Descargo de responsabilidad
Esta publicación expresa la posición de su autor o del medio del que la recolectamos, sin que suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan lo expresado en la misma. Europa Laica expresa sus posiciones a través de sus:
El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.
El pensamiento es la capacidad razonada que tienen las personas para desarrollar ideas, realizar comparaciones, sacar conclusiones, razonamiento que las diferencia de los animales, que también piensan pero sin la capacidad de razonar. El pensamiento es seguramente lo más inherente al ser humano, es el motor de la historia.
Las ideas emitidas públicamente deberían estar protegidas por el derecho al “libre pensamiento” que da lugar a la “libertad de expresión”, porque si un individuo no exterioriza su pensamiento de nada sirven sus ideas, no le sirven a la sociedad y mejor si éstas son contradictorias con respecto a otras, así se da lugar a la compulsa y al debate de donde se saca una síntesis que sustenta o cualifica la formación de la “opinión pública”. Negar este derecho es aceptar el pensamiento único, propio de los robots y de los regímenes autoritarios, de ahí viene la importancia de preservar la libertad de expresión por intermedio de los medios de comunicación.
Lo que no entiendo ni jamás voy a entender es el que alguien o algunos se erijan en los jueces supremos y omnipotentes con derecho a impedir, reprimir o incluso reglamentar la libertad de expresión, porque con esta conducta “regulatoria” lo que se está haciendo en el fondo es reprimir el derecho de pensar, pensamiento que está dentro del fuero interno de cada persona y por eso mismo se categoriza como un derecho natural.
Aristóteles dijo que el hombre es un animal social y, por lo tanto, está supeditado a la sociedad a la que se pertenece; si esta sentencia es correcta, entonces estoy condenado a pensar de acuerdo con lo que la sociedad es, pero ¿qué hacemos si la sociedad ha perdido sus valores, se ha idiotizado y se encuentra en estado de putrefacción? ¿Yo también debo ser putrefacto e idiota, coparticipando de todos los vicios y estupideces de la sociedad que incluso se deja llamar “rebaño”? Siguiendo la frase de Aristóteles, la respuesta es que debo también idiotizarme y escribir como un perfecto imbécil, así sería dos veces un auténtico “animal social”.
Entonces, es correcto lo que decía Rousseau que “el hombre nace libre, pero en todas partes se encuentra encadenado”, lo cual demuestra, además, que todos los derechos y libertades tan proclamados son un simple formalismo o una hipocresía, porque mi pensamiento y tu pensamiento están esclavizados bajo la férula de quien se declara juez calificador de tu pensamiento que debe estar sometido a la sociedad, no importando el estado de salud de ella.
Si algo abomino es que me obliguen a pensar como los demás, quiero tener mi propio pensamiento, por eso, adoro la libertad de expresión, abomino que me controlen, que me pongan mordaza en mi boca, que me amarren mis manos para no escribir, que me obstruyan mi derecho a pensar, salvo que mi pensamiento sea destructivo, sea criminal o incite a la degeneración del comportamiento social.
¡Nadie debería atribuirse el “derecho” a coartar la libertad de expresión!, porque si ésta muere, mueren todos los derechos y estaremos en el campo de la esclavitud.