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Limpieza religiosa’: caso del bahaísmo, el último intento de reformar el islam

Zhinus Nemat Mahmoudi, de 52 años, fue fusilada en 1981, dos meses después del secuestro y asesinato de su marido. A Zhinus, que se convirtió en la primera mujer meteoróloga de Irán en los años setenta y también en la primera directora de los servicios de meteorología del estado, la Teocracia Chiita (TECH) la acusó de pertenecer a la fe bahaí. Su tumba, sin nombre, está en un descampado en Teherán llamado «Kofr-abad» (Tierra de Infieles), donde lanzan en fosas comunes a los marxistas, monárquicos, musulmanes críticos y también a los bahaíes.

Hasta 1988, al menos 220 hombres y mujeres de este credo fueron ejecutados por una teocracia totalitaria que selló el fracaso de la revolución democrática de 1978. Hoy,  esta  comunidad vive bajo un estado de terror permanente sometida a la política gubernamental dirigida a la «limpieza religiosa» de este grupo social.

En Yemen, Hamed bin Haydara, en el corredor de la muerte, ha sido condenado por un tribunal huthi por el mismo «delito»; otros cinco bahaíes están las cárceles de un país que además sufre una brutal guerra dirigida por EEUU-Arabia Saudí y un inhumano bloqueo económico que ha llevado al país a la hambruna.

En Indonesia, el país «musulmán» más poblado del mundo, los bahaíes pueden registrarse como asociación, pero no como religión, por lo que sus uniones matrimoniales realizadas con el rito bahaí no son válidas; sus hijos deben ser inscritos como fieles de credos oficiales, si no serán privados del derecho de educación, y de mayores tampoco podrán trabajar en la administración pública. La privación de un derecho fundamental como es la libertad de conciencia es tal que no pocos han decidido regresar al islam. En Turquía «laica» los bahaíes, al igual que los ateos y agnósticos hasta el 2017, no podían obtener un documento de identidad «verdadera», y tenían que marcar su vínculo a una de las religiones semíticas: islam, judaísmo o cristianismo.

En Egipto, el bahaísmo fue prohibido en 1960 cuando el Centro de Investigación Islámica (sunnita) Al Azhar, dirigido por los Hermanos Musulmanes (HM) lo tachó de herejía. Sus feligreses, que sufrían los mismos problemas que sus correligionarios turcos, en 2009 consiguieron incluir en los documentos de identificación las palabras «otras religiones» sin necesidad de especificar cuál, poniendo una simple «X», lo cual no les ha salvado del incendio de sus viviendas y comercios y de ser expulsados de sus pueblos. Afganistán, Azerbaiyán, Argelia, Iraq, Burundi, Mali, República del Congo, Níger, son algunos países que persiguen esta fe, con unos siete millones de creyentes repartidos por todo el mundo.

Babismo: el fin de la era feudal

En 1844, un comerciante musulmán chiita llamado Seyyed Ali Shirazi, de 24 años, se declara Báb, Puerta, y representante de Hochat (Mahdi), el duodécimo santo del chiismo que, según las leyendas, está en ocultación desde los ocho años (869 d. C.) y aparecerá el día que el mundo se llene del Mal para anunciar el fin de la existencia humana y el inicio del Juicio Final.

Entonces, Irán vivía momentos convulsos: el ansia de la modernidad promovida por los intelectuales progresistas chocaba frontalmente con los intereses de la dinastía Qayar, la clase feudal y la casta clerical que las legitimaba. En este contexto, el babismo plantea lo siguiente:

