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La ciencia, el chip y un obispo

Es urgente trabajar para mejorar la vida dentro de las residencias, con recursos económicos y humanos.

Hoy me vacuno. Pero no crean que me he comido un palé de osos amorosos y el optimismo del pinchazo que me van a poner me distorsiona la cruda realidad. Es importante no olvidar todo lo que hemos vivido y a la gente que hemos perdido en el camino, a los que no lo consiguieron y sobre todo a los que dejaron sin intentar que al menos tuvieran la oportunidad de conseguirlo.

Esta pandemia nos ha mostrado nuestras vergüenzas, la falta de recursos y atención profesional en las residencias de personas mayores. Debemos procurar un cambio de mentalidad y de gestión, hay mucho por hacer, por ellos y porque aunque pensemos que no va con nosotros, un día quizás seremos los residentes. Es urgente trabajar para mejorar la vida dentro de las residencias, con recursos económicos y humanos.

Inversión, empatía y profesionales, por favor. Y sobre todo justicia y que no se olvide a todos los que han muerto sin ser atendidos en los días más difíciles, no olvidemos el palacio de hielo en Madrid ni la residencia Caser, en Murcia.

Parece que ha pasado un siglo, pero se acaba de cumplir un año y no podemos deshumanizarnos de esta manera, nos hemos acostumbrado y detrás de cada número hay una familia, una vida, una historia.

Me parece cruel y sin escrúpulos que nuestros gobernantes en Comunidades como Murcia o Madrid escurran el bulto ante la nefasta gestión en las residencias en los meses más complicados de esta pesadilla, y sobre todo pongo el grito en el cielo al ver cómo se desestima la creación de una comisión de investigación para valorar lo ocurrido. Siento el dolor de los familiares y la pérdida de sus seres queridos. Y ojalá se haga justicia.

Esta pandemia también ha dejado momentos dignos de una película de Luis García Berlanga y el escenario de dicho rodaje no ha sido otro que Murcia: el obispo y varios sacerdotes se hacían pasar por capellanes para saltarse la cola y vacunarse. Puede parecer cómico, pero les garantizo que cuando aquello sucedió y mi madre, gran dependiente, seguía esperando que la llamaran para su primera dosis, daban ganas de muchas cosas y ninguna buena.

Lo que no vi venir es la falta de autocrítica, humildad y caridad fraternal del señor obispo al afirmar sin pudor en una rueda de prensa esta semana que tenía su conciencia muy tranquila, tras lo ocurrido y que era momento de pasar página porque él ya había olvidado lo ocurrido. ¿Se ríen de nosotros en nuestra cara? Si, fin de la cita.

Pero no me voy a quedar con esto hoy. Me voy a quedar con lo que pasará va a pasar esta mañana y esa cita tan esperada, la cita más importante del año: me vacunan. Que vivan la ciencia y el Chis.

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