Nacidas en los barrios marginales de Madrid durante los años sesenta de la mano de Kiko Argüello y Carmen Hernández, las comunidades neocatecumenales se asentaron en la Región de Murcia veinte años más tarde, donde han ido cobrando un verdadero protagonismo.
“Esto sí que es una verdadera fiesta y no pasar el fin de semana en la playa para subir fotos a Facebook”, proclama uno de los catequistas kikos al comienzo de la eucaristía que celebran en la parroquia murciana de Santa Eulalia un sábado de mitad de julio. Al finalizar el encuentro religioso, sobre las once de la noche, el representante laico también riñe a los jóvenes que ocupan la mayor parte de los bancos para que la próxima semana no hagan tanto ruido a la entrada de la iglesia situada en plena zona de ‘tascas’de la capital murciana. El comienzo de la eucaristía del ‘camino neocatecumenal’ -a las 21.30h- coincide con el final de la misa habitual de la parroquia los sábados por la tarde, a la que asisten, en su mayoría, personas mayores. A cada grupo neocatecumenal le corresponde una particular etapa del ‘camino’ y tiene su misa en locales diferentes la noche de los sábados, que, dentro de la visión hebrea de la religión, es considerada ya domingo.
Nacidas en los barrios marginales de Madrid durante los años sesenta de la mano de Kiko Argüello y Carmen Hernández, las comunidades neocatecumenales se asentaron en la Región de Murcia veinte años más tarde. Esta sección más ultra del catolicismo ha ido cobrando un verdadero protagonismo en el centro de la ciudad de Murcia, hasta convertirse en uno de los lugares de España donde mayor presencia tienen los kikos, especialmente en las parroquias de Santa Eulalia, San Pablo y San Bartolomé.
La causa principal de esta expansión, tanto en Murcia como en otros lugares, según Olaya López, de 28 años y quien abandonó hace unos cinco ‘el camino’, “es que los kikos tienen muchos hijos. Un relato muy común aquí en Murcia es que si tienes muchos hermanos es porque tus padres son kikos. Mis padres tienen ocho hijos y dos de ellos se le caen, pero les siguen quedando seis. Es una medida expansiva muy a largo plazo, pero muy eficaz”. Un investigador murciano coincide con esta visión: “En la Iglesia se lo están quedando todo porque se reproducen mucho más. Esto es el agustinismo político; es decir, la iglesia es masa y tiene que ir creciendo para ir ocupando todos los territorios. Tienen mucha gente joven y eso es muy importante porque sin gente joven no crecen los movimientos”.
Unos estatutos aprobados por Ratzinger
“El Opus Dei coopta las élites porque entiende que para cambiar el mundo tiene que cambiar a los que mandan y los kikos funcionan más como el pueblo, no son elitistas. Cuando llegan los kikos a una parroquia terminan por imponerse y en la parroquia donde sea designado un cura kiko, acabará formándose una comunidad kika. La realidad es que se ordenan más sacerdotes kikos y es una forma de hacerse con el poder también en la iglesia”, explica el investigador.
Los estatutos del camino neocatecumenal fueron aprobados durante el papado de Joseph Ratzinger en 2008, quien tomó el testigo del apoyo a los movimientos religiosos neocon de Juan Pablo II. El papa polaco concedió a los kikos una especie de bula en 1990 en la que pidió a los obispos que apoyaran a Argüello. También autorizó que se abrieran sus seminarios Redemptoris Mater, los cuales se encuentran bajo su autoridad, pero funcionan de forma paralela. La estrategia de Wojtyła consistía en dar al Opus Dei la formación educativa de los cuadros vinculados con la política y la economía, mientras que a los kikos se les ofreció la calle para que organizaran manifestaciones masivas, como las que hicieron contra el matrimonio homosexual aprobado por Zapatero.
“La fe vivida como una imposición externa al hombre que le guía de forma absoluta parece sacado del siglo XV. Eso está muy superado en la Iglesia católica a partir del siglo XVI. Pero los kikos tienen aspectos que atraen mucho porque son muy participativos y activos y el cura no manda tanto en las comunidades como los catequistas”, advierte el estudioso de la religión.
En la ceremonia en Santa Eulalia, en la que se interpretan continuamente canciones compuestas por el propio Argüello al son de la guitarra, la comunidad participa a través de la monición -introducción- y una ronda de comentarios después de la lectura del evangelio. “Usa las armas contra el demonio”, advierte una señora con voz grave después de afirmar sentirse “liberada” tras realizar una visita a Kiko y la “tumba de Carmen” en Madrid. “Dios me ha hecho el amor”, comenta, por su parte, un señor, quien previamente se ha quejado tanto de “las heridas” de su “alma” como las de su “cuerpo”. “En su momento fue una cosa muy revolucionaria [la participación de los fieles en la misa] porque es una forma mucho más activa de vivir la fe”, apunta Olaya. Los neocatecumenales tienen más peculiaridades litúrgicas: reciben pan ácimo durante la comunión que toman de pie cada uno en su sitio sin acercarse al altar.
