Los avances en los derechos reproductivos de las mujeres en América Latina, propulsados por un amplio movimiento feminista, contrasta con la reorganización de la extrema derecha y la involución del derecho al aborto en Estados Unidos.
La decisión del Tribunal Supremo de anular la histórica sentencia Roe contra Wade, que había protegido el derecho al aborto durante 50 años en Estados Unidos, provocó reacciones en todo el mundo.
En las principales ciudades, las organizaciones feministas salieron a la calle con miles de mujeres y disidencias sexuales para oponerse a este enorme retroceso en la libertad de decidir sobre el propio cuerpo. Lo hicieron con megáfonos, tambores, y también con pancartas y camisetas verdes, que recuerdan al histórico pañuelo utilizado por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito creada en Argentina casi dos décadas atrás.
Martha Rosenberg es una de las fundadoras de esta organización que luchó durante 16 para conseguir, en diciembre de 2020, la ley de interrupción voluntaria del embarazo. “El movimiento feminista de EE UU ha sido siempre una referencia internacional, a partir de las pioneras que se organizaron después de la II Guerra Mundial” recuerda. En Buenos Aires, las mujeres se manifestaron inmediatamente frente a la embajada de Estados Unidos, en solidaridad con sus compañeras que, en la otra punta del continente, “siguen poniendo de manifiesto el carácter emancipador del feminismo frente a la forma de organización capitalista y neoliberal de la sociedad norteamericana”.
La marea verde avanza
Mientras en Estados Unidos se retoma la lucha por un derecho conquistado hace décadas, en América Latina se avanza a grandes pasos para conseguir por primera vez una legislación sobre el aborto. Las argentinas son reconocidas como ejemplo por su fuerza en instalar la agenda feminista a nivel mundial en los últimos años, y el símbolo representado por el pañuelo verde es un claro ejemplo de ello.
También en Chile el movimiento feminista ganó protagonismo creciente a partir de 2018, hasta llegar a instalar e derecho a la interrupción voluntaria del embarazo en la nueva Constitución que el país votará el próximo 4 de septiembre. “El artículo 61 es uno de los puntos programáticos que decidimos disputar en la redacción de la nueva Carta Magna”, confirma Alondra Carrillo, constituyente y referente de la Coordinadora Feminista 8M.
En Colombia, el pasado 21 de febrero las mujeres celebraron la modificación de la Constitución que elimina el delito de aborto hasta la semana 24. “Los numerosos intentos de legislar en el Congreso nunca habían tenido éxito”, explica Laura Vázquez Roa, integrante de la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, que forma parte de la red Causa Justa por el Aborto. Esta es la organización que llevó adelante la demanda para eliminar el aborto del Código Penal, obteniendo en el plano judicial la primera victoria.
El año pasado, en Ecuador se logró permitir el aborto en los casos de violación, mientras que en México una histórica sentencia de la Corte Suprema decretó la despenalización en todo el país, obligando a los distintos Estados federales a revisar sus normativas. Incluso en países donde la prohibición es total, como El Salvador o República Dominicana, se ha levantado un activismo feminista que intercambia y comparte experiencias a nivel latinoamericano.
La aceptación social del aborto
“En México hubo un cambio relevante cuando las chavas, las chicas más jóvenes, empezaron a expresarse y a manifestarse”, dice Patricia Ortega, de la Red por los Derechos Sexuales y Reproductivos del Estado de Jalisco.
En todos los países donde avanza la batalla por el derecho al aborto se reconoce un salto cualitativo a partir de 2015, cuando en Argentina surgió el movimiento Ni Una Menos contra la violencia hacia las mujeres y los feminicidios, al que siguieron las convocatorias internacionales de la huelga feminista. “Se extendió rápidamente de forma masiva”, explica Yanina Waldhorn, de la Campaña argentina, “las más jóvenes se han sumado a una genealogía feminista que tiene su trayectoria de lucha, y este cambio masificó nuestro panorama, esto pasó en la mayoría de los territorios de América Latina y el Caribe, son muchas jóvenes las que están en la calle”.
El resultado más disruptivo de esta nueva etapa ha sido la progresiva despenalización social del aborto, junto con una ampliación del abanico de reivindicaciones feministas, que van de los múltiples ámbitos de autonomía de las mujeres a las identidades de género, de los derechos sexuales reproductivos y no reproductivos a la educación sexual integral en las escuelas. “También construimos formas creativas de lucha, nuevas estrategias”, añade Yanina, pensando en símbolos y performances como Un violador en tu camino, del colectivo chileno Las Tesis, que rápidamente se convirtió en un poderoso código internacional.
