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‘Rocío’: 40 años de la primera película secuestrada por la Transición

Fernando Ruiz Vergara destapó con su documental, sin preverlo, la represión franquista en Almonte, donde asesinaron a 100 personas, y con supuesta relación con hermanos mayores de la Hermandad Matriz de la Virgen del Rocío

Una partida de hombres a caballo vestidos con pantalón de pana marrón, camisa azul y la imagen de la Blanca Paloma al cuello desataron la masacre en la aldea de El Rocío, El Condado y la cuenca minera onubense en 1936. Fueron asesinadas 100 personas en Almonte: una mujer y 99 hombres. Lo denunciaba Pedro Gómez Clavijo, un vecino mayor de Almonte, en Rocío (1980), la primera película secuestrada por la Transición, dirigida por Fernando Ruiz Vergara (Sevilla, 1942): el hombre que desafió a la magistratura franquista y se atrevió a revelar el horror provocado por los terratenientes y la implicación de algunos hermanos mayores de la Hermandad Matriz de la Virgen del Rocío.

Rocío relata las entretelas de la romería con una mirada historicista y etnográfica, a la par que valiente y rompedora. Etiquetada por algunos estudiosos como película-ensayo, sienta precedente en el cine documental español, con clara influencia sesentayochista y poso de la Revolución de los claveles. La película fue dirigida por Fernando Ruiz, fallecido el 12 de octubre de 2011 en Castelo Branco (Portugal) y guionizada por Ana Vila, quienes abordaron abiertamente, además de la lisergia pagana entre religiosidad, festejo y tradición, la represión ejercida en Almonte por las fuerzas reaccionarias durante el golpe militar del 18 de julio de 1936. Las imágenes fueron tomadas en 1977 con cinco cámaras inmersas entre la multitud, que consiguieron sumergirse en la esencia del festejo: devoción, cante y baile, alcohol y algarabía.

Como apunta José Luis Tirado, director del documental El caso Rocío (2013), «Fernando Ruiz tuvo la desgracia de ser, al mismo tiempo que pionero de esto llamado ‘memoria histórica’, la primera víctima del ‘derecho al honor’, o lo que viene siendo lo mismo, de la impunidad del franquismo, amparada por un modelo de transición y por el aparato judicial, siempre presto a cortar todo intento de establecer una verdad jurídica sobre los hechos ocurridos allí donde los golpistas se impusieron en poco tiempo”. Rocío se estrenó en Alicante en 1980. Ese mismo año obtuvo el primer premio en el I Festival de Cine de Sevilla, que fue seguido de la denuncia el 23F de 1981, tras su visionado en Madrid, de la familia Reales de Almonte contra el realizador, la guionista y el vecino que aparecía en el documental dando nombres de los implicados en la represión en la localidad onubense.

Fotograma de la película Rocío
Fotograma de la película Rocío.

Los sucesos de Almonte en febrero de 1932

La sentencia obligó a censurar los fotogramas de la película que recogían las confesiones de los vecinos Pedro Gómez Clavijo José Aragón Domínguez. En la secuencia, Clavijo afirma que durante la República, «siendo el alcalde de Almonte, Francisco Villarán, recibió la orden de quitar el azulejo de la virgen del Rocío del (salón de plenos del) ayuntamiento». Cabe señalar que durante la II República se intentó retirar las imágenes religiosas de las instituciones oficiales, de acuerdo con el concepto de Estado Laico, y en el documental afirman que esto fue aprovechado por las derechas reaccionarias para promover desórdenes. A continuación, Aragón Domínguez explica que «los señores más competentes del pueblo de la parte reaccionaria se lanzaron a la calle y empezaron a montar barriles de vino a propósito para emborrachar a la gente, que vociferase y asaltaran las casas de los que representaban entonces la política».

