Entre 1941 y 1985, el Patronato de Protección a la Mujer gestionó centenares de centros donde recluía a jóvenes para conseguir su «dignificación moral» y «apartarlas del vicio»
Loli, Consuelo y Raquel relatan su paso por los centros: «Con la llegada de la democracia pensaba que iban a abrir las puertas de los reformatorios e íbamos a salir todas, pero no pasó nada»
«Velar por la moralidad pública, muy especialmente la de la mujer». Esa era, ni más ni menos, la labor que perseguía la institución franquista que, durante más de cuatro décadas, acechaba a las mujeres menores de edad «caídas o apunto de caer» para atraparlas entre sus rígidos brazos y conseguir su «dignificación moral», «apartarlas del vicio» y «educarlas con arreglo a las enseñanzas de la religión católica». La institución en cuestión fue el llamado Patronato de Protección a la Mujer, un organismo a cargo de Carmen Polo y dependiente del Ministerio de Justicia que dirigió cientos de centros por todo el mapa y cuyas entrañas permanecieron con vida hasta una década después de la muerte del dictador.