“El debate ya entró en los hogares”, señala también Patricia Ortega, “cuando una adolescente amarra su pañuelo verde a la mochila, el tema se aborda en la casa y esto es un gran paso, no tiene vuelta atrás”
“El debate ya entró en los hogares”, señala también Patricia Ortega, “cuando una adolescente amarra su pañuelo verde a la mochila, el tema se aborda en la casa y esto es un gran paso, no tiene vuelta atrás”. Jalisco es uno de los Estados más conservadores de México, donde la iglesia y los sectores antiderechos son activos, tienen financiación y vínculos con el poder institucional. Fuera de la zona metropolitana de Guadalajara, hasta hace poco era el cura quien decidía lo que era pecado. “Hemos empezado a acompañar abortos donde las chicas vienen con la mama, la prima, la abuela, con la familia que en antes más bien le daría la espalda, la criminalizaría, la juzgaría”, cuenta.
Si bien en algunos casos los derechos de las mujeres pueden ser utilizados como moneda de cambio en las negociaciones entre partidos —como sucede en algunos Estados mexicanos—, o como capital político que atrae votos en las campañas electorales —como se reporta en Argentina y Colombia—, esto también significa que el tema ha dejado de ser secundario: “Se ha incorporado a la agenda política, ya no se puede soslayar”, dice Martha Rosenberg, quien recuerda los tiempos en que incluso las diputadas que firmaban el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo para presentarlo al Congreso, luego no lo votaban. “La relación entre el derecho al aborto y el reclamo al Estado es compleja”, continúa su reflexión, alimentada por una larga historia de militancia feminista, “y forma parte de la lucha por un Estado democrático que proteja la vida de las mujeres y la libre decisión sobre nuestros cuerpos y proyectos de vida, identidades, destinos”.
Nunca bajamos la guardia
Sin embargo, queda mucho trabajo por hacer, coinciden todas las mujeres entrevistadas. En Argentina, como en Colombia, el derecho al aborto es una conquista tan reciente que no se imagina un retroceso brusco, a diferencia de lo que ocurrió en Estados Unidos. “Pero es un ejemplo bien concreto de que tener una ley no significa que se respete el derecho, hay que seguir reclamándolo como movimiento organizado”, recuerda Yanina Waldhorn. “Con el avance de los gobiernos de derecha, las condiciones empeoran, como se observa en Brasil. La justicia sigue siendo patriarcal, colonial y clasista en nuestros países”, continúa, e indica como ejemplo el caso de Miranda Ruíz, una médica que fue acusada de autorizar un aborto a pesar de que la ley lo permite. La fiscalía de Salta, en el norte de Argentina, está persiguiendo a una de las pocas profesionales que realizan abortos en esa provincia, entre las más conservadoras del país.
En definitiva, la Campaña por el Aborto no ha dejado de funcionar porque todavía existen varios obstáculos para el acceso concreto a este derecho adquirido. “Acumulamos 40 denuncias de los sectores anti derechos —continúa Yanina—, aunque no son un obstáculo real, porque la ley no los ampara, han tenido mucho revuelo”. Por otro lado, las mujeres que necesitan abortar tienen todavía poca información. Según Amnistía Internacional, a un año de la entrada en vigor de la Ley 27.160 en Argentina, ni las instituciones nacionales ni las provinciales lanzaron campañas de difusión. Según informa el monitoreo del Proyecto Mirar, el acceso al aborto seguro también es desigual en los distintos territorios del país, la mortalidad de las mujeres sigue siendo superior a la media en provincias del norte, como Formosa, Salta, Chaco y Tucumán, aunque el acceso al medicamento abortivo Misoprostol ha aumentado a nivel nacional.
Si bien en algunos casos los derechos de las mujeres pueden ser utilizados como moneda de cambio en las negociaciones entre partidos, o como capital político que atrae votos en las campañas electorales, esto también significa que el tema ha dejado de ser secundario
Vázquez Roa coincide con este análisis: “No bajamos la guardia, porque sabemos que los derechos de las mujeres nunca están del todo garantizados”. En Colombia, por ejemplo, la ley recientemente aprobada “hay que defenderla y aplicarla, hay que difundirla, sobre todo entre los sectores sociales más vulnerables, capacitar al personal de salud, profundizar la aceptación social”. La campaña de la que forma parte ofrece apoyo a las mujeres que necesitan abortar: “El número de solicitudes no ha variado con la nueva normativa, nos preguntan cómo hacerlo, esto significa que hay falta de información”, explica Laura, que también denuncia mucha confusión en los centros de salud donde debería estar garantizado el acceso al aborto.
