Aquella ‘primavera eclesial’ se ha convertido en uno de los mayores problemas para la Iglesia
Opus Dei, Focolares, Legionarios de Cristo, Comunión y Liberación, carismáticos, neocatecumenales y muchos otros dan forma a los llamados nuevos movimientos religiosos y todos ellos tienen algo en común: prometiendo el futuro de la Iglesia, se han convertido en ejemplos de algunos de los mayores problemas que ha tenido la Iglesia: idolatría, abuso de poder, escándalos sexuales. ¿Qué es posible y necesario hacer?
(7 Margens).- Opus Dei, Focolares, Legionarios de Cristo, Comunión y Liberación, carismáticos, neocatecumenales y muchos otros dan forma a los llamados nuevos movimientos religiosos y todos ellos tienen algo en común: prometiendo el futuro de la Iglesia, se han convertido en ejemplos de algunos de los mayores problemas que ha tenido la Iglesia: idolatría, abuso de poder, escándalos sexuales. ¿Qué es posible y necesario hacer?
Poniendo el problema en perspectiva y en su contexto, cabe señalar que, en Pentecostés de 1998, el Papa Juan Pablo II convocó a estos movimientos a la Plaza de San Pedro y los llamó “expresiones providenciales de la nueva primavera suscitada por el Espíritu con el Vaticano II”. En ese momento, muchas de ellas ya vivían situaciones escandalosas de abuso.
En un retrato que destaca algunas facetas más oscuras, el vaticanista Sandro Magister considera que “hoy, a la primavera le siguió una estación oscura y tormentosa”. “Para triunfar, desastre. Derrumbes numéricos, escándalos intolerables, fundadores tan idolatrados pero luego revelados como abusadores en el espíritu y en el cuerpo de sus seguidores, innumerables víctimas traicionadas en su confianza”, dice el periodista y columnista del diario italiano L’Espresso.
Desafíos y peligros identificados ya en 2004
Magister recuerda que “no faltaron señales de alerta” a principios de este siglo. En junio de 2004, la revista La Civiltà Cattolica, cuyo contenido es responsabilidad de los jesuitas, pero con el acuerdo del Vaticano, llamó la atención, en un editorial, sobre los “desafíos y peligros” vinculados a estos movimientos.
Entre los desafíos, la revista señaló, hace casi dos décadas: a) el vacío legislativo, resultante de que el Código de Derecho Canónico no se ocupase de estos movimientos, con excepción del Opus Dei, ya que pasó a ser una prelatura personal ; b) la doble pertenencia de religiosos y religiosas de antiguas congregaciones que hoy persiguen objetivos neocatecumenales o carismáticos, por ejemplo; c) inclusión de no católicos, lo que podría dar lugar a normas estatutarias problemáticas si llegaran a ser mayoría; d) los sacerdotes ‘sacados’ de las diócesis para servir a estos movimientos y los seminarios ‘paralelos’ que algunos establecieron (por ejemplo: Redemptoris Mater, del Camino Neocatecumenal), formalmente incardinados en diócesis ‘amigas’, pero que de hecho no ejercen en ellas su ministerio.
Los peligros identificados en este editorial de La Civiltà Cattolica fueron tres: a) “tendencia a absolutizar la propia experiencia cristiana, considerándola la única válida, de modo que los ‘verdaderos’ cristianos sean aquellos que formen parte de este movimiento”; b) “tendencia a encerrarse en sí mismo” respecto de los planes pastorales y métodos de formación de los miembros del movimiento, con la negativa a colaborar con otras organizaciones eclesiásticas; c) “tendencia a distanciarse de la Iglesia local”, dando la espalda a las directrices y programas pastorales de las diócesis y parroquias y generando así “tensiones a veces duras entre los movimientos eclesiásticos, por un lado, y los obispos y párrocos, por el otro”.
Refiriéndose específicamente a la Iglesia católica en Italia, Sandro Magister concluye: “La catástrofe siguió su curso y hoy casi todos los análisis publicados sobre el tema coinciden en atribuir incluso a los pastores de la Iglesia una responsabilidad por lo ocurrido, por su silencio y su pereza”.
Combatir y prevenir la deriva y el abuso
¿Qué hacer para afrontar este desafío? El vaticanista se refiere a un artículo del teólogo y obispo de Novara, Franco Giulio Brambilla, publicado recientemente en la revista italiana Il Regno titulado “Nuevos movimientos religiosos: los riesgos de una deriva sectaria”. Este ex profesor de Antropología Teológica en Milán, a su vez, se basará en las propuestas de trabajos recientes publicados sobre el tema en Italia y Francia, traduciéndolas en “criterios que deben utilizarse para una evaluación crítica de los nuevos movimientos religiosos y de sus líderes”.
