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Manifestación ante el Parlamento marroquí para denunciar la muerte de Meriem, de 14 años, durante un aborto. Jalal Morchidi / EPA vía MaxPPP

Cárcel o cementerio, el destino para las mujeres si abortan mientras esperan una ley en Marruecos

Rabat acoge esta semana la XI Conferencia Africana sobre Salud Sexual y Reproductiva, en un país donde se practican cientos de abortos cada día en condiciones de riesgo

Las mujeres acaban a menudo en la cárcel o, lo que es peor, en el cementerio. Una nueva ley podría aliviar esa angustiosa situación

Bajo un sol invernal, las calles de la medina de Rabat se llenan de colores con los puestos de los comerciantes. Para resolver su «problema», un herbolario ofrece a Assia* una bolsa de cápsulas por 250 dirhams (23 euros) o una tisana por 300 dirhams: «Recomiendo la tisana. Las cápsulas contienen algo muy fuerte que viene del Sáhara. Puede dejarte estéril». Assia está sentada en un rincón de la tienda, lejos del bullicio de la calle. Nunca se menciona la palabra «aborto», que es ilegal en Marruecos.  

La Asociación marroquí de lucha contra el aborto clandestino (AMLAC) calcula que abortan en el país entre 600 y 800 mujeres cada día. Por su parte, la Asociación marroquí de planificación familiar (AMPF) sitúa la cifra entre 700 y 1.000, extrapolando diversos indicadores. 

Estas mujeres se arriesgan a pasar de seis meses a dos años en la cárcel, y a menudo a perder la vida. Algunas recurren a métodos caseros; otras buscan píldoras abortivas prohibidas o, las más pudientes, un médico que las ayude. Según la AMPF, el 72% de los abortos clandestinos en Marruecos son inseguros

El Código Penal sólo autoriza a los médicos a interrumpir un embarazo en un caso: para salvar la vida de la madre, y con el permiso del marido. Y si el peligro es inminente, debe informarse al jefe médico de la prefectura o de la provincia. En 2015, el rey Mohammed VI dio orden de flexibilizar las condiciones para abortar «cuando el embarazo constituya un peligro para la vida y la salud de la madre», «en los casos en que el embarazo sea consecuencia de violación o incesto» y «en caso de malformaciones graves y enfermedades incurables que pueda contraer el feto». Nueve años después, la ley sigue sin cambiar. 

Infusiones peligrosas

El herbolario prepara la tisana delante de Assia. Sin pesar nada, coge un puñado de hierbas por aquí y otro de flores secas por allá, y los coloca sobre una mesa llena de polvo. Y le va indicando: «Esto es menta del Atlas», «Esto es psyllium», o «Esto son bayas silvestres que provocan fiebre, para hacerle caer». 

Mueve la mano por el estómago, imitando una expulsión. Las indicaciones son aproximadas: tomar la tisana por la mañana en ayunas y por la noche antes de acostarse, durante una o dos semanas. El joven no pierde su sentido comercial y ofrece a la joven un frasco de aceite de argán. Pero el té abortivo no sólo es ilegal, sino peligroso. Salma Ksikès, ginecóloga de Casablanca, advierte: «Los herbolarios no controlan la dosificación de los principios activos ni la interacción entre ellos. Si se superan ciertas dosis, se puede dañar el hígado o los riñones. El riesgo es mortal». 

Los herbolarios están explícitamente perseguidos por el Código Penal, junto con médicos, comadronas, vendedores de instrumental quirúrgico, masajistas, curanderos, etc. Son castigados con penas de uno a cinco años de cárcel si provocan o intentan provocar un aborto mediante «alimentos, brebajes, medicamentos, maniobras, violencia o cualquier otro medio». La pena se duplica si la práctica se considera habitual.

La penalización del aborto contribuye a poner en peligro la vida de las mujeres. Es una forma indirecta de feminicidio.

Yousra El Barrad, activista

Según la AMLAC, cada día abortan unas 200 mujeres en entornos no médicos. En las zonas rurales, los consejos de las qablat, parteras tradicionales, suelen ser la autoridad en ginecología. No tienen formación médica pero sus servicios son baratos y más accesibles que los de un médico. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un mínimo de 23 médicos por cada 10.000 habitantes: en Marruecos, sólo hay 7,3. Además, estos abortos llamados «tradicionales» se practican en casa, a veces sin infraestructura médica cercana en caso de complicaciones.  

