El discurso de victoria del presidente electo Joe Biden, pronunciado el pasado sábado 7 de noviembre en Delaware, estuvo cargado de metáforas religiosas y bíblicas. Será el segundo presidente católico de la nación después de John F. Kennedy, y tuvo un tono escatológico a lo largo de toda su intervención. Incluso al cerrar su contribución, recordó el himno católico «On Eagle’s Wings».
Biden, sabe que la elección ha dejado una nación aún más dividida. La mitad del electorado votó por la continuidad de Trump, un presidente antisistémico. Ante tal complejidad, Biden entiende las profundas desavenencias que se agudizan en una campaña electoral tan ríspida como la del 2020. Biden representa la clase política, educada, ecuánime y políticamente correcta y es parte del establishment.
En su alocución registra los tiempos poseídos por el maligno de la confrontación: “debemos dejar que esta era sombría de demonización en Estados Unidos comience a terminar, aquí y ahora” Esta satanización de la realidad debe ser exorcizada con acuerdos y nuevos pactos.
Por ello, Joe Biden, plantea con fuerza un discurso que apela la unidad. “Prometo ser un presidente que busca no dividir, sino unificar”; tiende la mano conciliadora para un objetivo superior sagrado: “Busqué la presidencia para restaurar el alma de América… Es el honor de mi vida que tantos millones de estadounidenses hayan votado por esta visión.” Por tanto, es tiempo de la reconciliación que empieza en tradición cristiana por reconocer los pecados y el arrepentimiento.
También llama la atención la conceptualización del tiempo en Biden que recurre al libro bíblico del Eclesiastés: “No somos enemigos. Somos americanos. La Biblia nos dice que todo tiene un tiempo: un tiempo para construir, un tiempo para cosechar, un tiempo para sembrar. Y un tiempo para sanar. Este es el momento de sanar en Estados Unidos”.
El discurso enfatiza un concepto usado con recurrencia por los evangélicos: la sanación. Buscar sanar del Covid-19, con todos los medios y los recursos de la nación más poderosa del planeta. Pero también utiliza la sanación para restaurar la prosperidad económica, la atención médica, erradicar el racismo, salvar el clima, restaurar la decencia política.
Durante la campaña, Trump lo acusó de estar “contra Dios”. Biden habló de su experiencia de fe, mientras, Donald Trump proclamó los intereses de los aparatos religiosos conservadores como el aborto y la familia. En suma, me pregunto: ¿Será que hablar de Dios en el discurso político es otra nueva epidemia?
Bernardo Barranco
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