Descargo de responsabilidad
Esta publicación expresa la posición de su autor o del medio del que la recolectamos, sin que suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan lo expresado en la misma. Europa Laica expresa sus posiciones a través de sus:
El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.
Una de las pocas cosas positivas de esta Corporación es que haya puesto las cosas en su sitio respecto a la necesaria separación del órgano de gobierno de la administración local de cualquier confesión religiosa, en particular de la católica por ser la predominante y más influyente en nuestro país. No era de recibo que a ciertas funciones religiosas asistieran integrantes de la corporación -gobierno u oposición- en representación de la institución y que ocupasen lugares de honor. Es un error en el que cayeron todas las corporaciones municipales gijonesas hasta este mandato y ahora, por fortuna, está al caer un reglamento que ordene la necesaria laicidad a la hora de asistir a los actos religiosos de los representantes municipales. Ya proliferan bastantes fenómenos fantasmagóricos en las oficinas consistoriales como para añadir actividades supersticiosas a las que asistan los ediles como tales. También llama la atención la presencia de representantes del ejército y de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado uniformados con guante blanco y toda la pesca.
Cuándo esos concejales que tanto se encocoran con estas sanas medidas de convivencia se percatarán que hay ciudadanos a los que ofenden las cuestiones confesionales y que, además de una mayoritaria durante siglos, hay otras confesiones que se sentirán arrumbadas porque los representantes del pueblo no asistan a sus servicios religiosos. No. Aconfesionales y laicos. Completamente. Cosa distinta es que un representante público no asista de modo estrictamente particular a una actividad religiosa o que los profesionales uniformados participen, igualmente de manera privada ataviados de civiles.
En este último aspecto existe una cierta hipocresía porque sigue habiendo capellanes castrenses y hasta comandados por un arzobispo en el que el Jefe del Estado, y por tanto el gobierno, mantienen por acuerdo con el Vaticano un derecho de presentación de una terna de candidatos al nombramiento del alto clérigo correspondiente, al que el ministerio de Defensa mantiene en la capital del Reino su correspondiente catedral.
También convenido está que en los hospitales públicos haya capellanes titulares y exista en tales instituciones sanitarias una capilla como también existen otras en las sedes de las universidades públicas.
Con todos estos ejemplos, no es de extrañar que curas y obispones se revuelvan en sus sotanas y presionen a los mandatarios municipales para que no confeccionen reglamento de laicidad alguno y que asistan a sus funciones a toque de campana. La buena convivencia exige comportamientos discretos por parte de todos y así no se exacerban los ánimos de nadie. Después del de Trento, hubo otros dos concilios católicos y el último de ellos clarificó algunas cosas. Pero porque educadamente se toleren, no se crean los más beatos que no sin esfuerzo se soportan sus destiles de santones.