El concordato con el Vaticano permitió la apertura en 1968 de la única prisión del mundo para sacerdotes, quienes purgaron sus pecados políticos entre rejas. El documental ‘Apaiz Kartzela’ les pone cara a aquellas sotanas antifranquistas.
A Jon le dieron tal somanta de hostias sin consagrar que no le permitieron recibir visitas durante un mes. Mikel sufrió los rigores del invierno sin calefacción, ni siquiera un maldito brasero para espantar el frío. Alberto pudo conjugar el verbo comer gracias a la comida que enviaban desde fuera. Periko recuerda que dormían todos juntos, porque la única celda individual era la de aislamiento, donde Jon estuvo encerrado un año. En 1968, España era la que era y quizás no extrañen las condiciones en las que malvivían los presos. Solo que aquellos presos eran curas.