Como cada 20 de septiembre se celebra el Día Mundial de la Libertad de Expresión del Pensamiento. Toda celebración recuerda un acontecimiento significativo en la historia de la humanidad que permite señalar unos objetivos concretos. En este caso se toma como referencia la brecha realizada por la artillería italiana en el muro próximo a la Porta Pía en 1870, lo que simbolizaba la debilitación del poder del Vaticano, férreo controlador de la expresión de cualquier pensamiento ajeno a su dogma. Pero el sentido de toda celebración es impulsar la búsqueda de los objetivos concretos que la orientan.
Como dice Byung-Chul Han: “La libertad es un episodio… La sensación de libertad se ubica en el tránsito de una forma de vida a otra, hasta que finalmente se muestra una nueva forma de coacción. Así a la liberación sigue una nueva sumisión” por lo que toda celebración que se reduzca a una conmemoración es una derrota.
Este 20 de septiembre tiene que servirnos como acicate para encontrar las nuevas sumisiones que siguen a las últimas liberaciones.
Al menos en una parte importante del mundo resultan muy significativas las palabras de Emilio Lledó: “En mi opinión lo importante es la libertad de pensamiento; tener que pensar, saber qué pensar y no tener la mente aglutinada con pequeños coágulos que no te permiten entender, mirar o interpretar.”
Que se pueden acompañar con la reflexión de Allan Bloom: “La libertad de pensamiento no requiere únicamente, o ni siquiera de forma especial, la ausencia de restricciones legales, sino la presencia de pensamientos alternativos. La tiranía más perfecta no es aquella que utiliza la fuerza para asegurar la uniformidad, sino la que elimina la conciencia de la existencia de otras posibilidades.” Luego esta celebración debe impulsarnos no sólo a denunciar todo acosamiento que se realice sobre quien exprese sus pensamientos sino, y de forma muy especial, a detectar y combatir las inmensas fuerzas puestas en juego para generar esas mentes aglutinadas en pequeños coágulos paralizantes, convirtiéndolas en incapaces de romper la uniformidad impuesta por el troquel de la cultura dominante, y llevarlas a ser capaces de impulsar la búsqueda de otras posibilidades.
Luis Fernández González es presidente de Asturias Laica