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Las bodas religiosas pasan en dos décadas de rozar el 76% del total a apenas el 10%

En 2009 los matrimonios civiles superaron a los religiosos, pero la debacle de las uniones católicas ha ido a más y ha llegado a su mínimo histórico en 2020 por el ‘efecto pandemia’ con apenas 26 ceremonias al día en toda España.

«Aquí ya nadie se casa por la Iglesia». La afirmación de un anciano sacerdote, que el pasado año no celebró ninguna boda, es la misma que admiten, con pesadumbre, muchos párrocos españoles. Una realidad, aumentada por la pandemia, y que los últimos datos del INE ha mostrado a las claras: sólo una de cada diez bodas en España son religiosas. El año pasado apenas hubo 9.444: una boda al año por cada dos parroquias y media existentes en España, unas 26 ceremonias al día en todo el país. En estas cifras se nota el efecto de la pandemia, que ha desplomado las cifras de matrimonios –en enero y febrero de 2020 los datos eran similares a los del año anterior– pero el desplome es claro desde que en 2009 los matrimonios civiles superaron a los religiosos en España.
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La tendencia simplemente se acentuó en 2020, cuando los matrimonios católicos supusieron el 10,5% del total, casi la mitad que el 20,8% de 2019, con 33.869 bodas católicas. Las bodas celebradas por otros ritos representaron el 0,05% del total. Sin embargo, el declive es evidente si se observan las dos últimas décadas. En 2000 el 75,6% de las uniones celebradas en España eran católicas. Ocho años después ese porcentaje ya se había reducido al 45,5%. A mediados de la pasada década caía hasta el 31,7%, y en 2019 apenas superaba el 20%. Un proceso muy rápido.

Hace 20 años hubo en España 163.000 bodas católicas. En 2020, no llegaron a las diez mil. Frente a ello, los ritos civiles pasaron de 44.779 en 1996 a 129.000 en 2019. Y es que (pandemia aparte) la gente se casa cada vez menos. Pero los que lo hacen, ya no pasan por el altar.
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Perder el monopolio de los ritos

«Hemos perdido el monopolio de los ritos», apunta un obispo con los datos en la mano. Cada vez hay menos bautizos, comuniones y bodas. «La gente presenta a sus hijos en sociedad, y ahora el niño o la niña que hace la comunión casi es el bicho raro», admite. Y remacha: «Sólo nos quedan los ritos de paso, como los funerales. Y casi ni eso».

«Hemos perdido a la infancia, lo que quiere decir que estamos a punto de perder, si no lo hemos hecho ya, a la juventud. Y que, si no cambia la cosa, dentro de poco solo celebraremos funerales», lamenta. De ahí la relevancia que la Iglesia española ha querido dar al ritual de funerales, la permanencia de los entierros frente a las cremaciones, hasta el punto de que, como se apunta en el Manual de Exequias de la Conferencia Episcopal, «en el caso de que el difunto hubiera dispuesto la cremación y la dispersión de sus cenizas en la naturaleza por razones contrarias a la fe cristiana, se le han de negar las exequias».

Fernando Vidal, director de la Cátedra Amoris Laetitia de Comillas, apunta que la disminución de las bodas católicas no tiene tanto que ver con el descenso de la religiosidad, sino con «el desenganche de los católicos no practicantes respecto a la Iglesia».
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Para el sociólogo, otra de las razones es la tradición. «Una proporción alta de los matrimonios por la Iglesia no tenía motivaciones realmente religiosas», de modo que «los formalismos se abandonan mucho más rápidamente cuando socialmente se van legitimando y ganan en calidad celebrativa las bodas civiles, que también permiten ceremonias estéticamente emotivas». Para Vidal, «las ceremonias civiles son más flexibles y la comunidad puede participar más fácilmente en los distintos momentos que crean los novios», a diferencia de la rigidez de las ceremonias religiosas.

Se alejan las parejas que viven ‘en pecado’

Además, está el elemento del rechazo que la doctrina de la Iglesia explicita sobre el sexo y la convivencia antes del matrimonio. «La sociedad ha incorporado como parte del noviazgo la convivencia durante un tiempo, que con frecuencia se prolonga varios años. La gente percibe que es algo que rechaza la doctrina y por tanto muchas parejas no se acercan a la Iglesia por no sufrir reproches», explica el director de la Cátedra de Comillas.

¿Qué puede hacer la Iglesia para frenar esta sangría de matrimonios católicos? «La población católica echa en falta que la Iglesia ayude a madurar a las parejas, que les acompañe», sostiene Vidal, quien añade que «la Iglesia hará un mejor servicio si es más acogedora de todo el conjunto de situaciones diversas en que se encuentran las parejas y es capaz de acompañar a las parejas que ya conviven», en lugar de abandonarles como si fueran pecadores al no haber pasado por el altar.

El reparto de las bodas religiosas es desigual en el territorio español. Mientras en Euskadi y Catalunya no pasan del 10-14%, en otras comunidades autónomas superan ampliamente el 20% (con datos de 2019). Incluso hay diferencias entre las provincias de una misma autonomía. Por ejemplo, en Andalucía, donde Córdoba y Jaén destacaron por su gran porcentaje de ceremonias católicas –el 40 y el 48%, respectivamente en 2029– mientras que en Málaga apenas alcanzaron el 20%. Las provincias con menos bodas religiosas en ese año fueron Barcelona y Girona, con un 10% del total.
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También, explica, hay que mejorar la preparación de los novios, que «debe abandonar drásticamente el formato academicista de clases» para obtener un permiso. Pero, esencialmente, el experto insiste en que el problema está en la propia comunidad eclesial, cuya relevancia social está desapareciendo. «Las Iglesias que carezcan de una comunidad vecinal acogedora y viva, se convertirán en meros museos, como critica el Papa Francisco. Las parejas necesitan encontrarse con otras parejas y familias que representen las distintas edades y la diversidad de situaciones. Donde hay comunidades parroquiales vivas y acogedoras, es posible que los novios sientan un acompañamiento a lo largo de la vida, antes y en las fases siguientes a casarse». En caso contrario, admite, en unos años una ínfima parte de los españoles pasarán por el altar.

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