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Se consuma el atentado.
Gran parte de la historia de Cádiz se va a tergiversar, se va a adulterar: las garitas y escaragüitas de las murallas de Cádiz, construidas en épocas de esplendor de la ciudad, se van a convertir en capillas, por la sinrazón del fanatismo religioso de unos cuantos y la desidia de la administración municipal, la actual y la anterior.
Conviene recordar que el gobierno municipal de José María González Santos, «Kichi», cuyos componentes presumían y pregonaban el laicismo en su gestión, permitió que el mareógrafo de La Caleta se convirtiera en una «capilla», consumando un despropósito patrimonial e histórico. Pero el despropósito sigue y aumenta.
Para hoy mismo se anuncia la continuidad del atentado, para hoy mismo se anuncia la inauguración de la denominada «Ruta Mariana de Ultramar», que se propone convertir las garitas y escaragüitas de las murallas de Cádiz en capillas, un proyecto, insisto, que atenta contra el patrimonio monumental gaditano, adulterando la esencia de las históricas murallas de Cádiz y tergiversando su historia, pues convierte lo que fueron elementos defensivos, en capillas que sirven para satisfacer las creencias y el fanatismo religioso de unos pocos. Y el nuevo gobierno municipal va a permitir ese atentado, esa adulteración de la historia de Cádiz, al dejar que una escaragüita de las murallas de San Carlos se convierta en otra capilla.
Hay que recodar que España es un país constitucionalmente aconfesional, y que Cádiz es una ciudad en la que conviven gente de todo tipo de creencias e ideologías. Permitir que una minoría imponga su criterio, atenta contra la libertad de muchos otros.
Pero, sobre todo, se va a permitir la continuación de un atentado contra el patrimonio y la historia de Cádiz. Las garitas y escaragúitas no son capillas, su función era de vigilancia para la defensa de la ciudad, y así fue durante cientos de años. Por eso las murallas, con sus garitas y escaragüitas, forman parte de la historia de Cádiz, rememoran el esplendor del comercio de ultramar, forman parte del patrimonio gaditano, y deben mantenerse en su esencia, sin alterar su imagen y su función. Lo que se está haciendo atenta contra la esencia de la historia de Cádiz, y lo hacen con la colaboración de quienes se consideran defensores de la ciudad y su patrimonio.
Por eso, ante lo que es un flagrante atentado contra el patrimonio histórico de Cádiz, me sorprende el silencio de tantos que, individualmente o formando parte de asociaciones, dicen defender el patrimonio y la historia de Cádiz, es un silencio cómplice, que los convierte también en culpables.