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Terrorismo internacional: así ha cambiado el yihadismo desde el 11-MHenar de Pedro

Las diferencias entre el terrorismo de antes y el terrorismo de ahora: así se radicalizan los jóvenes que atentan en nombre de la yihad

Ahora el terrorismo es transfronterizo, digital y desestructurado. Y los perpetradores son jóvenes desarraigados.

En ellos figuran ciertos rasgos de la personalidad como la inmadurez, narcisismo, egocentrismo y agresividad.

A menudo aflora la imagen de un hombre de barba oscura y espesa, que no habla nuestro idioma, un psicópata malvado, respaldado por una meticulosa red forjada por las élites de una gran organización terrorista. Nada más lejos de la realidad. La verdad es que se trata de un chaval imberbe, veinteañero, sin acento y con ciudadanía europea, que escucha los mismos hits musicales que nosotros, viste con las zapatillas de moda y es adicto a las redes sociales. Como cualquier adolescente, se va de cañas, acude a fiestas y sale a ligar. Entonces, ¿qué lleva a un chaval aparentemente normal a convertirse en yihadista?

Desde hace ya una década, los terroristas que operan en Europa son chicos europeos, que tienen entre 17 y 35 años, de segunda o tercera generación, cuya familia es original del norte de África o de Oriente Medio. Pero nunca han viajado a aquellos países, y han tenido que aprender el idioma de sus padres. Sienten que no pertenecen a ninguna cultura, les es tan ajena la de sus familiares, como la de sus compañeros de clase.

El proceso de radicalización se teje sobre varias vertientes. Se radicalizan en casa, a través de Internet, y el factor clave es la socialización. Son jóvenes con una crisis de identidad social dada la sensación de desarraigo y, por ello, sienten la necesidad de pertenecer a una comunidad.

Encuentran, así, una narrativa virtual que les habla de ideas caballerescas sobre honor y batalla, venganza y lealtad. A esto se agrega una persona que facilita esa conversión a la ideología extremista, los llamados agentes de radicalización, que observan y escogen a los más manipulables. Y puede ser tanto un imam, como un tío, un hermano, o un primo.

Empiezan entonces a dejar de beber, de fumar, se dejan barba, llevan una vida sana y se centran, primero, en la religión. Logran al fin esa afinidad que les otorga cierto cobijo y seguridad, porque, la radicalización, es el proceso de absorción de un sistema de valores, pilar fundamental para darle sentido a la vida. Comienzan a percibirse parte de una unidad, hasta la interiorización de ideas fanáticas que los llevan a demonizar al enemigo.

Figuran ciertos rasgos de la personalidad, como inmadurez, narcisismo, egocentrismo, labilidad afectiva y agresividad, que producen la capacidad criminal y la consiguiente deshumanización. De pronto, su frustración se torna motivación.

¿Cómo ha cambiado el terrorismo?

Lejos quedaron los terroristas Isthusari, aquellos mártires reclutados y adoctrinados, instruidos militarmente en gimnasios y clubes de boxeo iraquíes, enviados a Occidente aposta para perpetrar atentados. Ahora son Inghimasi, ya viven en suelo europeo, no tienen conocimientos específicos, y la misión es causar el mayor daño posible. Para conseguirlo, están preparados para huir de la escena del crimen, pero con el único fin de seguir matando a cuchillo. Ha variado la propia configuración de terrorismo.

Al Qaeda vs Estado Islámico (o Isis en inglés, Daesh en árabe). Dos caras de la misma moneda. El viejo terrorismo islámico nace a finales de los  años 80 con Osama Bin Laden, el Daesh surge en 2014 con Al Baghdadi. Esta había sido la filial iraquí de Al Qaeda. La génesis del Estado Islámico se forja cuando Al Baghdadi es encarcelado en Camp Bucca, una prisión iraquí, tildada por muchos analistas como la universidad de los terroristas. Allí conocería a los que después se convertirían en cúpula de la nueva organización. De pronto, se genera una cisión: Al Qaeda tenía una línea operativa más tradicional, mientras que Al Baghdadi presentaba tácticas mucho más duras y salvajes. Tan duras eran, que Al Qaeda consideró al Daesh como una desviación sectaria del islam, que mancillaba la imagen de la misión. Como se observa en algunos escritos, Al Qaeda buscaba “conquistar los corazones y las mentes” para ganarse simpatizantes. El Daesh transformó aquel romanticismo en regueros indiscriminados de sangre, hasta contra los propios musulmanes.

Al Qaeda representa el viejo terrorismo, el Daesh, el nuevo. Y tan actualizado está, que se vuelve descentralizado e interactivo. Ya no se precisa de una jerarquía para actuar. Antes, como acontece en todo organismo terrorista, se creaban filiales. En las Brigadas Rojas italianas, por ejemplo, eran llamadas columnas. En España, ETA formaba comandos.

Los terroristas de hoy no tienen jefes en Oriente Medio que les digan dónde atentar, les basta un tutorial de YouTube

Este terrorismo, sin embargo, no precisa de una sólida estructura. La mayoría de células yihadistas ya no perciben fondos directos del Daesh, aunque sí resista cierta red de apoyo esparcida. Ahora se pide a los seguidores que actúen de forma individual y desde cualquier parte del mundo, sin respaldo económico y operativo detrás. Los terroristas de hoy no tienen jefes en Oriente Medio que les digan dónde atentar, les basta un tutorial de YouTube.

Por eso los ataques son menos aparatosos, de técnicas rudimentarias, a menudo defectuosas, como sucedió, por ejemplo, con los terroristas de Barcelona y Cambrils, a quienes se les explotó encima, accidentalmente, el artefacto que pretendían utilizar días más tarde, hecho que anticiparía los atentados.

Ahora el terrorismo es transfronterizo, digital y desestructurado. Y los perpetradores son jóvenes desarraigados. Por ello es importante la contra-narrativa y el control del contenido cibernético. Basta recordar la película alemana La Ola, y la facilidad con la que algunos jóvenes pueden dejarse persuadir por su entorno, hasta olvidar la adolescencia y convertirla en odio, y ser capaces de normalizar hasta la más bárbara atrocidad.

Biografía

Carmen Corazzini estudió periodismo y Comunicación Audiovisual. Se especializó con un máster en ‘Estudios Avanzados en Terrorismo: análisis y estrategias’ y otro en ‘Criminología, Victimología y Delincuencia’.

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