El arzobispo lo ha apartado tras la denuncia. El sacerdote desapareció de la diócesis de Mendoza y ha ido cambiando de destino en Italia y España, a través de una fraternidad del cardenal hondureño Rodríguez Maradiaga
Natalia C. P., de 49 años, entra en el despacho de una parroquia de Vicálvaro, Madrid, y se quita las gafas de sol delante del cura, sentado en su escritorio: “¿No se acuerda de mí?”. Y le dice su nombre. El sacerdote, de iniciales D. A. M. M. y 68 años, niega con la cabeza, no sabe qué decir. Antes de que entrara, EL PAÍS ya le ha explicado que le acusa de haber abusado de ella en su infancia y que quería verle cara a cara para ver si se atrevía a negarlo. Ella solo quiere que le pida perdón. El sacerdote dice que no puede porque asegura que no ha hecho nada, niega las acusaciones. Así que, tras una conversación tensa e infructuosa, la mujer se va. Le acusa de ser el cura que abusó de ella cuando tenía entre 9 y 10 años, entre 1982 y 1983, en la parroquia San Antonio de Padua de Las Heras, en Mendoza, Argentina. Han pasado 40 años, y por fin lo ha encontrado, gracias a un trabajo de investigación de la Cadena SER y EL PAÍS. Denunció al sacerdote en el arzobispado de Madrid y en el Defensor del Pueblo. La diócesis lo apartó al día siguiente, el pasado mes de abril, y abrió una investigación, que también está en manos del dicasterio vaticano para la Doctrina de la Fe.