Lo de que «el que avisa no es traidor», en España es al revés
En su libro «El gran error de la República» el historiador Ángel Viñas ha investigado infinidad de informes realizados por diferentes servicios de información durante la República y hasta la Guerra Civil, tanto militares como civiles, alertando desde 1932 de la existencia de múltiples complots, inicialmente descoordinados, pero que posteriormente fueron vertebrándose en un eje civil y otro militar, que terminaron conectándose en fechas inmediatas al golpe de Estado.
Las señales recibidas y transmitidas a miembros del Gobierno de Azaña y posteriores, fueron incrementándose al tiempo que adquirían dimensiones preocupantes.
Resulta proverbial la displicencia y despreocupación con la que fueron recibidos estos informes, que debidamente tratados, podrían haber abortado en origen lo que resultó ser posteriormente el golpe de Estado de 1936.
El indulto, en 1932, al general Mola tras el intento de golpe que había iniciado, quizás fue el primer error de la República. Su ejecución, en la aplicación de las leyes en vigor para el delito de rebelión militar, habría servido de aviso a navegantes para los que intentaran subvertir el orden y la legalidad establecidos.
La historia se repite.
La impunidad con que las dos últimas ministras de Defensa socialistas, han dado cobertura a todo tipo de asonadas de matiz ultraderechista en el seno de las FAS, ha envalentonado a los sectores militares más ultraconservadores, al tiempo que ha conseguido amedrentar a los profesionales más concienciados democráticamente, obligándoles a adquirir un perfil tan bajo, que les hace pasar inadvertidos, pues en España un militar que se pasee con un libro de Gabriel Jackson o de Aristóteles bajo el brazo, es objeto de sospecha y de ser mirado de reojo por sus superiores.
La presencia de una fuerza militar armada y de uniforme, al mando de un capitán en la explanada del Valle de los Caídos, formando parte de un ritual irregular de bendición de su banderín, por parte de un capellán católico, sin autorización y fuera del programa de formación de esta unidad, es un desafío no solo a la disciplina militar, a las Ordenanzas y a los reglamentos, sino que constituye un inequívoco acto de afirmación ideológica franquista, motivo por el que dicho capitán eligió el Valle de los Caídos como marco para su aventura llena de simbolismo.
La medida adoptada de cesar en el mando a este oficial, un correctivo que se corresponde a una falta leve, y los posibles uno o dos meses de arresto, a modo de vacaciones pagadas, es casi un premio para la osadía ideológica de un capitán, que en la aplicación taxativa del Código de Justicia Militar, tendría que ser expulsado de las Fuerzas Armadas tras el juicio correspondiente, sin perjuicio de la investigación y presuntas responsabilidades de otros superiores en la cadena de mando, que hubiesen autorizado, consentido o tenido conocimiento del acto, sin impedirlo.
El gobierno socialista, cómplice de la impunidad franquista en las FAS
El equipo socialista del Gobierno deEspaña tiene ya acumuladas más que sobradas pruebas de la cada vez más potente impronta ultraderechista, en todos los escalones de mando y en todas las unidades y dependencias de las FAS, razón por la que cabe preguntarse cuáles son los auténticos motivos para que el gobierno socialista pretende ignorar lo que no es sino un auténtico movimiento subversivo desde el punto de vista democrático, que atenta -incluso- contra principios fundamentales de la Constitución Española, de la que paradójicamente se titula como último garante.
Lo de que «el que avisa no es traidor», en España es al revés
Sería de desear que dentro de varias décadas los discípulos de Ángel Viñas no tengan que repetir los libros de su mentor.
Floren Dimas, Oficial del Ejército del Aire (R) | Miembro de ACMYR y Anemoi | Miembro de la Asociación Memoria Militar Democrática