Una de las desgracias históricas de este país ha sido no tener Ilustración. Cuando en Francia se publicaba la Encyclopédie, en España la Inquisición andaba persiguiendo las ideas; a Diderot lo hubieran colgado sin dudar un solo instante.
Cada vez que damos un paso hacia la tolerancia se produce un retroceso que nos recuerda que "Spain is different". El breve sueño liberal iniciado en Cádiz acabó en 1823 con un nuevo descenso a los infiernos, entre una universidad que rechazaba a "los Cartesios y Neutones" y unos predicadores que no sólo querían quemar los libros, sino también a sus autores, "y mezcladas sus cenizas, hacerlas tragar a sus lectores".
Tras el esfuerzo de la Segunda República por mejorar la educación, el régimen de Franco cerró muchos institutos públicos y entregó la segunda enseñanza a la Iglesia, no fuera que se extendiese "la perniciosa novedad de discurrir".
El peso político de la Iglesia española ha impedido que se desarrollase una cultura laica, a imagen de la de la Europa más avanzada. Lo que en otros lugares ha sido un debate entre fanatismo y tolerancia, se ha convertido aquí en una pugna malsana entre clericalismo y anticlericalismo, puntuada por quemas de iglesias.
Si hay algo que aprecio en especial de Público es su esfuerzo por difundir una cultura laica y objetiva. Que una voz como esta se perdiera significaría un nuevo retroceso en nuestra historia cultural.