La televisión andaluza con mucho esmero dio cobertura completa al mensaje de odio que el obispo de Huelva, Santiago Gómez Sierra, dio en plena festividad del Rocío, en medio de la campaña de las elecciones andaluzas.
Hace unas semanas, la televisión andaluza con mucho esmero dio cobertura completa al mensaje de odio que el obispo de Huelva, Santiago Gómez Sierra, dio en plena festividad del Rocío, donde se concentran cada año miles de personas. “Hay asuntos que deben estar por encima de las diferentes estrategias de partidos políticos porque son temas exigidos por la razón y por el verdadero humanismo”, dijo, para luego afirmar que la vida es inviolable, que la educación no debe ser laica o que solo es respetable la unión entre mujeres y hombres y que su destino es tener hijos.
Su discurso propagandístico, propio de la ultraderecha, y para quien pidió el voto de forma descarada, en contra de la eutanasia y el derecho al aborto, con un claro mensaje homófobo, no fue más que la lectura de la Nota que los obispos del Sur publicaron el pasado 1 de junio, bajo el lema de que hay que votar con conciencia. Cabría preguntarse, desde luego, qué demonios significa para ellos la conciencia, la razón y el humanismo.
¿Qué hubiera ocurrido o provocado si un representante de un determinado partido político hubiese aprovechado la oportunidad de la congregación de la multitud con motivo de la Romería del Rocío, para criticar allí mismo la hipocresía de la Iglesia católica, mencionando los miles de casos de pederastia que se niegan por activa y pasiva investigar? Porque hubiese bastado con mencionar a cada uno de los integrantes de esa nota de los Obispos del Sur y su hipocresía ante tales delitos de los que se niegan a hablar y mucho menos hacer justicia.
No olvidemos que Francisco Javier Martínez, arzobispo de Granada, no cumplió con sus correspondientes actos de vigilancia cuando unos sacerdotes abusaron de monaguillos, siendo condenado el arzobispado de Granada como el responsable civil de tal delito en el año 2015.
No olvidemos a José Ángel Saz Meneses, arzobispo de Sevilla, que hace unos meses decía que no hay denuncias de abusos, que la Iglesia no tiene nada que ocultar y que los abusos sexuales en la Iglesia (esos que dice él que no existen) no es competencia del Congreso, sino algo interno.
No olvidemos a Antonio Gómez Cantero, obispo de Almería, que también dijo a principios de año que él no tiene constancia de abusos sexuales por miembros de la iglesia de Almería, al parecer lo del secreto a voces de la Salle, lo sabe todo el mundo menos él.
No olvidemos a José Rico Pavés, obispo de Asidonia-Jerez, que declaró el pasado año que está seguro de que la Iglesia no tiene voluntad de ocultar nada, pero siguen insistiendo en que no hay casos denunciados a pesar de que sale todos los días en los medios de comunicación.
No olvidemos a Demetrio Fernández González, obispo de Córdoba, que se resistió a apartar a un sacerdote acusado de pederastia por la fiscalía en 2015, limitándose a trasladarlo de parroquia.
¿Qué hubiera ocurrido o provocado si se hubiera puesto en evidencia la falta de solidaridad y el egoísmo de tales representantes de la Iglesia que predican una cosa, pero hacen otra? Porque en tal discurso, Gómez Sierra se atrevió a hablar de lo importante que es ayudar a los más débiles de la sociedad, como lo son los jóvenes, ancianos e inmigrantes.
No olvidemos a Rafael Zornoza Boy, obispo de Cádiz y Ceuta, que gobierna la diócesis como si fuera una empresa mercantil, al que no le tembló la mano a la hora de acometer desahucios o exigir miles de euros a usuarios de edificaciones de la que era titular, que despidió a trabajadores de Cáritas para luego alabar el trabajo de dicha entidad, el que el pasado año se negó a ceder el centro Hogar Residencia Nazaret para acoger a un centenar de menores no acompañados que se vieron totalmente desamparados.
No olvidemos al mismo Santiago Gómez Sierra, que justifica las masivas inmatriculaciones de la Iglesia.
¿Qué hubiera ocurrido o provocado si un representante de un determinado partido político hubiese aprovechado para mencionar la participación activa del clero en la guerra civil o que nieguen la defensa de la Memoria Histórica para que se repare parte de todo el daño que la dictadura franquista hizo en este país? El escándalo hubiese sido mayúsculo, ¿verdad?
Pero como solo era un obispo, apoyando las políticas de la ultraderecha, donde se desprecia a la mujer, al inmigrante, donde no se respeta ni la libertad ni la dignidad de la persona, a pesar de que estas precisamente van contra la solidaridad de la que tanto hablan, aquí no ha pasado nada.
Porque cuando se trata de la Iglesia, nunca pasa nada.