Descargo de responsabilidad
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«Las víctimas ya perdieron el día que un depravado se cruzó en su camino»
«Mucho pedir, lo de las pasiones y emociones, cuando hablamos de alguien que escribe enfundada en el hábito del Opus Dei, el crucifijo de cristal y la sagrada lavativa ideológica de un grupo que sigue insultando a una víctima de pederastia que lo fue y lo es a manos de un gregario numerario condenado en firme en el Tribunal Supremo»
«Una abominable comparación tergiversadora entre el Caso Dreyfuss y el Caso Gaztelueta, llevando la mentira al muro de las inocuas lamentaciones y la verborrea barata»
«Lo que un Estado de Derecho busca, que dentro de esa “derrota”, esta no sea más grave de lo que ya es y que quien la provocó, un adulto cobarde y pederasta, no salga victorioso después de perpetrar un delito de tal calado»
Hace ya unos meses leía un artículo publicado en cierto diario en donde la caspa ha sustituido progresivamente a la deontología profesional de esa que se enseña con arte y profesionalidad en muchas facultades de periodismo y también de filosofía, cuya autoría respondía a la identidad de una doctora en filosofía por la oblicua universidad navarra del Opus Dei.
En ese escrito, esta doctora ejercía de defensora de un pederasta condenado en firme por abusos continuados a un menor en un colegio vizcaíno de la Obra, de cuyo nombre no quiero ni acordarme. Ni rastro del Tractatus de legibus ac Deo legislatore o de Disputationes Metaphysicae. Simplemente una abominable comparación tergiversadora entre el Caso Dreyfuss y el Caso Gaztelueta, llevando la mentira al muro de las inocuas lamentaciones y la verborrea barata.
Decía esta mujer para cerrar la lápida de la indecencia, tras atacar al cardenal Omella, al Papa y a todos los que creemos en las reglas del Estado de Derecho, que cuanto más amplia sea la victoria, mas lo será la derrota. Claro que esta gran filósofa no parece conocer al orador ateniense Demóstenes, que fabricó aquella sentencia tan limpia: “Cuando una batalla está perdida, queda la retirada; sólo los que han huido pueden combatir en otra”. O aquella otra de Spinoza: “Puedo controlar mis pasiones y emociones si puedo entender su naturaleza”.
Mucho pedir, lo de las pasiones y emociones, cuando hablamos de alguien que escribe enfundada en el hábito del Opus Dei, el crucifijo de cristal y la sagrada lavativa ideológica de un grupo que sigue insultando a una víctima de pederastia que lo fue y lo es a manos de un gregario numerario condenado en firme en el Tribunal Supremo de España y en instancias anteriores. El Opus Dei y quienes pretenden poner en duda la credibilidad del relato de una víctima de abusos sexuales, hasta la eternidad, deben saber que esto no es un juego, ni siquiera una cuestión de ganar o perder.
Como en el caso más reciente con otra sentencia condenatoria vinculada a Toledo y a un sacerdote de esa circunscripción, con un arrebato inmediato tras conocerse la decisión judicial, por parte de los compañeros del condenado, sacerdotes como él, en el que pretenden solidarizarse con el delincuente y doble victimizar al infante abusado y denunciante, los encubridores insolentes, los perversos parásitos que se cuelan por un agujero de nuestro Estado de Derecho, como gusanos corrosivos y cobardes, deben saber que la verdad siempre fluye y que sus argumentos absurdos, deshumanizados, les delatan y retratan.
Los casos de pederastia de Toledo, la Bañeza, Montserrat, Artxanda, Salesianos Deusto, Maristas Barcelona, Claretianos Madrid, Bermeo, Salamanca, por supuesto Gaztelueta, y tantos otros, no son un partido de fútbol, ni siquiera un sorteo de lotería primitiva, en donde se gana o se pierde. Son en muchos casos, vidas truncadas, dolor imparable, memoria, crisis por shock postraumático, exclusión social y laboral, terapias eternas, dar testimonio de lo ocurrido una y otra vez contemplando el silencio de tu agresor, incapaz de reconocer la verdad: su cobardía y patetismo, dolor y más dolor.
«Nadie lo entendería»
Las víctimas y supervivientes ya perdieron el día y los días que tuvieron la mala suerte de que un depravado se cruzara en su camino. Lo que un Estado de Derecho busca, que dentro de esa “derrota”, esta no sea más grave de lo que ya es y que quien la provocó, un adulto cobarde y pederasta, no salga victorioso después de perpetrar un delito de tal calado. Porque nadie lo entendería.
Bueno igual una doctora en filosofía de la Obra, un escritor que redacta sin conocer la historia de la que escribe y un presunto especialista en derecho constitucional, individuo también alineado en el Opus Dei, sean titulares en el ejército del descrédito y la indignidad. Porque pocas cosas se me ocurren más indignas que defender a un pederasta. Hagan caso a Abraham Lincoln cuando exclamó: Las personas son tan felices como transforman sus mentes para serlo. La mente, a algunos, que como escribió Umberto Eco, profesan la arrogancia del espíritu, la fe sin sonrisa, la verdad jamás tocada por la duda, les derrapa continuamente, como un drifting en el circuito del scalextric.