenas. Otra muestra es el reparto solidario que hace la Associació de Dones Marroquines, en Ciutat Vella, donde también se reúnen centenares de personas sin hogar. O el que organiza la mezquita del Clot. «Ahora mismo somos la comunidad quienes sostenemos esto, pero las administraciones deben garantizar la libertad religiosa y, por lo tanto, adaptarse a los ritos y tradiciones que quieren seguir las personas», insiste Chaib. Además, señala que cada vez son más los musulmanes nacidos en España que tienen plenos derechos para poder celebrar esta tradición religiosa.
La adaptación al Ramadán por parte de los servicios sociales es solo una de las cuestiones que la administración debe corregir para adaptarse a la realidad de los musulmanes en Catalunya, subraya Chaib. Según los últimos datos, suponen el 8% de la población y superan ya el medio millón de catalanes.
Cementerios
Otro gran problema que expuso la pandemia y que aún no ha acabado de resolverse es la falta de cementerios para enterrar según la tradición del islam. Quienes quieren ser enterrados siguiendo la fe musulmana deben hacerlo bajo tierra y en dirección a la Meca. Se trata de una competencia municipal. Varios consistorios catalanes ya han empezado a dar pasos en esta dirección, pero otros se niegan a ello, como es el caso de Ripoll. Es un asunto que preocupa a la comunidad islámica, ya que cada vez son más los migrantes que quieren ser enterrados en Catalunya en lugar de ser repatriados a su país, como solía ser habitual.
Otro tema pendiente es la regulación para realizar el sacrificio del cordero, la otra gran fiesta musulmana equiparable al Ramadán. La tradición musulmana dice que los cabezas de familia deben matar un cordero siguiendo el rito halal, para luego consumirlo en comunidad. A día de hoy, según la legislación sanitaria, es imposible de practicar y quien lo hace se expone a multas y sanciones.
Intento de acuerdo
De hecho, en 2019, la Conselleria d’Agricultura trató de cerrar un acuerdo sobre esta cuestión con el apoyo de los ganaderos en Catalunya. En este sentido, se daba herramientas a los musulmanes para realizar su tradición y, a la vez, se garantizaba la venta y consumo de producto local, dando aire al sector. Este acuerdo, finalmente, terminó en un cajón.
Estos son algunos de los temas que la comunidad musulmana quiere tratar para que la legislación cumpla con sus derechos religiosos. Cada vez lo hacen con más fuerza, teniendo en cuenta que muchos jóvenes musulmanes, nacidos aquí, sienten que la administración los trata como ciudadanos de segunda por sus creencias. Es por ello que han empezado a organizarse. «Queremos que se oiga nuestra voz y se cumplan nuestros derechos», explicaban recientemente en una entrevista con este diario.