  • Las enseñanzas religiosas se deben evolucionar, ya que tienen fecha de caducidad, y ninguna religión (como afirma el islam) es la última palabra de Dios.  Por ende, Mahoma no es Jatam an-Nabiyyin, «El sello de los profetas». Luego Bab, en esta oposición al fanatismo afirma que cada credo tiene unos mil años de vigencia y, al igual que el islam nacido en el siglo VII, reformó al cristianismo, la religión de Mahoma ya debe dar paso a la siguiente.
  • El estamento clerical ha de desmantelarse, puesto que la humanidad ha alcanzado la madurez suficiente para no necesitar intermediarios en su relación con la divinidad. Debido a que la corriente chiita del islam (a diferencia de la sunnita) cuenta con este estamento, cuya misión es gobernar la comunidad hasta la aparición de Hochat, apunta directamente a decenas de miles de ajund (curas), impostores lumpen que se aprovechaban de una sociedad en su gran mayoría analfabeta.
  • El paraíso y el infierno son conceptos espirituales (lo toma prestado del zoroastrismo), no lugares de deleite y de escarmiento; el premio y el castigo consistirá en ser agraciado o privado de la luz divina. Al subrayar el concepto de la «justicia divina», -que consiste en la creencia de que Dios no puede oprimir a sus criaturas o hacerles daño-, se opone a los castigos corporales, que ordena el texto sagrado de Mahoma, como la Ley de Talión, la sentencia de mutilación (5:38) o los latigazos (24:2).
  • Las «fuerzas malignas» no existen.  El mal, afirma, es la ausencia del bien, y la ignorancia es la falta de conocimiento.

En las cuestiones sociales, la gran aportación del babismo son sus normas dirigidas a la liberación de la mujer:

  • Los hombres y las mujeres son iguales, y ninguno es superior al otro (cuestiona el versículo 4: 34 del Corán); condena a los hombres que maltratan a la mujer (en referencia al versículo 4:34) y se opone al velo, este símbolo de la mujer objeto, que en el islam marca la edad fértil de la niña-mujer. Su principal discípula, la activista social, líder del babismo y poeta Zarrintach Borghani, apodada «Taheré» «Pura», rompió con las prácticas islámicas de entonces: iba sin cubrir su cabeza a los actos públicos a recitar su poesía; fue la primera mujer iraní en repudiar a su esposo y abandonar a sus hijos (siguiendo el «modelo» del hombre en sistemas patriarcales), para dedicarse a los estudios y la militancia religioso-política. Al final, la asesinaron: fue estrangulada a la  edad de 35 años y su cuerpo lanzado a un pozo.

En 1850, el primer ministro Amir Kabir (¡considerado como el visir más progresista de la milenaria historia de Irán!) decidió que la mejor manera de acabar con el movimiento Babi, que se extendía también entre las élites del poder, era la eliminación física de su fundador: Bab fue fusilado, y ¡un año después, el propio Amir es asesinado por orden del monarca Nasereddin Sha!; es la lógica de un sistema dictatorial despiadado.

En venganza, en agosto de 1852, un comando babi atentó contra la vida del rey, disparándole sin éxito. El castigo real será colectivo y brutal: alrededor de 20.000 babíes (niños y adultos, familias enteras, y también decenas de clérigos chiitas que habían abrazado esta fe), serán linchados o ejecutados.

Bahaísmo: otra religión

La reforma del chiismo fracasa, pero el movimiento continua, aunque pierde parte de su carga social y transformadora en beneficio de lo religioso y ambiguas consignas «universalistas» de paz y hermandad o un gobierno federal mundial.

El aristócrata Hossein Alí Nurí, apodado Baha.alá «Gloria de Alá» (1817-1892), se declara la esperada Manifestación de Dios, El Profeta, suficiente para ser arrestado en 1852 en Teherán junto con otros treinta discípulos de Bab, y encadenados de pies y manos arrojado a «Siah Chal», Agujero negro, la mazmorra, en esperar la pena capital. Después de unos meses y gracias a su estatus social (era hijo de ministerio), las protestas sociales y también la mediación de las embajadas de Rusia e Inglaterra, le perdonan la vida, aunque terminó en la ciudad prisión de Akka situada en Palestina, en los dominios del Imperio Otomano, donde falleció en 1892. En aquella misma mazmorra, a Baha.ála, cuenta él mismo, le visita una «ángela» (pues, en la mitología persa, la mitad de los ángeles son del sexo femenino) para entregarle el mensaje de Dios, al contrario que a Mahoma, a quien se le envía a un ser de luz masculino, Gabriel, para entregarle el mandato.

