A los niños y niñas que sufrieron abusos sexuales en el ámbito de la Iglesia se les robó la infancia y se les silenció. Negar la verdad en una columna periodística es una mentira
Asco. Profundo. Hoy es un día especialmente nefasto para la lírica porque la música de la palabra ha sonado fea. Señor Savater, a usted me dirijo. Toca —quiero— responder a su columna de opinión, publicada en este mismo medio hace apenas unas horas. Y digo “opinión” porque soy respetuoso y porque, por primera vez, voy a hablar en nombre de todas las víctimas de abuso sexual en la infancia por miembros de la Iglesia católica española, esos —los miembros— que, según usted, cometieron apenas unos “magreos indebidos” que no le quitan el sueño y que a algunos nos dejaron algo de susto pero ningún trauma.