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Argentina: Adoctrinamiento escolar

Quedé estupefacto cuando en una escuela del Chaco se homenajeó al Che Guevara. Maestros y alumnos de colorado, la bandera cubana en medio del escenario y nuestro pabellón relegado. Por ser una escuela pública y resultar vergonzoso dicho acto, esa ofensa a nuestro símbolo patrio debe merecer el castigo que corresponde a las autoridades y docentes de ese instituto. Seguro nada pasará.

Eso es adoctrinamiento. De jóvenes nuestros profesores nos enseñaban de los blancos y colorados, de chupandinos y pandilleros, de Urquiza y de Rosas, de unitarios y federales, de Perón y la Libertadora, pero jamás nos aleccionaron para volcarnos hacia una u otra postura. Discutíamos y cada uno tenía su propia postura, pero nunca nos presionaron para adoptar una determinada posición. Leíamos a Mitre, Astolfi, Ibañez, Jauretche, Arriola, Félix Luna, José María Rosa y cada uno tenía la libertad de pensar y opinar.

Hubo excepciones durante el Gobierno peronista cuando se enseñaba con textos que hablaban de Perón y de Evita. “Amo a mi mamá, mi mamá me ama”, “Evita me ama” decían los textos de la escuela primaria. Éramos muy pequeños.

Hoy leer Historia argentina para estudiantes secundarios y no mencionar a Juan Bautista Alberdi parece un imposible. No obstante, el material del Plan FinEs, para los adultos que deseen finalizar el nivel secundario porque adeudan materias ideado durante la presidencia de Cristina Kirchner no menciona al alma mater de nuestra Constitución. Mismo tratamiento merecen los expresidentes Sarmiento y Roca. Este último impulsor de la ley 1420 de educación gratuita, laica y obligatoria es absolutamente criticado a pesar que en sus doce años de gobierno se instituyó el exterritorio nacional de Santa Cruz convertido luego en provincia. Se instauró el servicio militar obligatorio por el cual millones de argentinos aprendieron a leer y escribir.

En su gobierno se duplicó la superficie del territorio nacional y los ocho 8 millones de inmigrantes llegados a principios de 1900 prefirieron venir a Argentina en lugar de ir a los EEUU. Ni hablar que la federalización de Buenos Aires no hubiese sido posible sin Roca.

Pero claro, desde que comenzó el populismo, este plan de estudios no se exige asistencia, ni evaluaciones, y las clases no se dictan en escuelas, como si fuera estudiar en una unidad básica.

Hace poco vimos la polémica que se instauró por los dichos de la ministra de Educación porteña Soledad Acuña que habló sobre los docentes que entienden el aula como un espacio de militancia acusándola de nazi porque de joven un jerarca alemán era miembro de la cooperadora del colegio a la cual asistió en Bariloche. Una locura total.

La verdad le asiste a esta funcionaria ya que por ejemplo hay una materia llamada Política y Ciudadanía que en lugar de enseñar lo que aprendíamos de jóvenes en Educación Democrática o Instrucción Cívica usan esa asignatura como herramienta de adoctrinamiento, noción que tal vez ayude a entender los bajos rendimientos de los alumnos lo que quien escribe pudo comprobar cuando era profesor de Posgrado en la UBA.  Aprenden sobre las relaciones de poder en la escuela tal una comunidad política, los centros de estudiantes y otras organizaciones. Planificación y evaluación de proyectos políticos en la escuela y los actos escolares como formas de hacer política. ¿Vergonzoso no es cierto?

Hubo un tiempo en que los centros de estudiantes eran una iniciativa espontánea de los alumnos solo en la universidad. Ahora parece que es tarea de la escuela organizarlos y en la faz secundaria ¿Y qué son las relaciones de poder en la escuela? No es una organización horizontal sino jerárquica. Estos contenidos generan un clima deliberativo y de nivelación entre alumnos y profesores que difícilmente contribuya al aprendizaje. Con esto se acabó la jerarquía del profesor y desde allí se desdibuja la figura del “magister”, del maestro, del que más sabe.

La politización se vuelve como una partidización en varias de las materias. Como afirma la politóloga De Luca hoy día “se enseña que la corrupción es un rasgo solo de los años 90, insinuados como continuidad del Proceso, al punto que muchos chicos creen que la dictadura terminó en 2003”. En esos contenidos se lee: “Tras los períodos dictatoriales y durante las democracias neoliberales de los años ’90, la política ha adquirido características como la corrupción, que opera como elemento estructural”. ¿No es acaso fantástico?