Los kikos se reúnen hasta tres veces por semana: a la eucarístía de los sábados, se suma otra reunión entre semana para celebrar ‘la palabra de Dios’ -normalmente con cuatro lecturas- y una convivencia que organizan una vez al mes, en la que hay una dinámica de grupo para resolver los problemas de los miembros de la comunidad. “Es como una terapia de grupo”, precisa Olaya, quien añade que “es muy difícil salir porque la gente se involucra mucho. No puedes hacer otra cosa. Es muy difícil tener más círculos sociales fuera. De adolescentes nos decían activamente que había que ir el sábado por la noche a la eucaristía en lugar de ir a emborracharse con quienes estaban corrompidos por el demonio”.
Para Olaya las comunidades neocatecumenales se entienden como “una respuesta al individualismo y la soledad de la sociedad actual. Es un recurso que hace la vida muy cómoda porque estás apoyado, tienes un colectivo, no tienes que pensar mucho, tienes unas rutinas pautadas aceptadas socialmente. Las críticas de fuera las reciben como un refuerzo positivo de su identidad. Personalmente, lo que más rechazo me causaba era la prohibición de la libertad de pensamiento. No solo tenía que obedecer, sino que no podía ni discutir. El argumento era que no tenías personalidad y que te dejabas arrastrar por la mayoría”.
Aislamiento social
María del Carmen Castilla Vázquez, antropóloga de la Universidad de Granada, ya estudió esta rama del catolicismo en los años noventa, extrayendo las principales conclusiones de que aquello que más caracteriza a los kikos es precisamente cómo, a través de la asociación de sus miembros por medio de actividades, estos creyentes terminan alejándose del resto de personas ajenas a las comunidades. Cristina Martínez, (nombre ficticio), nació siendo ya una kika y permaneció dentro de su comunidad hasta los diecisiete años, confirma que lo vivió así: “Te llenan la agenda de actividades para que solo te relaciones con gente de dentro. Eres feliz porque estás acompañada siempre, en lo bueno y en lo malo. Te ayudan cuando lo necesitas, pero también te aíslas un poco del resto del mundo”.
Cristina no recuerda su infancia sin estar ligada a este tipo de eventos. Los mejores viajes desde niña los he hecho con los kikos. “Nos llevaban a hacer el camino de Santiago, de peregrinación fuera de España, viajábamos a los encuentros del Papa… Hacíamos muchas excursiones, nos lo pasábamos bien y nos hacíamos amigos”, apunta. A través de esa unión que Martínez aún recuerda con cariño, se perpetúa “un pensamiento único” de generación en generación. “Escuchabas un discurso en los padres que se repetía en los hijos. Todos pensaban lo mismo acerca del aborto o de la eutanasia”, asegura la joven. “Cuando empecé a tener ideas distintas de las que se repetían en esos círculos, me decían que la sociedad me estaba lavando la cabeza, que era demasiado roja o demasiado joven”.
La joven expresaba con libertad sus disidencias con la comunidad a la que pertenecía durante las convivencias que se celebraban una vez al mes. “Comentábamos las dificultades que habíamos tenido ese mes, qué nos preocupaba y nos dábamos consejos. Empecé allí a hablar sobre mis crisis de fe, pero siempre las justificaban”. Con tan solo diecisiete años, Cristina consideró que se estaban “rozando los límites del fanatismo” y decidió dejar de asistir a las reuniones al sentir que se cuestionaba fuertemente el feminismo. En una ocasión les dijeron que este movimiento “engaña a las mujeres, animándolas a descuidar el mayor regalo que pueden tener (los hijos) para dedicarse a su trabajo y su realización profesional”.
Pasos secretos “para llegar a Dios”
Las comunidades neocatecumenales se caracterizan por seguir una serie de pasos, a través de los cuáles “llegas a Dios”, según Martínez. “Son secretos, nadie habla de ellos y debes vivirlos por ti mismo. Aunque algunos son conocidos porque son más vistosos como ir predicando de casa en casa o el último de ellos, que es ir a Jerusalén”. Para Martínez este pensamiento está estrechamente relacionado con el discurso de Vox. “Es una defensa de los valores tradicionales, de los modelos de familia y de vida que, aunque no se predique en la Iglesia como tal, está presente en las conversaciones diarias de la comunidad”.
