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Guerra cultural en Francia: el universalismo recula ante la identidad

En los últimos meses Francia vive un conflicto cultural que enfrenta a los valores universales que se originan en la Ilustración con las nuevas corrientes que se basan en la identidad y las peculiaridades. En el debate participan toda suerte de intelectuales, ONG y políticos que combaten para determinar si el futuro del país, y de Occidente en general, irá en una dirección u otra.

En Francia se desarrolla cada día con mayor virulencia una guerra cultural entre el universalismo heredado de la Ilustración y las identidades que arremeten con fuerza contra los valores universales, un conflicto que no se circunscribe a ese país sino que poco a poco está adquiriendo dimensiones globales.

Después de años denunciando el islam político, los intelectuales y políticos franceses han descubierto que las últimas tendencias en boga se originan en los campus universitarios estadounidenses, donde alumnos y profesores irradian doctrinas identitarias que ensombrecen la ideología ilustrada.

Las universidades americanas encuentran eco en otros lugares del planeta apoyando su expansión en medios de comunicación, mediante innumerables ONG y en la academia, y sus principales rasgos son el relativismo cultural y los agravios que se denuncian a nivel global.

El movimiento ha conducido al presidente Emmanuel Macron a expresar públicamente su descontento con «algunas teorías de las ciencias sociales que se han importado en su totalidad de Estados Unidos» y que orbitan en torno a la identidad, la raza y las especificidades culturales. Macron ha recalcado que Francia es una nación estado que no responde a la clasificación étnico-cultural de los países anglófonos.

La ministra de Educación Superior, Frédérique Vidal, ha ordenado una investigación en las universidades para determinar por qué se incitan «fisuras y divisiones» desde los centros académicos, y ha acusado al «islamo-izquierdismo» de estar detrás de esas corrientes que se han transformado en un «cáncer» que deteriora la vida cultural y la política.

La controversia alcanzó su clímax cuando la prestigiosa revista Le débat se vio obligada a echar el cierre. Le débat era una revista de ideología izquierdista que se había mantenido al margen de las influencias de las corrientes identitarias en boga. Su cierre se ha interpretado como una derrota del universalismo ante las corrientes identitarias.

Aunque son claramente reaccionarias y retrógradas, las teorías identitarias no son, sin embargo, un campo de batalla exclusivo de Francia, puesto que junto con los agravios afectan a una amplia audiencia en el conjunto de Europa y han echado sus raíces en numerosas universidades e instituciones culturales.
Debe señalarse que las críticas generales contra el «hombre blanco» se multiplican especialmente en Occidente, por parte de las minorías y grupos de apoyo como las ONG, aunque en realidad el «hombre blanco» al que se ataca, y que se identifica en general con el occidental y con el europeo, sea más específicamente el «hombre blanco protestante americano».

La ideología de los agravios exhibe rasgos contradictorios. Por una parte celebra las peculiaridades culturales y se opone al universalismo y el humanismo, que ve como un velo con el que se pretende tapar la hegemonía del hombre blanco. Pero por otra parte adopta maneras misioneras, intolerantes y puritanas que no admiten la disidencia y que promueven un aislamiento que paradójicamente se presenta como «progresista».

No es de extrañar que algunos ideólogos de la izquierda que no comulgan con las nuevas tendencias hayan denunciado que estos grupos identitarios están de alguna manera vinculados a la derecha conservadora tradicional, subrayando sobre todo su carácter puritano, su condición de pretendida víctima, su intolerancia, su afán por la censura y su querencia al aislamiento.

Algunos explican esta contradicción con los cambios que están ocurriendo en las grandes metrópolis. Hasta ahora la burguesía y el proletariado constituían dos clases ideológicas definidas y enfrentadas, pero políticamente han dejado de existir. A la burguesía la han sustituido los tecnócratas mientras que la desindustrialización está acabando con los obreros. Es una ironía que la predicción de Marx de que la lucha entre la burguesía y el proletariado terminaría con la victoria de una clase sobre la otra o con la desaparición de las dos, se esté cumpliendo de este modo.Las clases emergentes se definen a sí mismas en función de la identidad y de acuerdo con una producción intangible

Las clases emergentes se definen a sí mismas en función de la identidad y de acuerdo con una producción intangible, a diferencia de lo que ocurría con la burguesía y el proletariado, una definición reaccionaria que choca con los valores de la Ilustración basados en el universalismo.

Las grandes ciudades como París, Los Ángeles o Nueva York cada vez se parecen más entre sí. La tradición cultural francesa no sirve a las nuevas generaciones que adoptan múltiples identidades aunque todavía no hayan superado completamente los modelos tradicionales.

Naturalmente, existen amplios sectores a los que no les agradan las políticas de identidad, tanto en Francia como en Estados Unidos, y estos sectores siguen defendiendo el universalismo, especialmente en reacción a los movimientos populistas y nacionalistas que proliferan como champiñones y encumbran las «peculiaridades».

Lo divertido es que los movimientos identitarios americanos han mamado sus ideas en los pechos de pensadores franceses como Derrida, Foucault, Deleuze o Lacan. Muchos de ellos fueron profesores en Estados Unidos, pero sus discípulos han retorcido sus ideas y las han simplificado con conceptos elementales que atienden a los detalles pero pierden la frondosidad del árbol.
La oposición a los argumentos de la identidad y los agravios ya no está circunscrita en Francia a grupos de intelectuales enfadados, sino que es una cuestión de la política diaria, lo que ofrece un cierto optimismo para hacer frente al empuje de los movimientos reaccionarios que dominan el panorama cultural en Francia y Occidente.

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