Y aquí una parte censurada: «Sé que ocurrieron cosas horribles. Sacaron a concejales del ayuntamiento de sus casas malos (enfermos) y desnudaron a municipales, mandados por la jerarquía del pueblo. Ya de antemano sabíamos lo que iba a ocurrir con el retrato de la virgen del Rocío», cuenta Clavijo. Luego Domínguez revela: «Estos eran los señores de Reales, eran los señores de Escolar y eran los señores Ventura Valladolid, más otros más pequeños unidos a ellos, (que) fomentaron ese escándalo tan tremendo y doloroso que se «produció» en ese pueblo». Y finalmente Clavijo apunta en su testimonio: «El pueblo emborrachao, inculto y fanático, en esa tradición de esa señora, la patrona de Almonte, cometieron todas esas barbaridades, quizás inconscientes algunos, pero empujados por estos señores que luego en el momento fueron los culpables de tantos crímenes como se cometieron en Almonte y toda la provincia de Huelva». Esta revuelta, que en el fondo escondía una reacción de los caciques locales ante la incipiente Reforma Agraria promovida por la República, solo se penó con una multa administrativa.

 Pedro Gómez Clavijo en un fotograma de 'Rocío'.
 Pedro Gómez Clavijo en un fotograma de ‘Rocío’.

Cuando Rocío se rodó, el alcalde del pueblo era José María Reales Cala, hijo de José María Reales Carrasco, cabecilla de la represión en Almonte, tras el golpe del 36, según Gómez Clavijo. Reales Cala advirtió tanto a Fernando Ruíz como a Ana Vila de que tuviesen cuidado, que no se metiesen en un asunto tan delicado. La película ya estuvo herida de muerte antes de estrenarse, quedó en el olvido durante décadas, y fue gracias al movimiento memorialista cuando pudo rescatarse y ser reivindicada. Fernando Ruiz, tras la censura de la película y la sentencia condenatoria contra su persona, acabó autoexiliado en el sur de Portugal y recibió varios homenajes tras décadas de señalamiento que lo llevaron al ostracismo cinematográfico. La Filmoteca de Andalucía guarda una copia original del filme y gracias a este trabajo pudieron hacerse varios copias digitales (censuradas y no censuradas).

‘El caso Rocío’

La primera vez que el documentalista José Luis Tirado vio Rocío en versión íntegra fue en el cine Bellas Artes de Madrid en 1981.»Me interesó no solo por las escenas que valientemente relataban detalles de la represión franquista durante el golpe de Estado de 1936, sino también por la mirada crítica e inteligente ante las construcciones ideológicas de las tradiciones». En uno de esos pases también estuvieron los «mandados» de la familia Reales, que pudieron constatar que su apellido aparecía manchado de sangre. Tirado cuenta en el libro de El Caso Rocío, acompañado de DVD, que volvió a ver Rocío unos años después en el Pequeño Cine Estudio Magallanes de Madrid, «esta vez con los cortes dictados por la sentencia judicial, y no es hasta 2005 que conozco personalmente a Fernando Ruiz Vergara, en Sevilla, tras la proyección de la película en la Casa Pumarejo con motivo de unas jornadas de memoria histórica».

Abordar el tema de la persecución y censura del documental Rocío, además de las consecuencias que supusieron para su director Fernando Ruiz Vergara, era una deuda que José Luis Tirado creía que había que afrontar. «Por un lado, poner en valor la calidad cinematográfica de la película, así como su producción marcadamente independiente. Por otro, reivindicar una de las primeras películas que denuncia la represión ejercida tras el golpe de estado de 1936, con el asesinato de civiles con nombres y apellidos, a manos de caciques locales, también identificados», explica a lavozdelsur.es.

 Fernando Ruiz Vergara en su habitación de la Casa da Misericordia de Vila de Rei.
 Fernando Ruiz Vergara en su habitación de la Casa da Misericordia de Vila de Rei.