“Los valores de Vox se llevan años cocinando en este tipo de círculos. Los discursos son iguales: en contra la inmigración, el aborto o la eutanasia. He escuchado bastantes discursos racistas o el relato de que los ‘moros’ vienen a invadirnos otra vez”, rememora Olaya. “Lo más sectario que tienen ese secretismo hacia delante. Nadie sabe lo que pasa en los pasos sucesivos. El último es ir a Jerusalén, pero uno de los más iniciáticos es un escrutinio en el que te suben al escenario y el catequista te interroga en público. Otro de los pasos es regalar algunos de tus bienes, como un reloj de oro o entregar 3.000 euros”, añade.
Según apunta Argüello en su libro ‘El Kerigma’ (Voz de Papel, enero de 2017), el ‘camino’ está “casi en todas las diócesis de España y de Italia y se ha extendido en más de 120 naciones, con miles de comunidades”. En esta misma obra queda patente la homofobia del fundador de los kikos. En la página 111 se puede leer: “Venimos de España, donde en política hay una violencia verbal terrible, donde la sociedad se está descomponiendo a todos los niveles: está llena de parejas homosexuales, impera la ideología de género, en el colegio se enseña a los niños de seis años que ellos tienen que elegir sexo, decidir si quieren ser hombre o mujer. ¡Un horror!”.
Mendoza, uno de los kikos más poderosos
Según el barómetro del CIS en 2019, la Región de Murcia es una de las que más porcentaje de católicos posee de España, un 80% de la población, superando la media nacional (66,67%). La comunidad autónoma cuenta, además, con la Universidad Católica de Murcia (UCAM), cuya Fundación San Antonio es presidida por el kiko José Luis Mendoza. “Hay malestar entre parte del clero porque en Murcia hay fama de que hay dos obispos: ‘el obispo Mendoza’ y el de la Diócesis”, explica el cura murciano vinculado a la lucha de la ‘PAH’ Joaquín Sánchez. La ‘católica’ tuvo el primer curso 680 alumnos en 1996 frente a los 22.000 con los que cuenta en la actualidad.
Esta institución privada, además, posee seminarios de religión obligatorios para sus estudiantes de cualquier grado. Sara Aguilar, estudiante de Medicina en la UCAM ha tenido que cursar esta asignatura durante sus dos primeros años del grado para poder avanzar con sus estudios. “Son asignaturas obligatorias, a veces facilonas, que tienes que hacer sí o sí, aunque no te aporten nada ni tengan que ver con tu carrera”.
Mendoza está conectado con los sectores más reaccionarios e integristas de la Iglesia española como los cardenales Rouco Varela, Cañizares y el obispo con cátedra en Cartagena, Lorca Planes, entre otros. Este empresario es considerado a su vez, uno de los miembros más destacables de las comunidades neocatecumenales, especialmente dentro de la Región, donde algunos de los seguidores de ‘el camino’, consideran que tiene más autoridad en Murcia que el propio Kiko Argüello.
El fundador de la Universidad, no solo se ha posicionado abiertamente sobre temas como la eutanasia, el aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo, sino que, ha apoyado indirectamente a determinados partidos políticos, como cuando su Universidad nombró en 2010 y 2012, respectivamente, a Jose María Aznar y Mayor Oreja doctores honoris causa.
La dirección provincial de Vox, cercana a la Universidad Católica
La UCAM se distanció del PP -el Ayuntamiento de Murcia le donó 135.000 metros cuadrados de suelo y el Ministerio de Defensa le cedió terrenos en Cartagena– tras resultar Mendoza imputado por la presunta edificación ilegal del campus de la ‘católica’ en suelo no urbanizable y en medio de un entorno cultural y paisajístico protegido del monasterio de Los Jerónimos en la pedanía murciana de Guadalupe para acercarse a Vox. La dirección provincial de Vox se ha demostrado muy cercana a la UCAM y, de hecho, su ideario confluye.
“Aquí en Murcia los kikos son Vox, de hecho gran parte de Vox aquí en la Región Murcia salió de profesores de la UCAM”, afirma el investigador murciano. “Los catequistas son quienes gobiernan en las parroquias, no son clericales, y dan indicaciones de voto. Afirman que hay que defender la vida, dicen no al aborto. ¿Cuál es el partido que ”defiende la vida“? Antes era el PP y ahora es Vox. Y, además, son muy patriotas. Tienen una vitola social, pero siempre entre ellos”, añade.
Docentes de la ‘católica’ que no han querido identificarse señalan que “Mendoza no ve con buenos ojos a los trabajadores que no están casados o ‘viven en pecado’”. “Mendoza es, seguramente, uno de los kikos más poderosos de España”, afirman. Varios de sus hijos trabajan en la Universidad que, con más de 1.500 trabajadores, no ha contado con un comité de empresa hasta 2018. “Murcia es un feudo de kikos. Cuando me vine para acá yo no sabía lo que era un kiko; del lugar de donde vengo un quico es maíz tostado”, sentencia un profesor con sorna.