Aunque la Consorte no hace el signo de la cruz en oficios religiosos desde la proclamación de Felipe VI en 2014, muchos ciudadanos se sorprendieron por su gesto el pasado Día de Santiago.
Sorprende la enorme polémica, sobre todo en las redes sociales, que provocaba este Día de Santiago la imagen de la Reina Letizia en actitud respetuosa, pero sin persignarse, mientras sí lo hacían Don Felipe y sus hijas, la Princesa Leonor y la Infanta Sofía, al comienzo de la misa de ofrenda al Apóstol en la Catedral de Santiago de Compostela. Sorprende, decimos, porque la Consorte ha dejado de hacer la señal de la cruz en oficios religiosos desde que Felipe VI fue proclamado Jefe del Estado en junio de 2014. Antes, siendo Princesa de Asturias, sí acostumbraba a seguir este rito.
Mucho han tardado algunos, por tanto, en fijarse en este gesto, así como en sacar conclusiones, que de todos los colores las ha habido esta semana. Que si «atea«, que si una Reina que «falta al respeto» a la institución que encarna, que si «agnóstica», que si «creyente pero no practicante»… Cada cual ha opinado lo que ha considerado en función de lo que le ha transmitido una imagen que, como casi todas, se presta a un sinfín de interpretaciones.
En España, a diferencia de lo que ocurre en casi todas las Monarquías europeas, la separación entre Corona e Iglesia es casi absoluta. Y desde Zarzuela no se informa sobre las creencias religiosas de los integrantes de la Familia Real por considerarlo algo de la esfera «privada». Lejos queda la obligación que todo aspirante a Rey tenía de ser católico y de contraer matrimonio con quien también abrazara la religión verdadera. Sabido es lo que costó encontrar la solución para que los Príncipes Juan Carlos y Sofía pudieran casarse. Lo hicieron al fin en dos ceremonias, una por el rito católico y otra por el ortodoxo griego. Y, de inmediato, Doña Sofía tuvo que renunciar a su fe para convertirse en una católica ejemplar. Otro tanto le había sucedido en 1906 a la anglicana Victoria Eugenia para poder casarse con Alfonso XIII.
De Doña Letizia se desconoce si sigue o no algún credo. Pero es cuando menos cuestionable que los ciudadanos españoles no tengamos derecho a saberlo. Porque los Reyes representan a una institución con un enorme anclaje en las tradiciones. Y, sobre todo, porque una aclaración oficial evitaría polémicas así. Aunque, presumiblemente, ello no aplacaría el malestar de determinados sectores conservadores o progresistas que esta semana la criticaban o aplaudían por su decisión de no persignarse en el templo gallego.
CATÓLICAS MAJESTADES
El artículo 16 de nuestra Constitución establece que «ninguna confesión tendrá carácter estatal» en nuestro país. Y bajo el reinado de Felipe VI se están dando pasos agigantados para desvincular la Jefatura del Estado de los símbolos religiosos, como ocurre por ejemplo con las tomas de posesión de los presidentes del Gobierno o de los ministros en las que se han suprimido de la escenografía la Biblia y el crucifijo. También resulta cada vez más inusual ver a los Reyes acudiendo a misa, más allá de ocasiones en las que se ven obligados por su rol institucional, como la mencionada ofrenda al Apóstol o el funeral por las víctimas de la covid que presidieron en Madrid en julio de 2020. En lo que parece un cambio de tradiciones que también tuvo muchos retractores, este año incluso decidieron dejar de asistir a la Misa de Pascua en Palma con la que la Familia Real durante décadas daba por concluida la Semana Santa.
La incógnita sobre la fe de Doña Letizia abre, por último, un interrogante que afecta a uno de los títulos del Rey de España desde los tiempos de Carlos V, el de Católica Majestad. Los expertos en Derecho nobiliario subrayan que le corresponde al titular de la Corona y no a su consorte. Pero, desde el siglo XVI, todos los monarcas y sus cónyuges han recibido el tratamiento de Sus Católicas Majestades. ¿Lo es también Doña Letizia?