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Se trata seguramente de la más decidida, intensa y valiente rebelión de las mujeres del mundo islámico contra la tiranía de los ayalotolás
El sábado pasado miles de personas han salido a la calle en numerosas ciudades del mundo a petición de la comunidad iraní en el exilio; en apoyo al movimiento de mujeres que en Irán han desatado una ola de protestas reclamando dignidad y respeto a los derechos humanos. Se trata seguramente de la más decidida, intensa y valiente rebelión de las mujeres del mundo islámico contra la tiranía de los ayalotolás, contra esa terrible dictadura religiosa, en el contexto político de una república islámica que les priva a las mujeres de la más mínima libertad.
Este levantamiento inaudito de las mujeres iraníes, que históricamente han sido reprimidas y silenciadas, se ha producido tras la muerte, el día 16 de septiembre, de la joven de 22 años Mahsa Amini, por no tener bien colocado el velo de su hiyab. La mujer iraní, que era de origen kurdo, fue detenida por la “polícía de la moral” del Gobierno de Irán, para reprenderla y para ofrecerle una supuesta “orientación de los dogmas de la religión del Islam”, que exige rotundamente que el cuerpo y el rostro de las mujeres vayan absolutamente tapados, escondidos, despreciados. La realidad, sin embargo, es que fue apaleada y torturada hasta que entró en coma, muriendo dos días después de su detención.
Las revueltas no sólo no han parado, a pesar del gran aparato de represión que ha sacado a la calle el gobierno de Irán, sino que se han extendido y se han intensificado. Una oleada de huelgas azota a todo el país, lo que muestra que una buena parte de la población está al lado de las mujeres que luchan por su liberación de imposiciones religiosas que las denigran y las humillan.
En el fondo se trata de un gran movimiento de cólera popular contra el régimen clerical chií que pretende tener sometida a la sociedad en una mazmorra de fanatismos religiosos que ya no tendrían que tener cabida en ninguna sociedad del planeta. Se trata de un medievalismo inaceptable e intolerable en el que una élite de líderes religiosos y ayatolás, cegados por el fundamentalismo más repugnante, controlan el poder y la riqueza de todo el país, sometiendo a la población a la miseria y a la más insoportable falta de libertad.
Emociona ver a estas valerosas mujeres luchando, rebelándose contra la tiranía y enfrentándose al poder. Podemos imaginar a lo que se enfrentan si Amini fue torturada y asesinada sólo por no llevar el pañuelo bien puesto. Pero su lucha va mucho más allá de superar la represión religiosa que viven en la actualidad, una represión que les borra de la vida pública y, en realidad, les borra de la vida. Sus protestas y sus reivindicaciones se han convertido en una gran ola de solidaridad feminista; o más que feminista, humanista. Porque realmente aniquilando la libertad de las mujeres se aniquila tanto a mujeres como a hombres en su libertad. Y han logrado que su lucha se oiga en todos los lugares del mundo, y han conseguido que muchos colectivos y muchos grupos de oprimidos hagan también suyas sus ansias de justicia y de dignidad.
Según la organización Iran Human Rights (IHR), la represión de las protestas de la rebelión de las mujeres por parte del aparato policial represor del Gobierno iraní ha provocado, hasta el momento, más de doscientas muertes; a pesar de lo cual, muchas de ellas continúan saliendo a la calle y lanzando sus pañuelos represores al viento, en un acto de admirable coraje y de inmensa grandeza. Por eso, cuando alguien me dice que los pañuelos, las cofias, los chador, hiyab y demás repugnantes vestimentas que tapan el cuerpo y el cabello de las mujeres son costumbres y tradiciones inofensivas, propias de determinadas culturas, yo siempre pienso que el asunto va mucho más allá. Esas cárceles en forma de telas son verdaderas herramientas represoras que evidencian el odio a las mujeres, y, a la vez, el miedo a la condición femenina. Por eso hay que mantenerlas avergonzadas de su cuertpo, humilladas, inánimes y sometidas.
Las mujeres iraníes se han convertido en las representantes de todas las mujeres musulmanas subyugadas por la tiranía del Islam. Ansiosas por librarse de túnicas, velos y pañuelos represores, por más que son adoctrinadas desde la infancia en acatar sumisas su terrible destino como mujeres, han decidido luchar por su libertad. Pero también se han convertido en las representantes de todas las mujeres sometidas a la misoginia de las religiones. No olvidemos que en Occidente el cristianismo ha reprimido y tiranizado igualmente a las mujeres a lo largo de muchos siglos, y los que queden.
Esperamos que la ola de protestas continúe y que esa lucha de tantas mujeres relegadas a la nada movilice muchas conciencias. Esperamos que en Irán, y en tantos países con teocracias y dictaduras, se pueda dibujar en breve el inicio de una senda hacia la democracia. Esperamos que esta lucha de las mujeres iraníes empiece a mover cosas en esa dirección. Mientras tanto, todos los corazones que latimos a favor de los derechos humanos y de la liberación de los oprimidos estamos de su lado, estamos con el activismo humanista y feminista, estamos con ellas.
Coral Bravo es Doctora en Filología