El informe de 2020 de la Fundación Alternativas arroja la mejor nota desde 2008 (6,3), pero advierte sobre una «cierta erosión de las libertades civiles»
Una democracia plena, sin motivos para acomplejarse, pero que se equivocaría si cierra los ojos ante sus problemas. Especialmente ante uno, que toca un nervio crucial del sistema: la libertad de expresión.
Así se puede resumir el diagnóstico que 319 expertos han realizado sobre la democracia española en el informe de 2020, año de pandemia, realizado por el Laboratorio de la Fundación Alternativas, un referente en la evaluación de la calidad de nuestro sistema de derechos y libertades. La desprotección de la libertad de expresión y la corrupción ensombrecen un diagnóstico globalmente positivo.
«La lección más importante» del informe es que en calidad democrática «seguimos siendo un país normal, con más de un problema –como los límites a la libertad de expresión– y algún que otro acierto –como una cultura política igualitaria–», anota Alberto Penadés, profesor de la Universidad de Salamanca, que dirige el estudio junto Amutiz Garmendia, de la Carlos III. Con «normal», Penadés se refiere a a integrado en el selecto club de las consideradas «democracias avanzadas». Para evaluar la calidad de la democracia española, los autores del informe, que da continuidad a una serie iniciada en 2008, han planteado 57 cuestiones a 319 expertos en ciencias políticas, sociología y, en menor medida, economía, derecho, historia y periodismo. La valoración global ha sido la más alta en los 13 años de la serie, con un resultado de 6,3 puntos sobre 10. La valoración de los expertos sobre la democracia es superior a la que dan los ciudadanos [ver aquí el informe completo].
Gráfico incluido en el informe de la Fundación Alternativas, que muestra cómo la opinión de los ciudadanos sobre la democracia es peor que la de los expertos, al menos hasta 2019.
2020 arroja la quinta mejora consecutiva de la nota, con el mérito añadido de producirse pese a la pandemia. Los resultados son congruentes con los de organismos como el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA), con sede central en Suecia; Freedom House, con sede en Washington, valedor del ideal estadounidense de democracia liberal; y V-Dem, un proyecto de la Universidad de Gotemburgo. Pero todo ello no oculta las sombras, que también las hay.
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