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El prestigioso experto en Salud Pública Joan Carles March firma este extraordinario artículo en el que demuestra con casos desgarradores que Andalucía necesita cambiar su visión para aplicar la ley y, todo ello, por una buena muerte. Una aportación necesaria e imprescindible.
La ley de regulación de la eutanasia tiene como objetivo, permitir que personas que sufren una enfermedad grave e incurable o un padecimiento grave, crónico e imposibilitante puedan recibir ayuda médica para morir en condiciones seguras y dignas.
Hace tres meses, la situación de la eutanasia en España era el siguiente: Cataluña, una de las comunidades que los expertos señalan como de las más avanzadas en la implantación de la eutanasia, había realizado en el primer año 60 prestaciones, el triple que Madrid (19) con solo un 13% más de población, y casi seis veces más que Andalucía (11), que tiene un millón de habitantes más
Hace tres meses, la situación de la eutanasia en España era el siguiente: Cataluña, una de las comunidades que los expertos señalan como de las más avanzadas en la implantación de la eutanasia, había realizado en el primer año 60 prestaciones, el triple que Madrid (19) con solo un 13% más de población, y casi seis veces más que Andalucía (11), que tiene un millón de habitantes más. Estas dos últimas comunidades habían practicado menos eutanasias que el País Vasco (25), otra de las señaladas como referencia.
Y eso nos acerca a casos, a circunstancias, a dificultades, a sufrimientos, a muertes:
Primer caso que nos contó Rafa Torrente, marido de Estrella en mi programa de Salud A Todo Twitch. Estrella López Álvarez, Sevilla, logró conseguir la eutanasia tras 34 años de enfermedad. «He sido feliz, pero mi amor por la vida ya no encaja en esta vida», aseguraba en la carta que dejó escrita y que publicó El País, dos días después de morir, el 2 de abril de 2022. Estrella, además del sufrimiento provocado por su enfermedad, tuvo que aguantar las trabas burocráticas con la repetición de su solicitud. Y esas cosas, junto con su larga relación que duraba más de 40 años, fue lo que nos contó Rafa. Añadía Estrella en su carta: Quiero a mi marido y adoro a mi hijo. Tengo buena gente a mi alrededor. No me pesa la vida, pero desde un año para acá mi vida ya no es vida. Mi amor por la vida no encaja con ‘esta’ vida. Durante muchos años he convivido con mi enfermedad, con rachas mejores y peores. Pero desde hace más de un año, soy incapaz de valerme por mí misma, voy de la cama al sofá, necesito ayuda para las actividades de la vida diaria y no puedo disfrutar de ninguna actividad satisfactoria, como pasear, pintar, leer, escuchar la radio, ver la televisión. Ni siquiera puedo mantener una conversación por teléfono con mis seres queridos (hablaba de su hijo en este caso). Mi vida se ha convertido en una experiencia de sufrimiento constante e intolerable.
Y seguía diciendo Estrella en su carta, que Rafa explicaba en directo: Tomar la decisión de morir no ha sido nada fácil, ni para mí ni para mi familia. Pero, una vez tomada y asumida, haber tenido que sortear una auténtica carrera de obstáculos y dilaciones, cuando no vejaciones o intromisiones en la intimidad de mi pena y de la de los míos, ha sido añadir sufrimiento al sufrimiento
Y seguía diciendo Estrella en su carta, que Rafa explicaba en directo: Tomar la decisión de morir no ha sido nada fácil, ni para mí ni para mi familia. Pero, una vez tomada y asumida, haber tenido que sortear una auténtica carrera de obstáculos y dilaciones, cuando no vejaciones o intromisiones en la intimidad de mi pena y de la de los míos, ha sido añadir sufrimiento al sufrimiento. Durante estos cuatro meses me he sentido juzgada reiteradamente, he tenido que soportar que se pusiera en duda mi experiencia de sufrimiento, me he tenido que someter a un examen psiquiátrico injustificado, he tenido que presentar diversas reclamaciones administrativas por malas prácticas. En definitiva, que mis últimas semanas de vida han sido todo lo contrario de la experiencia de paz, sosiego y afectos que imaginé desde el momento de mi decisión. Y terminaba diciendo: Pero las leyes necesitan voluntad y medios para aplicarlas…. Paradójicamente una ley que trataba de paliar el llamado ensañamiento terapéutico ha acabado enredada en otro tipo de ensañamiento, el ensañamiento administrativo.