En su opinión, en Rocío se destaca «la connivencia de la Iglesia Católica en la estrategia del terror que se practica en la España donde el golpe triunfa, así como la mirada crítica en torno a unas “tradiciones” político-religiosas con gran trascendencia entre la población…». Para su autor, la producción de El caso Rocío supuso «no solo la realización del documental, sino también la edición de un libro que recoge trabajos de diversos autores sobre el tema, la recuperación de las escenas suprimidas por la censura en el documental de Fernando, la transcripción de los textos del mismo, así como su traducción al inglés y al francés para su posterior subtitulado, para darle a la película una dimensión internacional y rescatarla del olvido».

«Pero, sobre todo –incide Tirado– El caso Rocío revisita la llamada “Transición” ((pues la denuncia, proceso y censura de Rocío se produce de 1981 a 1984) para señalar sus deficiencias respecto a derechos civiles como la libertad de expresión o la memoria democrática, entre otras».

Fotograma de 'El caso Rocío', la aldea de El Rocío fuera de temporada rociera.
Fotograma de ‘El caso Rocío’, la aldea de El Rocío fuera de temporada rociera

Una transición cómplice con la represión

Rocío constituye el primer caso de censura una vez se decretó la Ley de Amnistía en 1977 y tras la aprobación del derecho al honor en la constitución del 78, afirma el historiador Francisco Espinosa, «con esa base solo podía pasar lo que pasó». Espinosa, que ha publicado varios trabajos acerca de la represión franquista en la provincia de Huelva y tuvo acceso a los datos del proceso judicial de Fernando Ruiz Vergara, explica a lavozdelsur.es que «cuando Fernando expone el nombre de uno de los implicados en la represión en Almonte, naturalmente la ley amparaba la demanda que le pusieron». En este sentido, avisa de que «la amnistía hoy sigue siendo una especie de muro que se constituyó simplemente con obligación de olvidar todo lo ocurrido en España entre 36 y el 77. De hecho, Amnistía significa etimológicamente olvido. Y el derecho al honor resulta otra artimaña que crearon con vistas a darle identidad y peso a las familias que pudieran estar afectadas por ese tipo de información». En realidad fue una auto-amnistía.

Por su parte, la investigadora Pura Sánchez revela a este periódico que la realidad acabó, sin pretenderlo, colándose en el documental en un ejercicio de lo que después llamaríamos memoria histórica. «Lo que había ocurrido en Almonte fue un hecho realmente tremendo: el asesinato de 100 personas por parte de gente ligada a los terratenientes y al mundo de las bodegas», comenta. «Y este testimonio que acaba apareciendo en el documental –acierta Sánchez–se convierte en paradigmático de lo que ha pasado con la memoria histórica en España». A su parecer, al margen de los que representa la película Rocío, «se convirtió, por una parte, en una especie de aviso para navegantes, porque a Fernando se le ninguneó hasta el punto de acabar viviendo en otro país y prácticamente dejando de lado la actividad documentalista. Es decir, un aviso para que quienes se atrevieran a meterse y a señalar a los asesinos supiesen que lo iban a pasar mal. Y por otra parte, la película ha sido una demostración palpable de que la Transición no fue tan modélica ni muchísimo menos, y que produjo víctimas de diversos tipos», concluye la investigadora.

Fotogramas de la película 'Rocío'.
Fotogramas de la película ‘Rocío’.