Baha.alá redacta así los principios de la nueva fe:

  • La religión, cuya misión es tratar las cuestiones morales, debe estar separada de la política, que atenderá los asuntos materiales. Por ello, los bahaíes tienen prohibido militar en partidos políticos, fuente de los conflictos sociales. Lo cierto es que estas organizaciones sólo representan los intereses antagónicos objetivos entre las clases sociales, generados por las injustas desigualdades de mil ropajes.
  • Los bahaíes deben ser leales a los estados donde viven. Precepto que si por un lado impide la lucha de sus fieles como ciudadanos contra las dictaduras, por otro desmonta las acusaciones de «espiar para Israel» a sus miembros. ¿Cómo decenas de miles de personas no chiitas, que ni están en los círculos del poder y públicamente anuncian su credo, pueden ser «espías» de otro estado? Los topos pueden infiltrarse en los círculos del enemigo sólo si se disfrazan y actúan como ellos.
  • La religión debe fusionarse con la ciencia, afirma, aunque ante la teoría revolucionaria de la Evolución de las Especies de Darwin se resiste a aceptar que el ser humano tuviera  antecedentes «animales».
  • Hoy por hoy, con una humanidad madura, los sacerdotes ya no son necesarios para guiar a los fieles. Principio que atenta directamente contra toda la estructura eclesiástica chií y su poder económico, basado en un sistema de dotaciones (llamado «oughaf»), grandes propiedades y otros privilegios que lo sostenían.

En cuanto a las cuestiones sociales:

  • Otorga a las niñas y mujeres la prioridad en recibir la educación, por su papel en la familia y en la crianza de los hijos, y aunque parece «progresista» solo consolida los roles tradicionales del hombre y la mujer en la familia; y va más allá: una madre educada contribuirá a la paz mundial porque  «se negará a dar a sus hijos para sacrificarlos en el campo de batalla», argumenta, aunque las guerras no suceden a causa de la ignorancia de los padres de los soldados: se trata, por un lado, de los intereses infames de las poderosas oligarquías que las mueven- como una industria armamentística capaz de fabricar bombas en forma de juguetes para matar niños-, y por otro la pobreza a la que las primeras han condenado a millones de familias que por un mísero sueldo envían a sus seres queridos a matar a otros pobres para sobrevivir en un mundo donde impera la ley del más fuerte. Los bahaíes, junto con las misioneras cristianas, fueron los primeros en abrir escuelas para niñas en Irán, como la Escuela Tarbiyat (Educación) en 1911.
  • Se opone a las relaciones íntimas fuera del matrimonio, también a matrimonios concertados o «temporales» (existentes en el chiismo, principio por el que un hombre puede contratar una «esposa» por un tiempo acordado a cambio de dinero,  tapadera para prostituir a mujeres sin recurso), a la poliginia y a casar a las niñas menores de quinces años (en la Sharia no hay una edad mínima, aunque recomienda los 7-8 años). El Bahaísmo aconseja a sus fieles acatar las leyes de su país al respecto.
  • Veta la homosexualidad, la fornicación, el adulterio y la sodomía.
  • Respalda la libertad de la mujer para elegir a su pareja; eso sí, habrá matrimonio si los padres están conformes con la unión, puesto que la familia es el fundamento de la estructura social, y debe estar en paz para crear una sociedad sin conflictos.
  • Inicialmente, el bahaísmo prohibió el velo, pero debido a su obligatoriedad en Irán desde 1978 bajo durísimos castigos, lo silencia y para las bahaíes en otros países aconseja una indumentaria modesta. A pesar de algunos avances, el bahaismo no consigue dejar de ser otra religión patriarcal, y no solo por el lenguaje androcéntrico de sus textos sagrados: no admite a las mujeres formar parte del gobierno de nueve personas de la comunidad llamada La Casa Universal de Justicia.
  • Recalca que solo la enseñanza religiosa puede ser una base eficaz para la moralidad, algo que, obviamente, se desmorona ante la contundente realidad que nos rodea.