Su muerte llegó por suicidio, debido al incumplimiento de los plazos por parte de la Junta de Andalucía
Segundo caso: Antonio Bienvenida, activista sevillano, fallecido el pasado 12 de julio, a sus 66 años, tras una larga enfermedad que le llevó a pedir la eutanasia, sobre el primer año de la ley. Su muerte llegó por suicidio, debido al incumplimiento de los plazos por parte de la Junta de Andalucía. Antonio se fue reivindicando hasta el final: «Mi vida me pertenece a mí. Ni a mi familia ni a las leyes ni a los jueces ni a nadie. Es mía. Y quiero disponer de ella hasta el final». La ausencia de protocolos claros de la Administración andaluza obligó a Buenavida a cambiar el guion que había trazado para sus últimos días de vida. De recibir una muerte digna, en paz, rodeado de los suyos, para poner fin a un sufrimiento insoportable, pasó a hacerlo en soledad, casi clandestinamente, y de manera violenta.
Y si Andalucía es un problema tal como apuntan los profesionales de Derecho a Morir Dignamente, Madrid lleva la delantera en las trabas a la aplicación de la ley.
Entiende, y respeta, a las personas que quieren aguantar hasta el final. Lo que no entiende es a la gente que se opone a que otros quieran acogerse a un derecho que ya existe
Tercer caso que leí en El País donde Arbi, paciente con ELA, tuvo claro desde el día que le ingresaron para hacer las pruebas. Ya habló de ese tema con la médica que le hizo la punción lumbar para descartar que fueran otras enfermedades, y le pareció raro. Le dijo: “¿ya estás pensando en eso y ni siquiera tenemos la confirmación de que es ELA?”. Le cayó como una bomba que él hablara tan pronto de la muerte y pidió que le viera una psiquiatra. Pero él tenía las ideas claras. Incluso ya se lo había planteado mucho antes de caer enfermo. Cuando veía películas sobre estos temas, como la de Ramón Sampedro, siempre pensaba: “si un día me toca una enfermedad de ese tipo, también querré morir”. Entiende, y respeta, a las personas que quieren aguantar hasta el final. Lo que no entiende es a la gente que se opone a que otros quieran acogerse a un derecho que ya existe.
…Lo tengo ahí, en ese cajón, pero no me gustaría llegar a eso. Yo no soy un suicida”. Él tenía una vida que le gustaba. Siempre quiso hacer las cosas bien. Y ahora más que nunca. Le gustaría además que, ya que va a morir joven, sus órganos se puedan trasplantar a personas que los necesiten…
Él se lo dijo a su médico desde el principio: “Quiero vivir mientras me valga por mí mismo. Mientras pueda ir al baño, ducharme… Hace mucho tiempo que ya no puedo conducir ni pasear por la calle, pero eso no es imprescindible. Mi límite es la silla de ruedas. Antes de llegar a ese momento, al momento en que mis padres, que todavía trabajan, pero ya no son jóvenes, me tengan que acostar y levantar, afeitarme y todo lo demás, prefiero morir. Si es de forma legal, en un hospital, con todas las garantías que marca la ley, mejor. Si no, tendré que recurrir al plan b… Lo tengo ahí, en ese cajón, pero no me gustaría llegar a eso. Yo no soy un suicida”. Él tenía una vida que le gustaba. Siempre quiso hacer las cosas bien. Y ahora más que nunca. Le gustaría además que, ya que va a morir joven, sus órganos se puedan trasplantar a personas que los necesiten…
La Comisión de Garantía y Evaluación de la Consejería de Sanidad, en un informe de apenas cinco folios, concluyó que el paciente padecía esclerosis lateral amiotrófica, que “el único fármaco disponible para su enfermedad no ofrecía cura”, y añadía que Arbi “mostraba firmeza” en su decisión: “Prefería no seguir viviendo antes que perder su autonomía, independencia y dignidad”
La Comisión de Garantía y Evaluación de la Consejería de Sanidad, en un informe de apenas cinco folios, concluyó que el paciente padecía esclerosis lateral amiotrófica, que “el único fármaco disponible para su enfermedad no ofrecía cura”, y añadía que Arbi “mostraba firmeza” en su decisión: “Prefería no seguir viviendo antes que perder su autonomía, independencia y dignidad”.