Sin embargo, con la victoria de Gustavo Petro y Francia Márquez en las últimas elecciones, se abre un nuevo espacio de acción en Colombia, donde los gobiernos han sido históricamente siempre de derecha y cercanos a la iglesia. “La próxima ministra de Salud apoyó la causa del aborto, esperamos que pueda facilitar la aplicación de la ley, porque no sirve de nada tenerla sólo en papel”, concluye Laura.
El avance de la derecha
Según Alondra Carrillo, vivimos en un contexto histórico en el que “por un lado se ven los giros autoritarios en las democracias contemporáneas, con la posibilidad de la afirmación de la extrema derecha y los sectores fundamentalistas, mientras que por otro lado se abre un futuro alternativo con las luchas feministas, socio ambientales y de los pueblos originarios en América Latina”. En este contexto, Alondra señala la reacción de los sectores conservadores chilenos que están recurriendo a las mentiras más groseras para tratar de frenar la aprobación de la nueva Constitución. “Han sido incapaces de confrontar directamente el texto y han llegado a declarar por ejemplo que la norma constitucional permitiría el aborto hasta los nueve meses”, explica. Incluso en Argentina, “los movimientos fundamentalistas antiabortistas se han reorganizado”, recuerda Martha Rosenberg: sucedió en particular en 2018, cuando la posibilidad de una ley de interrupción voluntaria del embarazo fue frenada en el Senado por unos pocos votos.
Está claro, en definitiva, que la batalla por los derechos de las mujeres es un ejercicio constante: “El poder de la iglesia y de la derecha se ve en cada lucha, a nivel de diputados, de centros de salud, de cada estado federal”, confirma Patricia Ortega, “el tema del aborto toca las fibras más sensibles del patriarcado porque considera intolerable la idea de que la vida depende de la decisión de las mujeres”.
“No hay una receta, hay historia, la que hemos construido con una larga experiencia”, sonríe Martha. “El movimiento feminista es internacional y transversal, muestra una solidez y un horizonte común en distintas situaciones que van más allá de la opresión patriarcal de la mujer, que es trans histórica”
Vázquez Roa también señala que los movimientos antiderechos en Colombia han sido financiados por las iglesias estadounidenses durante muchos años.
Como señalan todas las entrevistadas, el ataque de la Corte Suprema al derecho al aborto en Estados Unidos no surgió de la nada. Se trata más bien de una estrategia que el Partido Republicano y su sector más conservador han llevado a cabo durante décadas y que se ha visto reforzada con la llegada de una figura como Donald Trump a la Casa Blanca. “Es un proceso que viene de lejos, lo que ha pasado con Trump es que se ha propuesto el objetivo concreto de cambiar a los jueces de la Corte para que estén a favor de retroceder en el aborto, y ahora el plan avanza incluso sin que él esté en el poder”, aclara Patricia Ortega. Al mismo tiempo, está segura de que las fuerzas feministas en Estados Unidos se están reorganizando y levantando, y la solidaridad de las compañeras latinoamericanas va en esa dirección.
La articulación del feminismo
“Si algo hemos aprendido de los continuos intercambios con organizaciones feministas de toda América Latina —dice Yanina— es que en cada país esta lucha se organiza de manera diferente, depende de las características de cada territorio”. Por ejemplo, en algunos lugares como Argentina el derecho al aborto se ha conquistado a través de una ley nacional, mientras que en otros casos es necesario reformar la Constitución y la batalla se libra en el ámbito judicial.
“Nuestra primera reacción a la sentencia en Estados Unidos fue activar la solidaridad —sigue Yanina— porque la tuvieron todas las feministas del mundo con nosotras en 2018 y 2020 cuando la ley estaba en el Congreso”.
La red internacional se teje continuamente, a través de algunas fechas comunes, como el 28 de septiembre, día mundial de la despenalización del aborto, pero también a través de encuentros virtuales y viajes, asambleas, reuniones de formación, intercambio de materiales, estrategias, experiencias.
“No hay una receta, hay historia, la que hemos construido con una larga experiencia”, sonríe Martha. “El movimiento feminista es internacional y transversal, muestra una solidez y un horizonte común en distintas situaciones que van más allá de la opresión patriarcal de la mujer, que es trans histórica”.