Baha.alá envió numerosas cartas a los mandatarios de diferentes estado y personalidades invitándoles a su fe, entre ellos al escritor ruso León Tolstoi. «Sigue atrapado en la política» escribió Baha.alá, decepcionado por las dudas del creador de Ana Karénina respecto a la idea bahaí de que Dios es conocible solo a través de sus Manifestaciones (los santos), quiénes además de infalibles son superiores a otros humanos, o sea, la misma idea del chiismo sobre los doce santos, que por su parte es una influencia de los doce arcángeles de mazdeísmo, la antigua religión persa, cuyo número (que no su «santidad») también fue recopilado por el cristianismo en los doce apóstoles de Jesús.

Al morir Baha.alá en Palestina, luego llamado Israel, su tumba se convirtió en un el santuario y la «Meca» de los bahaíes, y décadas después además en otro pretexto para perseguirles.

Estudiantes de una escuela bahai en Teherán, 1933
Estudiantes de una escuela bahai en Teherán, 1933

Chivos expiatorios

Durante el medio siglo que duró la última monarquía (semilaica) en Irán (1924-1978), Reza Pahlevi y su hijo El Sha ordenaron perseguir a los bahaíes cada vez que necesitaban ganar el apoyo de la poderosa jerarquía eclesiástica chiita -su principal aliada en la común lucha anticomunista-, como por ejemplo después de la huida de seis días del Sha y Soraya de Irán, en agosto de 1953, mientras esperaba en Roma que la CIA acabase con el único gobierno democrático de la historia de Irán dirigido por doctor Mosaddeq: el rey autorizó la legalización de la asociación de extrema derecha islámica Hochatiyé, constituida para erradicar no al bahaísmo sino a los bahaíes de Irán: cerraron decenas de sus escuelas por todo el país, mientras incendiaban sus viviendas, saqueaban sus negocios, profanaban sus cementerios y asesinaban a sus gentes.

En 1978, la instalación de una teocracia totalitaria (gracias a la inestimable contribución de los G4) aborta la revolución, pero también golpea la doctrina chiita, que exige al clérigo alejarse del poder político y «esperar» la aparición de El Salvador Hochat. El Ayatolá Jomeini se ve obligado a disolver la Hochatiyé: temía que minara por dentro la primera teocracia chiita de Irán, provocando «caos» para acelerar la venida de aquel santo. Sin embargo, la asociación ha seguido con su misión, aunque desde clandestinidad, alojándose en los máximos órganos del poder islámico.

El gobierno del ayatolá Jomeini manda masacrar a decenas de miles de presos políticos en nombre de Dios, y de prácticamente todos los grupos sociales: marxistas, monárquicos, islamistas liberales, clérigos críticos, sufíes, y también bahaíes, lo cual provoca hasta la protesta y la dimisión del teólogo islámico de liberación Ayatolá Montazeri, que había sido designado para suceder a Jomeini: él mismo será destituido y confinado en su domicilio. Entre los primeros ejecutados se encontraba el ex primer ministro de Irán durante doce años Abbas Hoveida, acusado de bahaí, aunque en realidad ostentaba el cargo de «Venerable Maestro» de la masonería en Irán.

Tácticas para una aniquilación programada

La campaña de odio sistemático e intolerancia en términos religiosos son acciones políticas, aunque la TECH afirma que «ningún bahaí está encarcelado por sus creencias religiosas, sino por atentar contra la seguridad nacional«, terminología de moda tras el 11 de septiembre de 2011 en los países no democráticos al servicio de aplastar a los críticos con impunidad.