Durante los meses que siguieron a la aprobación de su eutanasia, Arbi luchó en varios frentes. Y no en todos ganó. El primero fue averiguar si la eutanasia debía practicársele inmediatamente después de que le fuera concedida —en una semana o dos, como en principio sería previsible para las personas que padecen un dolor insoportable— o si, por el contrario, existía alguna posibilidad de aplazar la fecha de la muerte varias semanas o incluso meses. El miedo a no llegar a tiempo lo llevó a remover Roma con Santiago para obtener la aprobación, pero cuando ésta llegó —más pronto de lo que temía—descubrió que su deterioro físico no había aumentado tanto. Arbi tenía, además, una razón de peso para pedir un aplazamiento: “Mi hermana me ha pedido que espere a que mi sobrina termine el curso. Y yo también quiero estar en su cumpleaños, que para ella siempre es una fiesta especial”.
Arbi consiguió el aplazamiento. El segundo frente —que le llevó meses de llamadas telefónicas hasta que logró una respuesta satisfactoria— consistió en averiguar si la Organización Nacional de Trasplantes tenía un protocolo de actuación para extraer los órganos de pacientes a los que se les ha practicado la eutanasia.
Y seguía él contando: “Ya sabes que yo quería esperar hasta el verano, pero no sé si voy a poder. Tal vez ha llegado el momento. Y mis padres ya han visto que esta enfermedad realmente es jodida. Han visto que me dan episodios de asfixia que son terroríficos, casi se me sale el estómago por la boca…
Y seguía él contando: “Ya sabes que yo quería esperar hasta el verano, pero no sé si voy a poder. Tal vez ha llegado el momento. Y mis padres ya han visto que esta enfermedad realmente es jodida. Han visto que me dan episodios de asfixia que son terroríficos, casi se me sale el estómago por la boca. Me dan arcadas fuertes, me ahogo, doy voces de angustia, se me ponen los ojos rojos y me caen lágrimas de dolor. Mis padres no me habían visto nunca así. Me están viendo sufrir tanto que creo que ya me entienden más y están cambiando de idea, que es mejor que no sufra. Digamos que tuvo su parte buena, su parte positiva..Por eso quiero irme. Ya para mí no existe la posibilidad de conocer a alguien nuevo, de hacer algo nuevo. Todo es ya un sueño. Adiós, amigo”.
Es la historia de 7 meses de Arbi, un paciente de 41 años que tenía de ELA.
Tenía 74 años y un cáncer con metástasis en el aparato digestivo que le venía persiguiendo desde hace cuatro años, con sesiones de quimioterapia que lo dejaban hundido y un dolor constante, insoportable, que apenas conseguía ahuyentar con morfina
Cuarto caso: Andrés Ortiz-Osés, teólogo, filósofo, sacerdote, profesor de hermenéutica, catedrático emérito de la Universidad de Deusto. Tenía 74 años y un cáncer con metástasis en el aparato digestivo que le venía persiguiendo desde hace cuatro años, con sesiones de quimioterapia que lo dejaban hundido y un dolor constante, insoportable, que apenas conseguía ahuyentar con morfina.
La morfina fue un alivio. Pero aquel dolor sordo no lo abandonaba nunca. Estaba demacrado, pálido, siempre muerto de frío. Durante horas permanecía en su cuarto echado en la cama. Le espantaba la posibilidad de acabar en el Tobías, un centro de la archidiócesis donde llevan a los sacerdotes muy enfermos que ya no pueden estar en la residencia de San Carlos.
Siete días antes de que entrara en vigor la ley de la eutanasia en España, Andrés Ortiz-Osés falleció. Y antes decía: Aquí lo único malo es morir malamente, NO la muerte
Siete días antes de que entrara en vigor la ley de la eutanasia en España, Andrés Ortiz-Osés falleció. Y antes decía: Aquí lo único malo es morir malamente, NO la muerte.
«Eutanasia» es una bella palabra, con un origen etimológico rotundo: buena muerte; esto significa dar la muerte a una persona que libremente la solicita para liberarse de un sufrimiento que es irreversible y que ella considera intolerable.
Andalucía necesita cambiar su visión y aplicación de la ley, y todo ello, por una buena muerte.