En la región de Drâa-Tafilalet, una de las más pobres y con menos médicos, la localidad de Boumia vivió una tragedia en septiembre de 2022. Una adolescente de 14 años murió de una hemorragia provocada por un aborto practicado por iniciativa de su madre. Para colmo, murió en casa de su violador. Fueron detenidas cuatro personas, entre ellas la madre, que había pedido ayuda a una comadrona. 

La víctima, Meriem, cuya historia saltó a los medios de comunicación, se ha convertido en un símbolo. Pocos días después de su muerte, en respuesta a un llamamiento de la Federación de Ligas de Derechos de la Mujer (FLDF), apareció en Internet el lema#NousSommesToutesMeriem (Todas somos Meriem) y se esgrimió frente al Parlamento de Rabat. Yousra El Barrad, activista de la FLDF, participó en la sentada: «La penalización del aborto contribuye a poner en peligro la vida de las mujeres. Es una forma indirecta de feminicidio». 

La arriesgada búsqueda de Artotec

En enero de 2023, una mujer murió en Inezgane a consecuencia de un aborto provocado en su domicilio. Fue trasladada inicialmente a la consulta de un médico privado y luego murió en el hospital. El miedo a ser detenida retrasó dramáticamente el uso de un centro sanitario. Salma Ksikès lo explica: «Cuando llegan las pacientes, no dicen lo que han hecho. Tenemos que deducirlo de su perfil, lo que retrasa su tratamiento». Y añade: «Estar embarazada se considera una de las peores cosas que le puede pasar a una mujer soltera en Marruecos. Para ellas, lo que arriesgan socialmente es más importante que sus vidas.” 

Y esto puede llevarlas a cometer actos desesperados. Según un estudio realizado en 2010 por la asociación INSAF, sólo en Casablanca se abandonan cada año 300 bebés, vivos o muertos. El estigma social se extiende a toda la familia y a veces conduce a abortos contra la voluntad de las mujeres afectadas. 

Ibtissame «Betty» Lachgar, activista feminista desde hace muchos años, también estuvo en la manifestación por Meriem. Paseando por la medina de Rabat, recuerda una de las acciones clave del Movimiento Alternativo por las Libertades Individuales (MALI), que fundó en 2009: organizar la visita a Marruecos deWomen On Waves, una organización feminista holandesa que practica abortos gratuitos a bordo de un barco. «Las autoridades prohibieron que el barco entrara en aguas marroquíes… ¡pero ya llevaba allí un mes!”, dice, sonriendo.  

Desde entonces, el MALI atiende a las mujeres que desean abortar hasta las doce semanas de embarazo, suministrándolas un fármaco. Se trata de Artotec, un medicamento prescrito para la artrosis. Al contener misoprostol, provoca la contracción del útero, lo que lleva al aborto, por eso se utiliza como abortivo. El Ministerio de Sanidad marroquí se dio cuenta de ello y acabó retirando Artotec del mercado en 2018. 

En Francia también se prohibió ese mismo año, al igual que Cytotec, también a base de misoprostol. El MALI consigue ahora ese medicamento en otros países, como España, donde se puede adquirir con receta médica a 10,49 euros la caja de 40 comprimidos. 

El coste de la ilegalidad

Esos comprimidos también pueden encontrarse en el mercado negro. En el marketplace de Facebook, basta con teclear «artotec maroc» y aparecen una docena de anuncios acompañados de imágenes elocuentes: «para mujeres, envase original, eficaz», o «buen precio, artotec original». 

Los precios de los anuncios oscilan entre 150 y 2.000 dirhams (de 14 a 186 euros), sin indicar el número de comprimidos. Betty Lachgar arremete contra «esos traficantes [que] se aprovechan de la angustia de las mujeres. Además, no dominan la dosificación, que es muy específica. También hay que advertir a las mujeres de que en caso de hemorragia, aunque sea muy rara, deben acudir sin demora a urgencias». 