El Ayatolá Jamenei, sucesor de Jomeini, recuerda continuamente que los iraníes bahaíes son impuros, intocables, «subhumanos» (Untermensch, en la terminología alemana) al igual que los ateos.

Las leyes de la TECH de Irán solo reconocen tres minorías religiosas: judaísmo, cristianismo y zoroastrismo, aunque no permite la conversión a estas religiones abandonando el islam. Además del bahaísmo, que con unos 350.000 fieles es la minoría religiosa no musulmana más grande del país, otras creencias, como el budismo, izadismo o sufismo, igual que el ateísmo, están prohibidas, negando a los ciudadanos uno de sus derechos más fundamentales, que es contar con una cosmovisión propia.

«Convertirse al chiismo o abandonar el país» han sido dos principales objetivos perseguidos por la TECH con respecto a esta comunidad. En enero de 2020, la TECH eliminó la opción «otras religiones» de los formularios de solicitud de tarjetas de identidad nacionales para «descubrir» a los bahaíes cuya religión les prohíbe mentir.

Esta modalidad del «genocidio religioso» de los bahaíes ha incluido:

  • Confiscar miles de viviendas, comercios, tierras de cultivo y otras pertenencias de los bahaíes,  ordenado por los tribunales islámicos, de valor económico y también inmaterial incalculables. Sólo en Sarvestan, en la provincia Fars, prendieron fuego a los hogares de unos 1000 bahaíes, dejándoles con hijos y ancianos literalmente en la calle.
  • Destruir la gran mayoría de las morgues y cementerios bahaíes y levantar sobre su suelo templos de oración o comercios, obligando a la comunidad enterrar a sus seres queridos en descampados, negándoles el ancestral proceso de apaciguar el dolor de la pérdida de un ser querido realizando sus ritos.
Ni muertos los bahaíes están a salvo: Camposanto bahaí en Shiraz, destruido
Ni muertos los bahaíes están a salvo: Camposanto bahaí en Shiraz, destruido

En noviembre de 2018 se exhumó el cuerpo de la creyente bahai Shamsi Aghdasi en el cementerio de Damavand de Teherán, y sus huesos fueron esparcidos por el camposanto después de que un clérigo local prohibiera a los bahaíes enterrar a sus muertos en el cementerio que les pertenecía. El acto vandálico se expandió a otras ciudades del país. El fanatismo ni considera cuestiones relacionadas con la salud pública al desenterrar cadáveres.

  • Impedir que trabajen, tanto en el sector público como privado, y tengan una fuente de ingreso, además en un Irán que el neoliberalismo, agravado por un descomunal contagio de la Covid19, ya de por sí ha lanzado a la mitad de la población a la parte inferior de la línea de la pobreza.
  • Denegarles el acceso a la educación superior, y arrestar a los que estudian por skype en el clandestino «Instituto Bahai de Educación Superior».

En los últimos meses, y debido al aumento de la crisis política, económica, social y sanitaria, cerca de un centenar de bahaíes han sido citados a los tribunales, arrestados, condenados a años de prisión simplemente por ser una «minoría no deseada». Situación que condena a miles de familias a vivir en un permanentemente estado de angustia y miedo. A los 71 bahaíes hoy en prisión se les ha ofrecido la libertad a cambio de renegar ante las cámaras de la televisión de sus creencias y convertirse al islam. Pero ¿no eran topos del Mossad?

Sólo un estado laico progresista puede poner fin a las persecuciones religioso-políticas, garantizar la libertad de la espiritualidad y proteger a los ciudadanos del milenario abuso de unos farsantes profesionales.

Nazanín Armanian    Miembro del Grupo de Pensamiento Laico, integrado además por Francisco Delgado Ruiz, Enrique J. Díez Gutiérrez, Pedro López López, Rosa Regás Pagés, Javier Sádaba Garay y Waleed Saleh Alkhalifa.

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