Omiten mencionar las causas de corrupción del período 2003–2015, que fueron un rasgo exclusivo de los años anteriores: “Ante el descrédito de la dirigencia que había implementado políticas neoliberales, a comienzos de siglo, en distintos países de América Latina, llegaron a la presidencia hombres y mujeres con ideas de izquierda o de centroizquierda, ‘progresistas’ como algunos los llaman: Lula, Chávez, Evo Morales, Néstor y Cristina Fernández y Rafael Correa, entre otros. Y afirma sin pudor alguno que: “Más allá de sus diferencias, estos gobiernos implementaron políticas tendientes a colocar al Estado como herramienta de conducción y regulación de los mercados; recuperar los recursos naturales; desendeudar al país; bajar la pobreza; promover organizaciones barriales, comunidades indígenas, de la juventud y paliar el hambre y la desnutrición infantil a través de planes sociales…”. Todas mentiras oprobiosas que jamás cumplieron.

Se critica al neoliberalismo sin analizar sus pro y contras que los tiene y en Latinoamérica solo estudian a Cuba y no mencionan a la Venezuela de Chávez. Hablan de la Argentina post 2001 mencionando de manera escandalosa una reivindicación de la juventud maravillosa, revolucionaria y violenta”, como si revivieran la década del ’70 donde grupos extremistas asesinaban y ponían bombas durante el gobierno constitucional de Perón y luego su esposa. De eso no se habla. No les conviene.

De los derechos humanos mienten como nunca. Los alumnos ignoran que fue Menem quien decidió indemnizar a los presos políticos de la dictadura y a las familias de los desaparecidos y que Néstor Kirchner, como gobernador no les daba ni el saludo a los organismos de derechos humanos de su provincia, pero se apropió de esa bandera al llegar a la presidencia y aún su viuda se vanagloria.

Atacan al campo y a la producción como si no fuera que por los dólares que ingresan no se sostuvieran los planes sociales existentes luego de años y años de peronismo.

En este manual afirman que “El peronismo es mostrado como el gran generador de igualdad e implementador de todos los derechos sociales y la legislación de protección al trabajador”. Mienten a rajatabla. La mayoría de las leyes laborales y sociales pertenecen a gobiernos y legisladores anteriores al peronismo.

Esta historia hoy no se enseña en las escuelas, solo se habla de la horrenda dictadura militar, pero no se mencionan los muertos por defender el gobierno legítimo de Isabel Perón ni la acción militar de la Triple A ni como dijimos los movimientos izquierdistas que desataron una de las más cruentas épocas de la historia.

Incluso hasta en Geografía se miente ya que con la sola lectura del índice del Manual Geografía de la Argentina de Kapelusz lo primero que salta a la vista es el uso de la terminología ‘pueblos originarios”, que no se corresponde con nuestra Constitución, que habla de pueblos indígenas, ni con nuestras leyes, y que tiene intencionalidad: el originario tiene prevalencia. Los argentinos no nos dividimos en originarios y no originarios. También se habla de población africana en la colonia. Insólitamente, no aparecen los gauchos, genuinos habitantes de nuestras pampas”.

Por otra parte, el papel de Héctor Cámpora en la historia está totalmente sobrevaluado. “Con Cámpora en la presidencia, el regreso tan esperado de Perón, luego de 18 años de exilio, se haría realidad”, se lee en el manual del plan FinEs. Perón había vuelto antes, en noviembre del 72. En el relato kirchnerista, Cámpora es el símbolo de la lealtad y el artífice del regreso de Perón cuando en realidad fue el dentista del general (sin desmerecer a los dentistas) a quien pusieron cual títere para que levantara la proscripción de Perón ordenada por la Revolución Libertadora. La verdadera historia no se la enseña, se la tergiversa.

Jorge Pedro Jurado

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*Los artículos de opinión expresan la de su autor, sin que la publicación suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan todo lo expresado en el mismo. Europa Laica expresa sus opiniones a través de sus comunicados.  En algunos casos se publican para conocer argumentos desde otros puntos de vista y así poder afianzar la perspectiva laicista con mayor dosis argumental. 

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