«Hace unos días, me sentí incómodo con mi iglesia, por culpa del obispo Munilla, cuando leí que invita a una ‘cadena de oración y ayuno’ contra las bendiciones de las parejas gays»
«La afirmación de la Comisión de la Fe, que preside Ladaira, está generando una polémica mundial sin precedentes y no podía ser de otra manera»
«Estamos en un momento crítico para que los cristianos alcemos la voz y nos manifestemos públicamente ante esta realidad que lleva tanto tiempo generando dolorosas injusticias y situaciones lamentables en el seno de las comunidades cristianas»
«La iglesia alemana nos da ejemplo de apertura, diálogo y sinodalidad»
(Romanos 12, 14-15) “”Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. Gozaos con los que se gozan y llorad con los que lloran.…”
Hace unos días, me sentí incómodo con mi iglesia, por culpa del obispo Munilla, cuando leí que invita a una “cadena de oración y ayuno” contra las bendiciones de las parejas gays.
La afirmación de la Comisión de la Fe, que preside Ladaira, está generando una polémica mundial sin precedentes y no podía ser de otra manera. Esto es bueno porque, por una parte, está poniendo sobre el candelero una realidad a la que hay que dar una solución humana y cristiana, cuanto antes y, por otra parte, ha hecho reaccionar a algunos obispos y a muchos sacerdotes.
En Alemania, cientos de ellos convocan una Jornada de bendiciones de parejas gays para el día 10 de mayo, como reacción a la Comisión de la fe. Una iglesia que está llamada a bendecir siempre y a no maldecir. Una iglesia, convocada a ser voz de las minorías perseguidas y marginadas.
Que el obispo Munilla, organice una campaña de ayuno y oración contra estas bendiciones es algo así como decir: “¡Cuidado, que viene el maligno!”. Algo muy poco cristiano, tratándose de un obispo y refiriéndose a las personas.
Esto pone de actualidad el libro que acabo de publicar, “Pueblo mío, ¿a dónde vas?”, en la editorial Nueva Economía Social, donde abordo este tema y otros muchos que son asignaturas pendientes en la iglesia española de hoy. El pasado día 10 firmé ejemplares en san Pablo y la acogida fue espectacular.
No invitan estas iniciativas, precisamente, a la unidad de la que tanto nos habla el obispo Munilla sino más bien al rechazo, a la marginación e, incluso, a la violencia contra aquellos que tienen una orientación distinta y son tan cristianos y bautizados como cualquier otro. La unidad tiene mucho que ver con la acogida y la tolerancia. Aquella misma que Jesús practicó con tanta insistencia: “Se le perdona todo porque ha amado mucho” (Lc 7, 47)
Estamos en un momento crítico para que los cristianos alcemos la voz y nos manifestemos públicamente ante esta realidad que lleva tanto tiempo generando dolorosas injusticias y situaciones lamentables en el seno de las comunidades cristianas. Conozco muchas anécdotas que, simplemente, producen sonrojo y vergüenza en una iglesia que está llamada a ser Buena Noticia de Jesús para todos.
Como siempre, la iglesia alemana nos lleva la delantera en apertura y sinodalidad, pero nunca es tarde para coger el paso.