En Francia, desde el final de la séptima semana de embarazo hasta el final de la decimocuarta, las mujeres pueden someterse a un aborto quirúrgico bajo anestesia. En Marruecos, los nombres de los ginecólogos que practican abortos se pasan de boca en boca. Sus honorarios varían mucho, en función del riesgo de ser detenidos. Si la paciente muere, todo el equipo puede ser condenado a entre diez y veinte años de cárcel. En 2023, en Agadir y Meknes hubo detenciones de médicos y ayudantes por practicar abortos ilegales. 

Cada vez que ocurre, los medios de comunicación llaman a la misma persona, el profesor Chafik Chraïbi, fundador de AMLAC. Es uno de los pocos médicos que se ha pronunciado contra la penalización del aborto. «Tengo la impresión de que la ley se ha endurecido aún más. Los médicos ya no quieren practicar abortos. Todos los días se ponen en contacto conmigo mujeres desesperadas, que han ido a cinco o seis médicos, pero todos se niegan a practicar un aborto», afirma. 

Poca oferta, mucha demanda, y los precios por las nubes, a veces hasta 15.000 dirhams (1.391 euros). ¿Un precio inmoral? «Si fuera legal, el aborto costaría unos 1.500 dirhams. Pero cuantas más detenciones hay, más suben los precios», explica el doctor Chraïbi. Entonces, ¿por qué los médicos no se movilizan? «Temen ser tachados de abortistas. El Consejo Nacional de Colegios de Médicos no hace nada, aunque es su deber», afirma el profesor.

Hay que señalar que los médicos también pueden ganar mucho con los ingresos no declarados que genera este negocio paralelo. Según Betty Lachgar, activista feminista, algunos incluso aprovechan la situación para vender otros servicios. Recuerda a un ginecólogo de la capital que trató hace unos años a una mujer a la que acompañaba: «Una vez terminado, en la sala de recuperación, llamó a la paciente para que fuera a su consulta. Le dijo: ‘Mira, si quieres, puedo coserte el himen… es mejor, si quieres volver a encontrar marido'». 

En el corazón de Casablanca, Rania* presenció escenas espeluznantes cuando acompañó a dos de sus amigas a un ginecólogo conocido por practicar abortos en cadena. ¿El precio? «2.500 dirhams (232 euros), pero eso era antes de la pandemia». Describe una consulta sucia, «un cuchitril». Y, sobre todo, una acogida catastrófica, acompañada de violencia psicológica. «En la sala de espera, la secretaria llamó a mi amiga y la insultó: ‘¡Es tu turno, puta! A continuación, el médico pidió a la paciente que se desnudara. «Mi amiga no se quitaba las bragas, y le dijo: ‘¿Ahora te da vergüenza? Pero no te daba vergüenza abrir las piernas delante de tu novio.” 

Una «interrupción médica del embarazo» que ha quedado en nada

En Marruecos, nunca se ha querido realmente legalizar el aborto para todas las mujeres, sino ampliar el acceso al mismo. El 12 de enero, el ministro de Sanidad recordó al Parlamento que «la inmensa mayoría se orienta hacia la penalización del aborto ilegal, al tiempo que se exime de responsabilidad penal en los casos de fuerza mayor, como los embarazos de riesgo, los embarazos resultantes de violación o incesto, y las malformaciones congénitas del feto». Y así es: lleva años gestándose una propuesta de «interrupción médica del embarazo» (IMG). 

En 2011, Nouzha Skalli, ministra de Desarrollo Social, Familia y Solidaridad, presentó el primer plan de reforma del Código Penal, que debía ampliar el acceso al aborto. Fue aprobado por su gobierno… que cayó ese mismo año tras unas elecciones legislativas anticipadas que llevaron al poder a los islamistas del Partido Justicia y Desarrollo (PJD). 

Hubo que esperar tres años para que el aborto volviera al debate público. A finales de 2014, France 2 emitió un «Envoyé spécial» rodado en la maternidad Orangers de Rabat, dirigida por… Chafik Chraïbi. Su participación provocó su destitución, decisión de la que culpó directamente al primer ministro, Abdelilah Benkirane. El presidente de AMLAC se rebeló y estalló la polémica. 

