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La lucha por la república, el reconocimiento de la plurinacionalidad o el laicismo son todavía cuestiones pendientes en nuestro país ya que la Constitución del año 1978 no entroncó, en verdad, con esas aspiraciones populares del siglo XIX y XX, quedándose a medio camino.
Hemos sabido, en palabras de la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que el peligro real para España es la instauración de una república laica, federal y plurinacional y que la formación de un gobierno de coalición del PSOE con SUMAR, apoyado por los nacionalistas, sería su prolegómeno. La declaración es inquietante puesto que otorga “per se” un carácter peyorativo a los conceptos de federalismo y al laicismo, lo cual resulta paradójico ya que Isabel Díaz Ayuso se declara así misma liberal y tanto el federalismo como el laicismo hunden sus raíces en el liberalismo político.
La historia de la “España que no pudo ser “, que diría el historiador catalán Antoni Jutglar, es la historia de la lucha por una república federal y laica y resumen a la perfección la historia de la izquierda española y cuando decimos izquierda no nos referimos solamente a la izquierda popular y obrera de finales del siglo XIX y principios del siglo XX si no que nos referimos también a la izquierda liberal (sectores del partido progresista, el partido demócrata, los republicanos y republicanos federales, radicales etc.) que, desde el siglo XIX, tenía como objetivo la instauración de un república laica y federal frente a las fuerzas reaccionarias que, en sus diversas versiones, defendían el Trono y el Altar y estaban unidas, intrínsecamente, a esa oligarquía y caciquismo que tanto denunciaron los regeneracionistas. Los hitos más importantes del progreso político en España son la Primera y Segunda república que fueron frustrados por muchas causas. Si, por ejemplo, se lee el proyecto constitucional de la Primera república, inspirada en la de los EEUU, se comprobará, incluso a los ojos de hoy en día, lo moderno que es; se mantenía una estricta separación de poderes entre legislativo y el ejecutivo y donde la Nación se correspondía con los Estados federados y no con ningún elan indeterminado y donde la separación de la iglesia y el Estado era estricta y se prohibía a los poderes públicos cualquier subvención a la iglesia católica.
La lucha por la república, el reconocimiento de la plurinacionalidad o el laicismo son todavía cuestiones pendientes en nuestro país ya que la Constitución del año 1978 no entroncó, en verdad, con esas aspiraciones populares del siglo XIX y XX, quedándose a medio camino. En palabras de Javier Pérez Royo: “El sistema de poder que se estableció en la Constitución del 78 procede de la ley de Reforma Política de Adolfo Suárez, que sólo tenía una finalidad: restablecer la monarquía, todo lo demás estaba subordinado a este objetivo. Se buscó garantizar el bipartidismo en el Congreso mediante la alternancia de dos grandes partidos que apoyaban la monarquía; y se utilizó el Senado para evitar que la Constitución pudiera tener una impronta federal. Tenemos una constitución monárquica, bipartidista y antifederal”. Sin embargo, durante cuarenta, se nos ha confundido sobre la naturaleza de la Constitución de 1978 y se nos ha hecho creer que el juan carlismo era asimilable a una República o que las Autonomías eran asimilables a un estado federal, pero todos sabemos que no es lo mismo. El laicismo no se ha simulado siquiera ya que el privilegio católico se incrustó en el artículo 16.3 de la Constitución y en el concordato de 1979 y nunca antes la iglesia católica ha recibido tantas subvenciones y tantas ayudas públicas para sus negocios y nunca antes la escuela católica ha tenido tanta expansión.
No es casualidad que en las declaraciones de Díaz Ayuso se compare la Constitución del 78 con un dique frente a las aspiraciones federales, republicanas y laicas por lo que nos debemos preguntar: ¿cabe el federalismo, el laicismo o la autodeterminación en la Constitución del 78?, somos de la opinión, con Pérez Royo, que muy difícilmente las aspiraciones federalista, laicistas y mucho menos republicanas puedan tener cabida en esta Constitución de 1978 y por eso la iniciativa del lendakari Urkullu de reforma de la constitución, para incluir en la misma el principio plurinacional, tiene, al menos, la virtud de luchar contra el inmovilismo aunque se queda, a todos luces, corta ya que se refiere a un único aspecto de los grandes hándicaps de la Constitución del 78. En todo caso cualquier iniciativa que suponga abrir el melón de la constitución siempre debe ser tenida en consideración frente aquellos que se parapetan en ésta para mantener, en el mejor de los casos, el status quo y en el peor, para promover medidas retrogradas y reaccionarias.
Si Díaz Ayuso está contra del federalismo y contra el laicismo ¿qué es lo que apoya entonces? Evidentemente el estado unitario y el estado confesional, algo totalmente contrario al liberalismo político; podemos decir que ese falso liberalismo que profesa Ayuso es como el del populista Milei en Argentina, defienden, ambos, el lema reaccionario de siempre: “Dios, Patria, Familia y Propiedad”, customizado ahora con el lenguaje engañoso y tramposo del liberalismo económico. A diferencia de los países protestantes, en los países católicos, el liberalismo político ha sido siempre sacrificado en el altar del conservadurismo político más reaccionario; un conservadurismo , por lo demás, vinculado a una base sociológica católica muy amplia.