La guerra desatada por la Rusia de Putin contra Ucrania el 24 de febrero de este año 2022, en la que hemos podido visionar algunas de las imágenes del horror, y que no es necesario que ahora las describa, ha roto la idea que teníamos de que las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial no las íbamos a volver a conocer en el suelo europeo.
Bien es cierto que el desmembramiento de la antigua Yugoslavia en la década de los noventa conllevó a los enfrentamientos de las repúblicas que conformaban este estado, con graves atentados a los derechos humanos contra la población civil, hasta que finalmente acabó configurándose un nuevo mapa de pequeños países que tiempo atrás se habían encontrado unidos en una república federal.
Sin embargo, dentro del conflicto ruso-ucraniano que ahora parece enquistado, no solo se ataca a un país soberano, sino que también se ha barajado la amenaza de una guerra nuclear por parte de Rusia como respuesta a una hipotética participación de fuerzas militares de países de la OTAN.
A estas alturas del conflicto bélico, las interpretaciones de las causas y de las implicaciones de las distintas naciones y estamentos de poder pueden ser diversas, ya que las miradas hacia esta guerra no se acaban desde una única perspectiva. Y puesto que la tan deseada paz parece a estas alturas algo difícil de lograr, me ha venido a la mente una pequeña obra de Erasmo de Róterdam (1466-1536), Lamento de la paz, que merece la pena ser leída, puesto que la religión también forma parte de los factores que se dan cita en numerosas batallas entre países.
El origen de este texto se encuentra en que este destacado escritor y filósofo de los Países Bajos entrevió las guerras de religión que comenzarían a desatarse en suelo europeo a comienzos del siglo XVI y que acabarían extendiéndose a lo largo del siglo siguiente.
De este modo, el autor del Elogio de la locura, su obra más conocida y publicada con anterioridad en 1511, hace hablar en primera persona a la Paz, de forma que el nuevo libro resulta ser una invectiva contra la guerra y sus infinitos males, apelando a favor de la concordia y la tolerancia entre los pueblos.
Erasmo de Róterdam siguió siendo sacerdote de la Iglesia católica, confesión que nunca abandonó a pesar de que todos los trabajos que publicó acabaron censurados e incluidos en el Índice de Obras Prohibidas en el Concilio de Trento. También, desde el otro lado, fueron rechazadas por la mayoría de los pensadores protestantes seguidores de Lutero, Calvino o Zuinglio.
Para aproximarnos a su decidido pensamiento contrario a las guerras que se iniciaban entre católicos y protestantes en el siglo XVI, extraigo algunas de sus ideas vertidas en Lamento de la paz, ya que parece que vuelven a tener actualidad por el apoyo que ha mostrado el patriarca Kirill de la Iglesia ortodoxa rusa al defender abiertamente el belicismo de Vladimir Putin, y que ha sido contestado por parte de Volodímir Zelenski anunciando la separación de la Iglesia ortodoxa de Ucrania de la de Rusia.
“Todos los libros sagrados”, nos dice, “sean del Antiguo o del Nuevo Testamento, no hablan más que de la paz y la concordia, pero la vida de los cristianos es un embrollo de intrigas y guerras. ¿De dónde viene esa barbarie que ninguno de los ejemplos de Cristo es capaz de vencer ni mitigar? Que los cristianos se atengan de una vez a la doctrina de Cristo y vivan en paz como les enseñó, o que dejen de llamarse en vano de cristianos. ¿Hasta cuándo tendremos que esperar para advertir que sus vidas contradicen la belleza del nombre que ostentan? Ya pueden adornar con cruces sus templos y sus hábitos, que Cristo no reconocerá símbolo alguno, salvo el de la concordia que él mismo prescribió”.
No comparto con este gran humanista que el Antiguo Testamento (no así el Nuevo Testamento) sea un referente de la paz, pues no hay más que acercarse al mismo para conocer los horrores nacidos de las batallas que se describen en el mismo.
Otras ideas que me parecen relevantes, y que extraigo de Lamento de la paz, son las siguientes: “Las guerras alejan de sí la fuente de felicidad humana y atraen la marea de todas las calamidades”; “Los animales no se matan entre ellos dentro de su misma especie: la víbora no muerde a la víbora y el lince no desgarra al lince”; “Los hombres discuten, pelean o combaten encarnizadamente y no hay saqueo, masacre, robo, destrucción sacra o profana, ni alianza lo bastante santa que los pueda apartar de su furia, aunque esta los condene siempre a la ruina”; “En las familias ha irrumpido la malvada discordia que incluso divide a aquellos a quienes tantos lazos unen”, etc.
Lo que nunca podría imaginar Erasmo de Róterdam es que, con el paso de los años, habría pequeñas máquinas voladoras llamadas drones que desde el cielo bombardearían y matarían a la población civil y todo con la bendición de Kirill, el patriarca moscovita.
No me extiendo más, dado que, tal como apuntaba el pensador holandés, parece que las distintas confesiones religiosas carecen de una fuerza de convicción suficiente cuando se trata de alejar el fantasma de la guerra e, incluso, se convierten en factores que las justifican, aún en contra de los principios de paz que suelen predicar, como estamos ahora viendo en esta terrible guerra en Ucrania.