En marzo de 2015 intervino el Rey . «El arbitraje real invitó a los diputados a examinar la interrupción del embarazo como una cuestión médica por excelencia, de acuerdo con los principios de un Islam tolerante y la evolución de la sociedad», explica Nouzha Skalli. Sin embargo, el PJD elaboradó un proyecto de ley muy restrictivo. «En caso de violación o incesto, la mujer tendría que presentar una denuncia y obtener un certificado de un juez declarando que su denuncia es creíble, para poder acceder a un aborto. Pero sabemos que en Marruecos sólo el 3% de las víctimas de violación presentan una denuncia», lamenta la ex ministra. El proyecto de ley fue aprobado por el Consejo de Ministros, pero desde entonces ha quedado en papel mojado.

Es también, y sobre todo, una lucha feminista por el derecho fundamental de las mujeres a controlar su propio cuerpo.

Betty Lachgar, activista feminista

En 2019, el tema del aborto volvió a ser noticia, con la detención y condena de la periodista Hajar Raissouni por mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio y aborto ilegal. Finalmente fue indultada por el Rey. En 2020, declaró a Mediapart que nunca había abortado y denunció la «instrumentalización del cuerpo de la mujer» por el Estado marroquí y la falta de libertad de prensa. 

La movilización de la sociedad civil que provocó el asunto Raissouni no bastó para poner de nuevo en marcha la maquinaria legal. El Partido Progreso y Socialismo intentó proponer un proyecto de ley en 2022, pero en vano. La activista Yousra El Barrad cree que la razón de la lentitud de la IMG es la falta de audacia de los políticos. «Los temas relacionados con la sexualidad siguen rodeados de tabúes culturales y de estigmatización», lamenta. En Marruecos, las relaciones sexuales fuera del matrimonio están prohibidas. «Los sentimientos religiosos de los marroquíes están manipulados por el movimiento conservador. Los políticos tienen miedo a las reacciones de los grupos religiosos».  

En las elecciones legislativas de 2021, los islamistas fueron desbancados por una coalición cuyas figuras defienden abiertamente posiciones progresistas. En la actualidad, la atención se centra en la tan esperada reforma del Código de Familia, que afecta a muchas reivindicaciones feministas. 

Salud, pero también libertad

Pero pronto podría haber movimiento en torno al aborto. Tanto Nouzha Skalli como Chafik Chraïbi confían en ello. «El ministro de Justicia me dijo que después de la Moudawana [el Código de Familia] abordaría el Código Penal. Estoy completamente seguro de que se aprobará el aborto en casos de embarazo de riesgo, violación, incesto o malformación congénita del feto. Esas situaciones sólo representan entre el 5 y el 10% de la realidad, pero ya es un primer paso», apunta el ginecólogo. Queda por ver si el proyecto de 2015, con todas sus limitaciones, se retoma tal cual o se retoca

En cualquier caso, Chafik Chraïbi ya aboga por una segunda fase de reforma, que haría accesible el aborto en nombre de la «salud» de la madre, según la definición amplia de la OMS: un estado de completo bienestar físico, pero también mental y social. En su opinión, esto daría acceso al aborto a todo el mundo. Insiste: «No hay consideraciones religiosas cuando se trata de salud»

Betty Lachgar, por su parte, no puede evitar criticar este enfoque. La activista denuncia el uso de una cortina de humo en la interrupción médica del embarazo. «Es importante utilizar la palabra ‘aborto’. No debemos reducir esta lucha únicamente a una cuestión de salud pública; es también, y sobre todo, una lucha feminista por el derecho fundamental de las mujeres a controlar su propio cuerpo». 

Entre el jueves 29 de febrero y el 2 de marzo se celebrará en Rabat, «bajo el alto patrocinio del rey Mohammed VI», la 11ª Conferencia Africana sobre Salud Reproductiva y Sexual y Bienestar Familiar, centrada en «el aborto y el posparto». ¿Una oportunidad para anunciar algo?

* Los nombres de pila con asterisco son ficticios a petición propia para proteger su anonimato. Contactado por teléfono y correo electrónico, el Ministerio de Sanidad no respondió a nuestras preguntas.

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