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Sede central de Al Jazeera en Doha

El discurso religioso en los canales televisivos de los países musulmanes · por Waleed Saleh

Waleed Saleh, Departamento de Estudios Árabes e Islámicos y Estudios Orientales de la Universidad Autónoma de Madrid, miembro de Europa Laica

9 de diciembre de 2022 

En las últimas décadas se ha multiplicado el número de canales de televisión vía satélite dedicados a la transmisión de contenidos religiosos. Los países del Golfo liderados por Arabia Saudí por un lado e Irán por otro han instalado estos medios en medio mundo con una generosa financiación económica y con un ejército de periodistas bien remunerados. Medios con programaciones durante las 24 horas del día que incluyen discursos y entrevistas realizadas por imames, ulemas y predicadores cuya formación poco o nada tiene que ver con los valores democráticos.

Tal fenómeno representa un campo de batalla más en el mundo digital donde las autoridades políticas y religiosas pretenden sacar un rendimiento político, social e ideológico de la difusión de ciertas ideas. Esta es una de las consecuencias de la expansión del islam político que afecta a todos los ámbitos de la vida de los 57 países de mayoría musulmana. Estos incluyen a los 22 países árabes además de otros 35 no árabes como Turquía, Irán, Afganistán, Pakistán, Indonesia… todos ellos englobados en una organización conocida como la Liga del Mundo Islámico.

Con estos canales, la religión se ha convertido en un producto informativo sometido a las condiciones del mercado de la propaganda y la difusión ideológica, preocupándose más por atraer una clientela a través del uso de las emociones que por ofrecer un contenido cabal/razonado/sensato. Así, se difunde un discurso que activa la inconsciencia y vincula al fiel a una nostalgia espiritual alejada de cualquier tipo de crítica o pensamiento lógico.

Parte importante del público se dispone a aceptar los planteamientos espirituales sin cuestionar mínimamente los contenidos porque, en el fondo, responde a sus necesidades sentimentales y existenciales. Muchos se conforman con respuestas preparadas que tranquilizan sus necesidades morales y éticas. El objetivo de este tipo de discursos es unir al máximo número de espectadores, mejor cuanto más ignorantes, pues así penetrarán más tales las ideas.

Los predicadores, auténticos protagonistas de estos programas, suelen actuar como verdaderas estrellas de cine. Emplean una vestimenta elegante, un aspecto tranquilo y un modo de hablar carismático. Detrás de todo esto está sin duda un equipo de asesores especialistas en la imagen y una potente financiación económica. En cambio, los contenidos suelen ser pobres, radicales e incendiarios invitando a la violencia y el extremismo. Los instrumentos que utilizan habitualmente los predicadores suelen ser textos y referencias históricas inventadas o manipuladas y escasamente documentadas. Relatos utópicos y a veces pueriles muy alejados de la experiencia religiosa históricamente. Exaltan un pasado imaginario lleno de hazañas y de éxitos para combatir los sentimientos de fracaso y decepción que dominan a los musulmanes en la actualidad. Pero las aptitudes discursivas y comunicativas del ulema tienen la fuerza para la convicción del oyente, aunque en ocasiones de forma superficial. Estos programas pretenden despojar a los fieles de su voluntad, paralizarlos y que entreguen su destino a los poderes religiosos.

La prédica incita con frecuencia a la división entre las diferentes ramas del islam y entre el islam y las demás religiones, recurriendo a acontecimientos históricos, verdaderos o falsos, para alimentar el odio y el rechazo hacia el otro. Pero también se desprecia cualquier atisbo de modernidad, considerada por los ulemas como una innovación inaceptable producida en Occidente.

La aparición de este tipo de canales es un reflejo de la crisis de unas instituciones religiosas incapaces de producir un discurso sólido que represente una alternativa moral y material para las sociedades árabes y musulmanas. Por esta razón, la energía espiritual es explotada por unos clérigos que, en vez de iluminar la mente de sus seguidores, ciegan su inteligencia y los dirigen al abismo. En vez de fomentar la creatividad, el conocimiento y la visión crítica, llenan la cabeza del espectador con prejuicios y supersticiones que incrementan la ignorancia y el fanatismo.

Al-Qaradawi (1926-2022) fue uno de los predicadores más influentes en la opinión pública musulmana. Durante años presidió la Unión Mundial de los Ulemas Musulmanes y participó en el programa semanal la Sharia y la vida, transmitido por el canal qatarí al-Jazeera. Un programa de contenido religioso que comenzó en noviembre de 1996 y contó con un gran seguimiento; decenas de millones de telespectadores en todo el mundo. Al-Qaradawi ha sido un personaje polémico, miembro activo del grupo de los Hermanos Musulmanes, huido de Egipto y nacionalizado qatarí, admirado por unos y odiado por otros. Por la atrocidad de algunas de sus opiniones expresadas en dicho canal, sus adversarios le tildaron con el mote de “el muftí de la muerte”. Comprendía y animaba a los miembros de Al Qaeda y del Estado Islámico a asesinar a los soldados y policías egipcios que luchan contra los grupos terroristas en el Sinaí. No veía nada malo en los atentados suicidas cometidos en Iraq, Siria o Egipto por los islamistas. En las elecciones turcas de 2014 apoyó a Erdogán diciendo que San Gabriel acompañaba al líder turco que representaba el califato musulmán. Criticaba la política de EEUU en el mundo árabe y musulmán, pero no se atrevía a mencionar a Qatar, país de acogida, pese a tener la mayor base militar estadounidense en sus territorios. En un tema tan sensible como la mutilación genital femenina, se limitó a decir que “aconsejo a las matronas que no excedan en el corte”. Utilizó el islam para servir los intereses políticos de Qatar, Turquía y el grupo de los Hermanos Musulmanes. Pese a ello, a su fallecimiento en septiembre de 2022, algunos medios de información tanto en el mundo musulmán como fuera de él hicieron de al-Qaradawi objeto de sus alabanzas. Incluso en el obituario publicado en el diario El País el 5 de octubre de 2022 fue calificado como “el mentor ideológico del islam democrático”.

Otro predicador que ha alcanzado una fama internacional es el también egipcio Amr Khaled (n. 1967). En sus programas televisivos tiene millones de seguidores. Es recibido con honores por las autoridades políticas en la mayoría de los países musulmanes. Sus ingresos económicos anuales superan varios millones de euros. Ha sido denunciado por acoso sexual en diferentes momentos y por carecer de una formación teológica suficiente para hablar del islam y de su historia.

El número de predicadores irá en aumento mientras existan países que dediquen partidas económicas generosas para este tipo de cometidos unidos a la hipocresía y el engaño. Predicadores saudíes, libaneses, iraquíes, iraníes aparecen a diario en las pantallas para inyectar su veneno y contaminar las mentes de sus admiradores. Saben bien que el negocio de la religión no desvanece, no debido a su inteligencia y sagacidad sino por la torpeza y necedad de sus seguidores.

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