“La relación entre carisma e institución” es el primero de estos criterios y concierne a los líderes de estos nuevos movimientos. Sobre este punto, Mons. Brambilla considera que ha sido un error “colocar el elemento carismático sólo en el crédito de los movimientos y el elemento institucional sólo asociado a las formas tradicionales de comunidad”, con el resultado de favorecer la rápida transformación de los movimientos “en experiencias totalizadoras de Iglesia, con huellas evidentes de una ‘Iglesia paralela’”. También advierte del riesgo de que quienes están en la vanguardia del movimiento sean arrastrados por la fuerza del argumento de los “buenos frutos”, se cree un aura de seducción a su alrededor, medio paso hacia un “líder seductor”, particularmente cuando tiene “un ego hipertrófico”, narcisista, “pero presenta un yo muy frágil”.
Francisco limita los mandatos
En este contexto, la reciente decisión del Papa [Francisco] de limitar la duración de los mandatos y de establecer una estricta distinción entre foros internos y externos son remedios cuyos frutos se esperan. Sin embargo, a estos dos remedios, el autor propone añadir un tercero, que consiste en exigir la aprobación eclesiástica de los estatutos desde el mismo momento de la fundación, prestando especial atención a la distribución de poderes y competencias, así como a los procesos de toma de decisiones.
El segundo criterio de verificación se refiere a la manera de hablar, vestir, cantar, actuar y, sobre todo, a las modalidades de las prácticas devocionales y litúrgicas, en las que puede haber cualquier cosa: oraciones carismáticas, ritos esotéricos, prácticas curativas, vigilias guiadas por el gurú, posturas corporales extrañas… es decir, “prácticas devocionales y… ritos sacramentales, cada vez más privatizados y manipulables”. La cuestión central para el teólogo y obispo de Novara es la eucaristía dominical. “Si la misa festiva -se pregunta- se celebra sistemáticamente y se vive sólo con el propio grupo o movimiento, ¿cómo se puede pensar, a largo plazo, que todavía se pertenece a la Iglesia católica?”
Respecto al tercer criterio, Brambilla se centra en la metodología y procesos de captación de nuevos miembros, desde el primer acercamiento, pasando por la invitación a un evento especial que resulte altamente gratificante para el candidato, hasta el establecimiento de un vínculo duradero. Se presta especial atención a los mecanismos utilizados para la elección o exclusión, particularmente en los casos en que alguien hace preguntas o expresa dudas, lo que puede conducir a la descalificación moral o al destierro de la comunidad.
Perspectiva doctrinal
La perspectiva doctrinal de cada movimiento es objeto del cuarto criterio, que Mons. Brambilla considera difícil de captar ya que, a menudo, el líder “se esconde detrás de una verdad supuestamente superior e inaccesible, con rasgos esotéricos”, “una etapa espiritual más avanzada” que se encarga de “guardar, con una especie de disciplina de los arcanos” y que puede servir para justificar comportamientos sexuales anómalos y estilos de vida lujosos.
El último criterio de valoración, que el obispo considera el más volátil, se refiere a la propuesta moral de cada movimiento, que atañe a la moral personal y al compromiso social. Brambilla escribe:
“Si el trasfondo es apocalíptico, que interpreta el momento actual como una crisis del sistema, temo que la orientación moral pueda caer en formas idealizadoras, a veces alternativas o escatológicas, a veces combativas o encarnacionistas, con todos los matices intermedios, sin experimentar la realidad»
“Si el trasfondo es apocalíptico, que interpreta el momento actual como una crisis del sistema, temo que la orientación moral pueda caer en formas idealizadoras, a veces alternativas o escatológicas, a veces combativas o encarnacionistas, con todos los matices intermedios, sin experimentar la realidad y el límite que podemos y debemos compartir con los hombres de hoy”. Esto se debe a que “la encarnación y la trascendencia son dos polos entre los cuales no se debe elegir, pero con los que se puede vivir una ética del compartir y del testimonio, sin separarlos jamás”.
“Este texto, advierte Mons. Brambilla al final del artículo, puede parecer amargo y dramático, pero no es nada –debemos reconocerlo– comparado con las derivas y abusos espirituales que, en los últimos años, han puesto en peligro nuestra fe y confianza en muchos». “Escribí estas notas -añade- no tanto para denunciar la deriva sectaria de grupos y movimientos. Esto se aplica también a cualquier otra configuración agregativa, incluidas asociaciones, parroquias y oratorios. El miedo a la deriva es evidente y concierne a todos, pero lo hice para reconocerlo y prevenirlo”.