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El secretario General de la Conferencia Episcopal de España (en el centro) durante la celebración del encuentro final de preparación de los trabajos para la Asamblea continental del Sínodo (Foto de Archivo). -ALEJANDRO MARTÍNEZ / Europa Press

La iglesia católica y la amnistía: ni ahora ni en la transición · por Antonio Gómez Movellán

​Descargo de responsabilidad

Esta publicación expresa la posición de su autor o del medio del que la recolectamos, sin que suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan lo expresado en la misma. Europa Laica expresa sus posiciones a través de sus:

El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.

Existe un relato blanco sobre la Iglesia católica y la transición donde se presenta a ésta como una institución que estaba abierta al cambio y a la reforma política. Es una visión que no se atiene a la realidad; ciertamente existió una iglesia popular que participó en la oposición clandestina contra el franquismo, pero fue un fenómeno minoritario. La realidad es que la iglesia católica fue la institución que sostuvo ideológicamente al régimen franquista hasta su último suspiro y en la transición actuó como un poder fáctico para conservar y mantener sus privilegios económicos e ideológicos en la democracia: ¡y vaya que lo consiguió! Incluso en leyes de memoria histórica promulgadas en los últimos años, la iglesia católica ha tenido la habilidad de salir indemne de toda responsabilidad cuando fue la institución que más daño moral hizo a la sociedad siendo la base ideológica fundamental del fascismo español y del que todavía es testimonio, para vergüenza de todo el país,  la horrorosa cruz de Cuelgamuros. Ese relato blanco ha fabricado mitos como el del presidente de la Conferencia Episcopal en el periodo de la transición, Monseñor Tarancón, presentándolo como un adalid de la democracia; una visión totalmente falsa ya que éste llevó bajo palio a Franco hasta el último minuto de su existencia.

Afortunadamente se conservan testimonios de personas provenientes de esa otra iglesia popular, como el recientemente fallecido padre Mariano Gamo, que dan una visión muy diferente; en una de sus últimas entrevistas declaró: «Tarancón fue un auténtico timo de la Iglesia. Él es el gran responsable de que la Iglesia española no hubiera sido un destacamento privilegiado del Vaticano II. Él lo frustró, castró a la Iglesia española». Un relato desde una perspectiva más próxima a la realidad y alejado del empalagoso discurso blanco de la transición política española. Piénsese, por ejemplo, que Tarancón ni siquiera pidió clemencia en los últimos fusilamientos de Franco, en septiembre de 1975, ya que esa clemencia vino sotto voce a través de la vía diplomática del Vaticano, pero, como muy bien han puesto de manifiesto los familiares de los últimos fusilados por el franquismo, la iglesia católica española se negó a pedir clemencia de forma directa y lo mismo pasó con la primera amnistía de la transición.

Próxima la muerte de Franco, la oposición clandestina, a través de la Junta democrática, lanzó una campaña por la amnistía. Multitud de organismos semipúblicos como colegios profesionales y asociaciones civiles toleradas por el franquismo se pronunciaban abiertamente por una amnistía; la amnistía fue el primer grafiti, mucho antes que los de El Muelle, que manchó, en el año 1975, todos los muros de las ciudades de nuestro país. Frente a esta presión social, la Iglesia católica abogó por indultos e indulgencias, pero se enfrentó a una posible amnistía haciendo de corifeos de sectores de la dictadura que también abogaban por medidas de gracia, pero no por la amnistía. Hoy gracias al archivo de la transición J. Linz, de la Fundación March, podemos recoger las declaraciones que, en ese momento, hizo Tarancón: «la iglesia católica no obedece a compromiso alguno ni a actitudes cobardes; el hecho de que el Episcopado pida indulto y no amnistía se debe a que la palabra Amnistía ha venido usándose en los últimos tiempos con fines y por grupos que exceden el ámbito de la Iglesia». De esta forma la Iglesia católica se enfrentaba a la amplia movilización social contra el régimen, alineándose nuevamente con esos sectores de la dictadura que abogaban por medidas de indulto y gracia para bajar la presión social en la calle.

En unas recientes declaraciones del Secretario general de la Conferencia Episcopal de hoy en día, el obispo Francisco Cesar García Magán, éste se muestra totalmente contrario a la Amnistía para el caso de los sucesos de Cataluña del año 2017; estas fueron sus declaraciones: «Sobre la posibilidad de esa amnistía creo que hay herramientas excepcionales en el ámbito del derecho para situaciones históricas muy excepcionales. Aquí, en este país hubo una amnistía cuando se produjo el cambio de régimen, ahora bien, en España este es el decimoséptimo pleno de investidura que se ha producido con una normalidad democrática y creo que no estamos ante una situación excepcional que haga imprescindibles herramientas extraordinarias, estamos en una situación ordinaria«.

Lo sorprendente de la declaración, que rápidamente fue contestada por los obispos catalanes, es que se apoye argumentalmente en las amnistías de la transición para negar las de ahora-aquellas estaban justificadas, pero estas no, se dice- cuando la propia iglesia católica también estuvo en contra de aquellas; es una actitud típica de la Iglesia católica y de su clero: falsificar su historia cuando conviene.

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