Espinosa recuerda el proceso judicial de Fernando, que comenzó  con la primera denuncia de la familia Reales, el 23 de febrero del 81 por la mañana. «Aquello duró, como ha pasado en otras demandas, varios años. Hasta el 84. En medio prohibieron la película, no se pudo exhibir en las provincias del suroeste de España, y a Fernando le amargaron la vida», recuerda. «Él asumió todas las responsabilidades del caso con tal de que no cayera nada sobre Ana Vila, guionista y su pareja por aquel entonces. Para colmo, uno de los testigos que quedaba vivo, Pedro Gómez Clavijo, tuvo que reconocer que a él lo habían engañado y que no le habían dicho que era para un documental. Todo para no asumir la verdad», aclara el historiador. Y detalla: «Ese testimonio realmente era sabido por todo el pueblo y el juez de ultraderecha, Luis Vivas Marzal, llegó a rechazar en la Audiencia de Sevilla el testimonio de 17 personas mayores de Almonte, que iban a testimoniar sobre la realidad de la represión en Almonte y la responsabilidad que tuvo José María Reales». La Audiencia lo rechazó, «no podía permitir por los mimbres donde estaba asentado ese asunto que entraran 17 personas para decir que Gómez Clavijo tenía razón, que la persona que llevó adelante la represión en Almonte fue ni más ni menos que don José María Reales Carrasco», añade el historiador.

José Luis Tirado manifiesta que «el mes de mayo nos recuerda que la película Rocío continúa censurada, a pesar de la derogación de la censura cinematográfica en 1977″. Y recuerda que «fue un tribunal penal en 1982 (ratificada la sentencia en 1984), el que primeramente prohibió la proyección de la película en las provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz, para después prohibirla en todo el territorio español, y finalmente suprimir escenas del filme para poder ser exhibido». Motivo por el que considera de justicia «la urgente anulación de estas sentencias que atentan la libertad de expresión, en un país pretendidamente democrático». Para el documentalista de El caso Rocío, «todos los años, el fantasma de la libertad que representan Fernando y Rocío planea sobre las marismas del Guadalquivir durante el mes de mayo. Recordar a Rocío y a Fernando es un acto de memoria democrática, de reivindicación de la honradez cinematográfica, y un estímulo para la lucha por la libertad de expresión, también hoy día coaccionada por disposiciones como la llamada “ley mordaza”, cuya prometida derogación se retrasa alarmantemente».

 Parte del equipo de rodaje de Rocío en 1977, en el centro Fernando Ruiz Vergara y Ana Vila.
 Parte del equipo de rodaje de Rocío en 1977, en el centro Fernando Ruiz Vergara y Ana Vila.

‘Así en la tierra como en el cielo’ : una mirada feminista

«En el documental de Fernando Ruiz se refleja claramente el papel de mujeres trabajadoras casi nunca dedicadas al ocio, solo en algún caso donde aparecen bailando al final del día, pero generalmente se ven mujeres haciendo lo que el papel tradicional y patriarcal nos ha asignado: cocinar, ocuparnos de las labores de la casa y cuidar, en este caso, incluso a la virgen», haciendo alusión a la escena donde aparece un grupo de mujeres vistiendo y hablándole a la virgen del Rocío. Pura Sánchez tiene publicado un capítulo en el libro adjunto al documental de El caso Rocío, bajo el título Así en la tierra como en el cielo, donde realiza un análisis sobre las mujeres en los ritos festivos, a propósito de la romería almonteña.

Traza una interconexión entre festejo y realidad: «En este tipo de ámbitos festivos el papel de las mujeres es un papel subalterno, igual que el papel que se le asigna en la sociedad, y aunque muchos de estos ámbitos festivos suponen una subversión –aunque sea mínima y coyuntural del orden establecido– en lo social; esa subversión, sin embargo, no afecta al papel de la mujer y al rol social que se le asigna». Asimismo, y con una mirada de extrañeza, observa «cómo los hombres ocupan el espacio público en términos de absolutos protagonistas”. Y respecto a la virgen relata cómo entablan un papel de seducción: «los hombres la seducen saltando la reja, aparecen sus caras sudorosas y jadeantes mordiendo los claveles en una especie de ritual que tiene mucho de pagano y de seductor». Por eso Rocío constata, una vez más, cómo las mujeres quedan relegadas a la domesticidad y los hombres, como machos dominantes y seductores, ocupan de manera protagonista el espacio público.

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