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La princesa Leonor saluda al nuncio apostólico en España, Bernardito Auza, en el Palacio Real tras el acto de la jura de la Constitución.Daniel González (EFE)

El martes de la España eterna Josep Ramoneda

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Una doble parafernalia de exhibición de la Monarquía y desidia de los obispos ante los casos de pederastia coincidieron el mismo día en ocupar la escena pública con acordes que suenan muy lejanos de la situación actual

1. Parafernalia monárquica e hipocresía católica ocuparon el martes la escena pública española, como si de pronto una nube de realidad paralela se desplazara por encima de la piel de toro. Dos de las instituciones más atávicas de este país, la Monarquía y la Iglesia, dos de los poderes que más han marcado las aventuras y desventuras de los españoles, ocuparon redes y pantallas en un ejercicio de despiste, de negación de las cosas que pasan.

No sé si la coincidencia fue casual. Quizás los obispos pensaron que, con los medios de comunicación ocupados en el espectáculo del juramento de la Constitución por parte de la princesa Leonor, su exhibición de cinismo ante las denuncias de los abusos sexuales del clero pasaría más desapercibida. Pero el espectáculo de la cúpula católica fue demasiado siniestro como para que pudiera escapar a la atención pública. Con el desprecio a los que han hecho emerger lo que siempre se ocultó y con el empeño en minimizar los hechos, la Iglesia no mejorará su reputación.

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